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Etiquetas | Violencia machista | Sociedad

Morir a manos de un cazador

Vínculos demostrados y permisos inexplicables
Julio Ortega Fraile
sábado, 14 de noviembre de 2015, 10:25 h (CET)
¿Cuántas mujeres asesinadas por violencia de género lo último que han visto en su vida no ha sido el cañón del rifle de un cazador?

Tienen armas y permiso para utilizarlas, ningún respeto por la vida, causar la muerte forma parte de sus actos cotidianos y creerse en el derecho de hacerlo está arraigado en su conciencia, pensar en la víctima no. Demasiadas papeletas como para que antes o después algún inocente humano no saque una con su nombre, animales lo hacen unos treinta millones cada aňo en Espaňa.

En esta ocasión nos cuentan que estaba desequilibrado, como si fuese una excepción, ¿es que algún cazador no lo está de algún modo para disfrutar matando y considerar eso un deporte?

Entre los que tienen prisa por abatir algo y a los que les ha sido diagnosticada una enfermedad mental, más allá de cuerpos de animales, la caza, su autorización, riega de cadáveres humanos los montes por "accidente" y las calles o las casas por "enajenación transitoria". En medio que si la culpa es que ya había anochecido y no se distinguía, o que si ella le sacó de sus casillas y tuvo un arrebato. Entre torpes y locos hay que justificar las muertes pero como no caben tantas victimas en ambas explicaciones el resto son errores insuperables o arranques que cualquiera puede tener.

La Administración no aprieta el gatillo pero pone sobre él el dedo del cazador, y aunque en algunos casos sea un individuo nervioso que primero dispara y luego comprueba, o como en este se encuentre bajo tratamiento psiquiátrico si no le niega o retira el permiso de armas. Al final, ¿entre cuántos la mataron?

Se repiten, demasiado, los muertos porque se equivocó o enfadó un cazador, pero no, no se trata de una cuestión accidental o estadística, lo cierto es que el vínculo entre violencia animal y humana está más que demostrado, y seguir otorgando o mantener la licencia de armas a esta gente así como proteger y fomentar la caza, sólo seguirá llevando a más crímenes alimentados en cierta medida por la permisividad legal existente y por una sangrante negligencia en la aplicación de los escasos requisitos exigidos. Después vendrán una declaración institucional de dolor, un par de días de duelo, la bandera a media media asta y a por más. La última, por ahora, en Sanlúcar.

Y no, no acabaríamos así con la violencia de género, pero no se pondría una escopeta en las manos de muchos violentos, que no es poco.

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