Si las cadenas de radio y TV subyugadas al poder ocasional pasaron semanas hablando del Hospital Público Enfermera “Isabel Zendal”, quiere decir que es un modelo de hospital a destacar, como así lo han manifestados muchos de los enfermos allí atendidos. Incluso la Unión Europea ha premiado a la presidenta madrileña por la gestión efectuada por su equipo durante la pandemia. Ante eso, la izquierda brama, sin darse cuenta de su propia incompetencia.
Un modelo al que Pedro Sánchez difícilmente puede llegar porque desdeña cuanto no hace él; es más, como nefasto gestor, suele echar la culpa al maestro armero de cuanto sale mal. Y no hay nada que salga bien. Hasta Marlasca confunde «Cumbre de Davos» con «Cumbre de Nabos» y pide al presidente que le lleve con él la próxima vez (ver meme al respecto en la red).
Por el lado siniestro parece que no tienen iniciativa para potenciar los servicios que la sociedad demanda, salvo que piensen como el anterior gobierno andaluz; es decir, que los “puticlubes” eran un servicio social para los liberados sindicales y decenas de cargos públicos socialistas, incluso pagando con dinero del erario público: un dinero que se debió repartir a los parados y colectivos más necesitados. No sé por qué también me recuerda las orgías privadas del que fuera director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, tristemente fallecido.
Estos socialistas y comunistas bolivarianos no son más sectarios porque no entrenan. Me cuesta entender que haya madrileños capaces de poner cortapisas a todo lo bueno que puede sucederle a Madrid y depositar el voto para esta gente sin ideas y sin perspectiva de futuro. Parece como si el sectarismo y el odio político alumbraran a esta verbenera izquierda que ya no tiene luces y sí amargos contratiempos y desprestigiadas políticas.
Si tanto corroe el odio a estos antisistema de pancartas, tambores y estandartes, no descartemos que sean los primeros ingresos hospitalarios: políticos, sindicalistas y vendidos periodistas enfermos de odio, envidia y vetusta sinrazón. Echen la vista atrás y recuerden las balas en sobre de Madrid, las navajas o las trampas realizadas por la propia izquierda. Y no descarten alguna gatada en esta última semana de campaña en Andalucía. El acorralamiento a Pedro Sánchez puede hacerlo enloquecer. Y ahí está su peligro. Cuando el odio le acelera el pulso, no sabe si mata, hiere o espanta.
El caso es «joder a la marrana», quiera o no, pero siempre alejados de la libertad y la democracia limpia y serena. Si piensan que la vida diaria son lupanares a los que acudir para montar orgías, están muy equivocados. Ah, con esos pensamientos solo se puede ser socialista, nada más. Lo peor de la caridad y el odio es que no tienen fondo.
Es buena señal que a la izquierda le ofenda que haya personas como Ayuso, capaces de gestionar con éxito una comunidad como Madrid. Son conscientes de que, mientras ella mira por los madrileños y construye un hospital público, otros como el Gobierno central alimentan colas de trabajadores en ERTE (la ministra, Yolanda Díaz, no sabía lo que eran al mes de ser nombrada) y parados «burnout» o destrozan a los destinatarios del mal llamado “escudo social”, además de fracasar y no llegar ni a la mitad de atenciones de ese casi millón y medio de familias necesitadas. Esta vez no hablamos de los cientos de incumplimientos.
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