Se trata de la fastidiosa burocracia. Me ha sorprendido la excelente definición de este término por parte de la RAE. En su 4ª acepción indica lo siguiente: “Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas”. No se puede explicar mejor. No sé en qué fecha se determinó esta descripción, pero parece ser redactada en estos días. Lo curioso es que cuando “el gran hermano” tiene acceso a todos nuestros datos, la administración trabaja como a principios del siglo XX. Tan solo les falta pedirte una instancia con una póliza de tres pesetas. El cambiar de domicilio lleva consigo la visita personal a un par de decenas de instituciones donde hay que efectuar el cambio de los datos. Todo eso después de la solicitud de una cita previa. Seguridad social, tráfico, ayuntamiento, luz, agua, teléfono, IBI, hacienda, bancos, seguros. Todo un mundo lleno de incertidumbre y de “le faltan dos papeles” o “vuelvo usted mañana”. Y me pregunto: ¿no es posible que todos estos trámites se hagan de forma inmediata? ¿No tienen todos nuestros documentos en sus bases de datos? Todo este papeleo, causado por la peor faceta de la burocracia, te hace perder tiempo y hasta la paciencia. He contado hasta veinticuatro trámites a realizar. Pienso qua con una nueva inscripción en el censo y una comunicación por Internet seria suficiente.
Ha aparecido en nuestras pantallas un anuncio en el que se reivindica lo innecesario de ser un experto en administración bancaria para realizar tus trámites económicos. Pasa lo mismo con el papeleo. O lo encargas a una gestoría, que poco puede hacer porque casi todos los trámites son presenciales, o te lanzas al mundo burocrático sin prisas pero sin pausas. Y encima de todo, algo lo harás mal y te sancionarán o, cuando menos, te echaran una bronca. Paciencia y barajar. Un poco de buena voluntad por parte de todos y esperar que este parto sea corto y, finalmente, salgamos de este calvario. ¡Ojo! Y todo esto en medio de una mudanza. ¡Socorrooo! ¡Como me acuerdo del gran Forges! Los del “segmento de plata” pecamos de hacer las cosas demasiado bien. Y así nos va.
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