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El consumo de carne nos hace inmune a los antibióticos

Vida Universal
lunes, 16 de noviembre de 2015, 23:00 h (CET)
Muchas personas preocupadas por conservar su salud o interesadas en saber cómo prevenir enfermedades, suelen preguntar cómo el organismo se vuelve resistente a los antibióticos debido al consumo de carne. Pues bien, de forma sencilla diremos que las bacterias son seres vivos muy adaptables, y que como todos los seres vivos quieren sobrevivir. Para ello han desarrollado diferentes estrategias, por ejemplo algunas transforman su membrana de forma que los antibióticos no la traspasan, otras activan un sistema de bombeo que expulsa el antibiótico de la célula, otro tipo producen enzimas que son traspasadas a la sangre con lo que pueden «desactivar» los antibióticos. Una cuarta posibilidad es la de la transferencia genética horizontal, es decir que las bacterias pueden intercambiar entre sí genes resistentes. De hecho se sabe que en la naturaleza hay muchos genes que pueden oponer resistencia a algo.

Hoy día en los establos de animales se desarrollan bacterias resistentes a los antibióticos, que pueden llegar hasta el ser humano con el consiguiente perjuicio para nuestra salud, pero ¿cómo pasan estas bacterias de los establos al ser humano? Casi siempre a través de la alimentación, sobre todo de la carne, pero también a través de abonar con excrementos orgánicos los campos de cultivos.

Con este tipo de abono, que consta sobre todo de excremento animal, las bacterias multiresistentes van a parar al suelo agrario, y de allí a la verdura. De hecho existe un interesante estudio publicado en Seyen, en el que algunos científicos estadounidenses de la Washington School of Medicine, compararon los genes de bacterias tomadas en 11 superficies agrarias con las bacterias resistentes del ADN, constatándose que algunas bacterias del suelo, que en sí son inofensivas, en parte se habían convertido en resistentes a cinco clases de antibióticos. Por si fuera poco los genes resistentes de estas bacterias eran idénticos a los genes de los gérmenes resistentes a los antibióticos. Básicamente la tierra es un buen caldo de cultivo de gérmenes resistentes, porque en la tierra hay bacterias de estreptomicina, que son bacterias que producen por su parte sustancias antibióticas, y por eso es posible un intercambio de genes.

Los animales enferman debido a las condiciones en las que se mantienen y crían. Más tarde las enfermedades regresan al ser humano, que no las puede vencer con antibióticos porque, debido precisamente al uso de los mismos en la ganadería, se han vuelto inmunes. Ya sea una fatalidad, una casualidad o un desarrollo fatal, de lo que se trata en el fondo es de una legitimidad, es decir de la ley de Causa y efecto, que Jesús de Nazaret ya definió como «aquello que siembres cosecharás», una ley que tiene validez universal. De hecho la transmisión al ser humano de gérmenes resistentes a través del consumo de carne no es ninguna casualidad, sino que prácticamente viene a ser el efecto de las causas creadas por nosotros mismos por el abuso sin piedad de los animales.

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Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.

Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

Los que desde muy pronto y ya sin interrupción hemos tenido un contacto frecuente con los libros sentimos cierta incomodidad al oír consejos y expresiones como “leer es bueno”, “un libro es un amigo” o “lee lo que quieras, pero lee”. Es como si alguien dijera: “¡viva la comida!, da igual qué comas, lo importante es que comas”, o “beber es vivir, sea lo que sea que bebas, bebe”.

 
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