El informe Crisis Alimentaria 2022 en América Latina, elaborado por Acción contra el Hambre, comienza señalando que nos encontramos ante la mayor crisis del coste de la vida del siglo XXI en la región, provocada por el aumento de los precios de los alimentos, de la energía, de los fertilizantes y del transporte. Todo ello, unido a las crisis que ya afectaban a esta región (los desastres naturales extremos, el movimiento migratorio de personas y los efectos de la COVID-19), hacen de América Latina una de las zonas más afectadas por la crisis alimentaria global en ciernes.
En palabras del director general de Acción contra el Hambre, Olivier Longué: “Ahora, nos damos cuenta de cómo la COVID ha tenido en América Latina, además del altísimo nivel de mortalidad, unas terribles consecuencias sociales. Ni nos lo imaginamos desde España. La economía de los más pobres ha sido laminada de forma implacable, a la falta de ingresos por no poder salir de casa durante meses, se ha sumado la inexistencia de los sistemas de seguridad social que conocemos aquí en Europa. La post pandemia podría ser peor que la propia pandemia."
En América Latina el hambre afecta a 56,5 millones, según datos del último informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo publicado por Naciones Unidas. Asimismo, se presenta como la región del mundo con la mayor brecha de género en inseguridad alimentaria moderada o severa, que ha alcanzado al 40,6% de la población de la región, el porcentaje más alto de los últimos siete años.
El informe señala que hay países como Honduras o Guatemala donde el gasto en la cesta de la compra de las familias vulnerables está en el 85% del total de sus ingresos, cuando en España se encuentra en torno a un 10% y advierte que esta crisis alimentaria global será particularmente aguda para las familias latinoamericanas.
En este contexto, preocupan especialmente los efectos que pueda tener el aumento de los precios de los fertilizantes (el 78% de los fertilizantes utilizados en la agricultura son importados). Considerando que el precio de los fertilizantes incide significativamente en los costos agrícolas (desde cerca del 20% en el caso de arroz, papas y caña de azúcar, hasta el 40% en el caso de maíz amarillo y café), habrá un efecto inmediato en la generación de ingresos de los pequeños productores agrícolas.
Los rostros de la crisis y la migración
En esta coyuntura acuciante, muchas familias han visto mermada la variedad de su dieta, disminuyendo también la frecuencia en los grupos de alimentos. Este es el caso de Patricia Canales, de Honduras. Con el dinero que gana apenas tiene para adquirir frijoles, huevos y un poco de arroz: “No puedo ir a un supermercado y comprar comida porque no tengo dinero, no me da pena decirlo, no desayunamos y no cenamos, solo hacemos el almuerzo para poder subsistir”, afirma.
El precio de la canasta básica alimentaria en Honduras ha aumentado en un 68% el precio del maíz, un 23% del frijol y un 15% del aceite. Para huir del hambre, Patricia se vio abocada a emigrar de forma irregular a Estados Unidos, pero tras varios intentos fallidos que incluso la ocasionaron lesiones, tuvo que retornar a su país.
La responsable de operaciones para América Latina de Acción Contra el Hambre, Benedetta Lettera, reclama: “El momento de actuar es ahora. La región ha enfrentado los mayores movimientos de personas nunca registrados, se han producido desastres naturales de gran impacto y ha sido la zona del mundo más golpeada por los efectos de la pandemia”.
Por último, en este informe se abordan también los problemas de la migración, especialmente en Centroamérica. En una región donde hay más de 18,4 millones de personas desplazadas de manera forzosa (ACNUR), es evidente que dejar tu país, tu comunidad y tu hogar es la decisión que toman muchas familias que no ven otra salida. Los movimientos de personas que se dan en América del Sur y América Central son muy diversos, pero todos tienen en común las mismas causas: el hambre, la violencia y los desastres naturales.
|