Me dispongo a escribir mi artículo semanal hoy lunes día de Santiago Apóstol, patrón de España. La aparición de su cadáver en el campo de la estrella (Compostela), puede ser algo legendario pero lo que es cierto es que Santiago ha sido considerado nuestro patrón por muchos siglos.
Ahora es cuando su patronazgo parece disolverse entre las cosas nuevas que van surgiendo en nuestro mundo que, a mí, cada vez me gustan menos. Tengo mis dudas acerca de si progresamos o retrocedemos
Cuando me hablan de inventos y descubrimientos creo que vamos hacia un mundo mejor pero cuando veo que crecen los robos y los delitos oque las diferencias entre hombres y mujeres se están desvaneciendo, o que dejan de ser delitos las acciones que siempre se consideraron incorrectas, como por ejemplo la ocupación de viviendas ajenas, los robos y los asesinatos, el mundo en que me ha tocado vivir me parece horrible y fluctuante.
¿Podemos seguir siendo cristianos aquí ahora? Aprendí desde joven que el cristiano es un hombre para los demás, es decir, el que es capaz de darse, de cargar con los pecados ajenos, de estar siempre dispuesto a servir.
Seguramente mis coetáneos mostrarán su rechazo y extrañeza a tales conductas. Lo importante para los que me rodean es el goce inmediato del sexo, del dinero, de la posición, etc. Vamos dejando en manos de misteriosas minorías las grandes decisiones como por ejemplo quienes deben vivir o morir, bien por el aborto o la eutanasia, mientras entonan el estribillo de que “hay que salvar el planeta”.
Si leemos el primer libro de la Biblia, el Génesis, Dios dice que todo lo creado era bueno hasta que aparece Lucifer y todo lo echa a perder y la primera pareja usa de su libertad para seguir al demonio y son arrojados del paraíso.
Esta lucha entre la libertad del hombre y la maldad de Satanás sigue sin tregua, aunque Cristo, el Hijo de Dios, se ofrezca cada día para invitarnos a ser y actuar como cristianos. Depende de cada uno de nosotros la respuesta. ¿Queremos ser cristianos o no?
Nuestra respuesta tendrá consecuencias graves, de ella depende salvarnos para toda la eternidad o condenarnos también para toda la eternidad. Las dos invitaciones siguen abiertas, la de Dios y la de Satanás, en un combate sin pausa. Nuestro patrón, el apóstol Santiago, está dispuesto a ayudarnos si se lo pedimos con seriedad y no solo con cánticos y romerías.
Lo mismo podemos decir de la Virgen María, dispuesta siempre al perdón y la misericordia siempre que la invoquemos con seriedad y no solo con canciones y tamboriles. De nosotros depende el resultado. Seguir a Jesús, a María y a los apóstoles o perder el tiempo en tonterías.
Invito a los que se tomen la molestia de leerme a decidirse por ser cristianos de verdad o seguir empantanados en las arenas movedizas de nuestros enemigos.
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