No está muerta del todo todavía, como en la película de Seven en la que John Doe mantenía vivo al casi cadáver de un traficante de drogas y abusador de menores (qué casualidad: el narcotráfico genera puestos de trabajo y el que abusa de menores lo hace valiéndose de su fuerza -léase armas-), pues así pasa con la tauromaquia a base de suero económico. Sabemos que es un acto de violencia tan atroz como real. Sabemos que en la sociedad crece de forma imparable la repulsa hacia ella. Y sabemos que si aún sobrevive es sólo gracias a las subvenciones provenientes de dinero público.
Derecha: la tauromaquia en sus delirios y embustes, en este caso de la mano de la Fundación por el Toro de Lidia.
Equiparan al Movimiento Animalista con talibanes que destruyen monumentos. Tal vez en el fondo de esa reflexión subyace que para ellos el toro es un objeto inanimado cual trozo de piedra modelado en forma de bóvido. Sí, establecen esa semejanza producto de su ira al saber que pisan sus arenas sangrientas ya movedizas, de su hipocresía en un desesperado intento de perdurar matando (toros siempre, al animalismo desde hace unos años), y de su bajeza porque hace falta ser muy ruín, cobarde y cruel para llamar cultura a la tortura de una criatura capaz de sentir dolor y miedo, Todo eso hacen pero en ningún momento se comparan ellos mismos con terroristas que torturan y ejecutan a seres inocentes. Y en este último caso haberlas haylas importantes y espantosas similitudes.
La agonía de la tauromaquia es un hecho irreversible, pero no basta con dejar medio vacías las plazas, es necesario llenar los medios, las calles y los parlamentos con la exigencia de Abolición. El silencio de los ciudadanos que rechazan la tauromaquia, aún siendo la inmensa mayoría, de poco valdrá mientras consientan que les metan mano en sus bolsillos para continuar sufragando las pérdidas que la Industria Taurina genera por sí misma.
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