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Manijas ocultas

Quizá somos muy propensos a dejarnos embaucar
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 24 de junio de 2022, 11:23 h (CET)

En todas las épocas se padecieron calamidades. A las naturales, nunca dejó de acompañarlas una serie nefasta de conductas maliciosas, que continúan pegando fuerte. No hará falta entrar en detalles. Los ejemplos surgen con caracterizaciones insólitas. Desde los meros inconvenientes derivados de la subsistencia natural o provocados por la convivencia de mentalidades diversas. Las complicaciones se acentúan por motivos imprevistos, y como comprobamos a diario, a través de maquinaciones intencionadas. De vez en cuando nos convendría detenernos para tratar de dilucidar el porque de tantas ORIENTACIONES en las cuales no conseguimos apreciar ninguna ventaja y sí grandes penalidades innecesarias.


Aunque se pudiera pensar en un reparto equilibrado de los sufrimientos, es patente la desigualdad en este sentido. Las cualidades de las personas y las circunstancias, abocan a una desproporción real a todos los efectos; unos lo pasan peor que otros. Ante esa irritante realidad, los comportamientos chirrían de manera estridente. Siempre salen perdiendo los mismos. Aún con los lamentos y conmiseraciones, e incluso apoyos a los desfavorecidos, es patente la desorientación del PATETISMO cuando se refiere a las múltiples penurias de las víctimas y cuando silencia la pasividad o perversidad de los provocadores de situaciones alevosas. El clamor del lamento no afronta el origen del mal.


Cercados por las dudas e inquietudes, por tremendas angustias y situaciones terroríficas, algo desde dentro nos mantiene esperanzados en una progresiva madurez, que nunca acaba de presentarse. En parte por los cambios incesantes, impiden la finalización de la tarea y los retos se suceden sin remisión. Tampoco ayuda demasiado el examen de los interiores de las personas, son abismales y allí la luz es insuficiente; ejercen como verdaderos AGUJEROS NEGROS. Sin duda contienen fuertes potenciales, pero a la hora de sus respuestas desconocemos la orientación de las mismas. Partiendo de ahí, comprenderemos mejor la dificultad para llegar a conocer la dinámica de los comportamientos.


Aumentamos los conocimientos a ritmos ni siquiera imaginados, sin que evitemos las numerosas incongruencias en cualquier sector de las actitudes habituales. Se ponen de manifiesto por la increíble presencia de comportamientos contrarios a las más elementales nociones de convivencia. Para grandes mayorías se impone la flagrante sensación de impotencia de cara a una mínima influencia correctora. Como colofón, no puede extrañarnos la peligrosa indolencia progresiva de permanecer al margen. Por diferentes caminos de ignorancia, vulnerabilidad y escasa voluntad, se consolida la triste INDIGNIDAD subrepticia, permisiva desde su nulidad con respecto a las iniciativas de pérfido talante, sin miramientos de cara al conjunto de la sociedad.


Se ha dicho y así suele pensarse con frecuencia, sobre esa idea referente a los grandes descubrimientos científicos, para considerarlos como algo mágico. De hecho, la maravilla de un descubrimiento sensacional nos deja estupefactos por ese carácter novedoso e insólito. En relación con este razonamiento, o quizá a través de otras elucubraciones, se fue colando ese sentimiento de asombro ante la novedad, equiparado al hechizo de la maravilla auténtica y real. El yerro se deja sentir porque olvida ese toque particular de la MAGIA centrado en el engaño, desviando las atenciones lógicas detrás de unos señuelos preconcebidos. Y a ese matiz se agarran con fuerza los manipuladores sociales en activo.


A la hora del recuento comprobamos como las cosas importantes no son tantas ni tampoco difíciles de percibir; ocurre también con las palabras y los conceptos centrales. Sin embargo, solemos tratar mal a estas entidades. En vez de acercarnos a su esencia, actuamos en sentido contrario, desgajamos ese contenido para adaptarlo a los intereses del momento, y con eso va perdiendo su consistencia. Si pervertimos esas nociones UNIVERSALES, porque sirven para todos, pueden llegar a convertirse en perturbaciones importantes. La moral o la democracia las entendemos mientras mantienen sus aspiraciones, cuando empezamos a desviarlas por los diferentes cauces particulares, ya no sabemos en realidad de que estamos tratando.


Las simplificaciones abundan por su misma ligereza. Con decir dos frases y medio creérselas, circulan con desparpajo. Reflejan esa parsimonia mental de no calentarse la cabeza con reflexiones. Si se pensó en una propuesta, no se profundizó, quedaron volando ideas relacionadas o posibles consecuencias que no llegaron a incluirse en el razonamiento. No solemos parar mientes en esa manera incompleta de comportarnos. Practicamos la INTERRUPCIÓN en el uso de la razón; algo se pensó, pero después continuamos con frivolidad aliviados de aquel peso. Está fuera de lugar atribuir a la razón las pesadas repercusiones de esa conducta. Los abusos y sufrimientos surgieron por dejar de utilizarla en el proceso existencial.


El descubrimiento de maniobras ocultas muestra en no pocas ocasiones mecanismos subyacentes independientes de la voluntad de los protagonistas; cuando tampoco ellos son capaces de asimilar esos condicionamientos. Entre otros, me refiero por ejemplo a ciertos aspectos complejos implicados en la COMUNICACIÓN entre las personas. Hablar se habla y mucho, pero en el decir no resulta fácil precisar el mensaje con intenciones y bagajes íntimos incluidos. La captación de ese decir y su comprensión por otras personas sigue complicando las cosas. Por eso, antes de pensar en otras maniobras turbias partimos de un ocultamiento involuntario, quizá aprovechado por algunos.

Por muchas afirmaciones rotundas de supuestos expertos o dicharacheros sin escrúpulos, no acabamos de afrontar debidamente las complicaciones cotidianas. A la hora de plantarnos muchas desorientaciones y su reconversión en prácticas de mayor transparencia, surgen diferentes condicionamientos, cuyo posicionamiento semeja manejos ocultos de un origen no controlado. Su INSTALACIÓN en la manera de conducirnos suele ser lenta y subrepticia. La inercia rutinaria es un cómplice importante en estas desorientaciones, como también lo son las influencias ambientales. Solemos descuidar en exceso las labores preventivas para la obtención adecuada de las capacidades requeridas.


Lo de oculto o no, al fin puede ser sólo cuestión de sinceridad o no, disposición personal para las averiguaciones correspondientes, des esfuerzo formativo propio y de la suerte o destino aplicado al momento. El ocultamiento no se debe en exclusiva a las causas exteriores preponderantes, con frecuencia la PREDISPOSICIÓN es un tanto paradójica, con abundantes factores ligados al denunciante, en huida de sus responsabilidades.


Por lo tanto, también en esto sea conveniente un buen repaso de las aportaciones propias. Ese BAGAJE, además de las escasas luces naturales, puede ser portador de negligencias, malicias y complicidades; sin cuya resolución aclaratoria será prácticamente imposible en la reconversión del proceso.

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