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Premio Planeta 2015: Alicia Giménez Barlett y Daniel Sánchez Arévalo pasaron por Valencia

Herme Cerezo
lunes, 23 de noviembre de 2015, 14:32 h (CET)
El pasado miércoles 18 de noviembre pasaron por Valencia los triunfadores del Premio Planeta 2015. En esta edición resultó ganadora la novela ‘Hombres desnudos’ de Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951), escritora de género policial, conocida por los casos protagonizados por la inspectora Petra Delicado y su fiel escudero, Fermín Garzón. La obra finalista ha sido ‘La isla de Alice’, escrita por el director cinematográfico Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 1970), cuya première en el territorio de las letras no ha podido arrancar con mejor pie.

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Conquistar un premio literario, más si es el Planeta, siempre resulta importante no solo por el monto económico, sino también por la gran repercusión mediática que conlleva. Para Alicia Giménez Bartlett este galardón le permite «encontrar nuevos lectores, gente que piensa que solo escribo novela negra y que, de repente, descubre que también publico otras cosas». Por su parte, Daniel Sánchez Arévalo destaca la posibilidad que ofrece el Planeta «de posicionarse en el medio literario, de que el público se entere de que has escrito un libro. Tras proclamarme finalista, me ha felicitado mucha más gente que cuando estreno una película, incluidos mis vecinos, que constituyen mi barómetro particular».

‘HOMBRES DESNUDOS’ DE ALICIA GIMÉNEZ BARTLETT
La obra ganadora, ‘Hombres desnudos’ es una novela sobre el presente que vivimos, donde hombres treintañeros pierden su trabajo y pueden acabar haciendo estriptis en un club y donde cada vez más mujeres priman su carrera profesional sobre cualquier compromiso sentimental o familiar. En esta historia, esos hombres y esas mujeres, Iván, Javier, Genoveva e Irene, entran en contacto y en colisión, y lo harán con unas consecuencias imprevisibles.

Como escritora que cuenta con una legión de seguidores, Alicia Giménez Barlett se adentra en la obra con tranquilidad, despacio. «Si quisiera captar la atención del público enseguida, incluiría una escena de sexo duro en la primera página. A los lectores de verdad no les importa familiarizarse paso a paso con los personajes hasta formar su propia opinión sobre ellos. De todos modos, cada historia es distinta. En otras novelas he sido más directa, pero en esta ocasión me ha salido así, porque el tema me exigía abordarlo de este modo».

Aunque ‘Hombres desnudos’ pueda parecer basada en un hecho real, lo único cierto que hay en ella es el contexto donde transcurre la acción. «Todo lo que se escribe en una novela es ficción, pero es verdad que hay un sustrato palpable, en este caso la crisis económica, que padecemos, y los cambios personales y las humillaciones psicológicas que ha provocado en la gente». Por lo tanto, carece de sentido entretenerse en localizar similitudes con personas conocidas. «Algún lector puede solidarizarse, pensar que tiene puntos en común con los personajes o sentirse cómplice suyo. Incluso tal vez conozca alguna persona que atraviese por una situación similar a la que viven Irene, Genoveva, Javier o Iván, pero nada más».

Una característica peculiar de ‘Hombres desnudos’ es la ausencia de voz narrativa: los personajes acceden al lector por sí mismos. «Uno de los grandes dilemas que se presentan a la hora de escribir es el punto de vista. El narrador omnisciente, según como se haga, se antoja algo trasnochado, decimonónico. La primera persona, que suelo utilizar en mis novelas de Petra Delicado, también tiene sus limitaciones, porque no puedes contar la historia desde todos los ángulos. Por eso aquí he tratado de que el lector viera a los personajes sin su descripción física y que los reconociese a través de su forma de hablar y pensar. Como además son tipos contradictorios, ignoramos a dónde nos va a conducir la acción». La forma escogida supone un gran esfuerzo creativo, casi experimental y, por supuesto, es un procedimiento arriesgado. El lector pasa de un protagonista a otro sin transición, de una línea a la siguiente, sin separación de capítulos aunque sí con algunas pausas. «Este trabajo suponía un reto literario, especialmente porque he incluido la opinión que a cada uno le merecen las palabras de su interlocutor. Esto ya sucedía en el teatro clásico y me parecía un recurso interesante, así que me planteé cómo podría trasladarlo a una novela y conseguir que resultase atractivo para el público».

Resulta imprescindible terminar hablando del escenario: la crisis, escenario a la vez que también personaje, un personaje terrible, invisible, cuyos efectos devastadores todos conocemos y padecemos. Su presencia se palpa en las páginas de ‘Hombres desnudos’ y condiciona la vida de los protagonistas, especialmente la de Javier, que se prostituye para defenderse de sus dentelladas. «Quería escribir sobre la crisis, pero no pretendía hacer un ensayo, prefería una novela. En estos momentos creo que lo que vemos a nuestro alrededor no es nada bueno. Las consecuencias de la crisis han sido muy duras. Nos dicen que tenemos que reinventarnos, pero yo digo que sin dinero es muy difícil conseguirlo. No me creo eso de que todos somos imaginativos, es algo que me pone de los nervios, es un engaño más, como tantos otros que sufrimos y hemos sufrido. Aparcando el aspecto económico, la crisis ha afectado a la autoestima de las personas, a sus relaciones y eso no se puede olvidar de repente. La gente terminará cobrando dos duros por un trabajo asqueroso y aún tendrá que dar gracias de que no la azoten. No sé si cambiará este paisaje, pero de momento lo que vivimos no es como para lanzar cohetes».

‘LA ISLA DE ALICE’ DE DANIEL SÁNCHEZ ARÉVALO
‘La isla de Alice’, novela finalista, nos acerca a Alice, una mujer cuyo esposo, Chris, muere en un accidente de automóvil sospechosamente lejos del lugar donde debía encontrarse. Alice, con una hija de seis años, Olivia, y otra en camino, se desmorona. Incapaz de asumir la pérdida y con el temor de que tal vez su relación perfecta haya sido una mentira, se obsesiona con descubrir de dónde venía Chris y qué secreto escondía. A través de las cámaras de seguridad de los establecimientos por donde su marido había pasado, reconstruye su viaje hasta llegar al epicentro del misterio, Robin Island, en Cape Cod, Massachusetts, una pequeña y, solo aparentemente, apacible isla cuyos habitantes tienen todos una cara b.

El inicio de ‘La isla de Alice’ es diametralmente opuesto a la novela de Giménez Bartlett. Daniel Sánchez Arévalo tiene claras las causas. «Este arranque tiene mucho que ver con cómo me comporto yo como lector y espectador. Soy muy impaciente y no soporto aburrirme a mí mismo. Necesito que la acción esté continuamente avanzando y me gusta que ocurran muchas cosas en un breve espacio de tiempo. Cuando ruedo una película, aunque no dirijo cine de acción, tengo presente la imagen del comienzo de las aventuras de Indiana Jones: un tipo corriendo al que persigue una bola».

Siempre que un escritor debuta, y más si es una novela premiada, tratamos de descubrir dónde está en la obra, detrás de qué personaje o de qué situación se oculta el yo del escritor. «‘La isla de Alice’ no es autobiográfica, en primer lugar porque yo no soy mujer. Además he pretendido que se alejase mucho de mí y por eso la he contado en primera persona y a través de una mujer. Ahora bien, si tuviera que decir en qué personaje me encuentro representado yo diría, sin dudarlo, que en la pequeña Olivia. En ella viven mis obsesiones, mis frustraciones y mis miedos». También nos gusta mucho saber el género en el que podemos clasificarla. «Me interesaba que contuviera una cierta dosis de thriller, pero lo más curioso es que cuanto más me alejaba de la historia, lo que escribía me salía de mis entrañas y me vaciaba. La novela está llena de pequeños homenajes a cosas que giran a mi alrededor cada día».

‘La isla de Alice’ es una novela muy visual, cinematográfica. Teniendo presente la profesión de Daniel esta circunstancia parece natural. «Toda la peripecia de Alice para averiguar qué hacía Chris en la isla es muy cinematográfica. Pero tan importante como ese viaje o más, es el otro, el viaje interior, porque ella bucea en sí misma, en sus miedos, en ese acercarse y alejarse de una realidad que teme. Su concepto de la isla se ha hundido y ha de construirse una nueva imagen a la que aferrarse para salir a flote. Eso solo puede contarse en una novela. En una película resultaría cursi, porque no queda bien escuchar los pensamientos del personaje».

Antes de concluir, Daniel Sánchez Arévalo explicó que su interés al escribir la novela era retratar a la sociedad norteamericana. «He vivido en Estados Unidos durante cuatro años y los conozco muy bien. Con este novela he intentado sumergirme en la clase social estadounidense media y alta, haciéndolo no como un europeo, que escribe sobre ellos, sino como un norteamericano más. Esta historia no funcionaría si la ubicara en otro lugar como España, por ejemplo. Solo me la creo allí. Me fascina la obsesión que tienen por las apariencias, por la fotografía perfecta de la pareja, de los hijos… Compiten por ver qué familia es la mejor y la más educada y cada vez que veo esto, me entran ganas de rascar un poco y ver la realidad, porque lo que ocurre fuera no tiene nada que ver con lo que sucede de puertas adentro».

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