Cuando los espectadores griegos veían una de sus tragedias, sentían tal compasión por el héroe que resultaban purificados por los extremos a los que el personaje se enfrentaba. Asistir al sufrimiento del protagonista y admirar la dignidad con que afrontaba su destino conmovía hondamente al espectador, que anidaba en su alma sentimientos de compasión y entereza. A este baño trágico lo llamaban los griegos catarsis. El sufrimiento ejemplar de los héroes purifica las pasiones; nos hace mejores.
Algo similar siente uno tras ver Delibašić, el maestro de Sarajevo, el documental de Raúl Román (redacción) y Juan Porres (realización) para Informe +. Tal vez convenga citar que estos dos periodistas son responsables de algunos de los más celebrados episodios de aquel Informe Robinson que llegó a la televisión española traído del futuro. En este caso, nos cuentan la historia de Mirza Delibašić, jugador bosnio de baloncesto que formó parte de una de las plantillas más recordadas del Real Madrid, con jugadores como Romay, Iturriaga o Corbalán. Pero aquí no se habla de baloncesto, en realidad; o no solo.
Una chelista removiendo las cuerdas de la tierra, cenizas de papel cayendo mansamente, como nieve quemada, sobre Sarajevo, la luz de las farolas cercada por el tiempo oscuro de la noche… Pasen, espectadores, se nos dice, y asistan a la épica del mundo.
La historia de este deportista parece empezar siendo la propia de ascenso y caída de una estrella del deporte: talento, personalidad, genialidad, cierto desdén por el sacrificio… Hasta que estalla la guerra de Yugoslavia. Ciudadano de Sarajevo, Delibašić vuelve a su ciudad para estar con los suyos. La crudeza de las imágenes de la época nos recuerda que aquello fue real, que cualquiera podía morir en la calle por el disparo de un francotirador, pero, en elegantísima combinación, el lirismo de la mirada del realizador puntualiza el significado que este jugador de baloncesto tuvo para sus vecinos.
El guionista, Raúl Román, habitual narrador de sus documentales, cede el paso a los entrevistados, que van construyendo la historia, al compás de las imágenes y de la música, de un modo coral. Entre ellos, los hijos del propio Delibašić, insignes jugadores del Real Madrid y, sobre todo, Gervasio Sánchez, vuelto aedo contemporáneo. Es así como Porres, imagen, y Román, guion, acaban por configurar un relato épico con las armas que nos enseñaron los griegos: la oralidad y la poesía. La figura del personaje deja de ser la de un deportista para convertirse en la de un héroe.
Pero los héroes no pertenecen a la realidad; son una construcción mental y, por ello, están sujetos a la tiranía de la ficción. Eso no solo no les resta valor, sino que los vuelve trascendentes. La ficción es siempre mucho más valiosa que la realidad, porque nos explica el mundo, nos dice quiénes somos y nos enseña a vivir; mucho más valiosa, pero mucho más exigente.Al final, el héroe siempre paga un precio por su hazaña, nunca sale indemne. La vida se cobra lo suyo, parece decirnos la historia de Mirza Delibašić.
Llega uno al final del Delibašić, el maestro de Sarajevo, como quien ha visto a Edipo arrancarse los ojos. Solo a los grandes hombres les es dada la inmortalidad; solo a los poetas, el don de contar su historia. Y es así como nosotros, espectadores, recibimos el don de la catarsis. Queda en el aire un sentimiento de agradecimiento; y en la memoria, cenizas en la noche.
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