La mañana que empezaron a talar el ficus me cogió precisamente en Triana, en casa de mis padres (actualmente vivo en Las Setas). Había ido para ayudar a mi madre con unas compras cuando ella -quien también estaba al tanto del asunto- me enseño una captura de pantalla en la que se denunciaba que ya habían empezado con las tareas de poda previas a la tala del ficus.
Me sentí morir por un momento, pues no puedo concebir la idea de que se ejecuten árboles en pleno siglo XXI, con el problema del cambio climático, y aun sabiendo la talas previas que se han realizado años anteriores en el que el número de árboles masacrados se cuentan por centenares. Es impactante ver las fotos del antes y el después de lugares de Sevilla, donde hoy es todo prácticamente cemento y calor antaño era verdor, vida y sombra.
»También el hecho de pensar en la cantidad de seres vivos que habitan en los árboles me destroza el alma, la de nidos de aves con posiblemente pollos inocentes, que caerán desde lo alto mientras descuartizan las ramas... Que morirán aplastados... En fin. Un horror total.
»Todo esto me hizo acercarme al ficus esa mañana, donde ya había un pequeño grupo de personas manifestándose, al grito de "No a la tala". Allí permanecí, sentada, hasta que la policía nos hizo levantarnos para que pudiera pasar el elevador de los operarios que empezarían a podar la parte baja del ficus. »Hace muchos años que rescato animales, sobre todo aves urbanas. Me importa mucho la naturaleza y lucho por ella siempre que puedo.
»Yo, realmente, siento que hemos hecho algo muy grande y muy valioso. La repercusión que ha tenido era, justamente, lo que buscábamos, y se ha movido por muchísimos medios. Porque, es cierto, al final, la gente se mueve un poco por el morbo y ¿qué es lo que teníamos que hacer para que se nos escuchase? Porque... esto no hubiera tenido ni por asomo repercusión si no nos hubiéramos subido al árbol. Si nos hubiéramos quedado debajo del árbol con pancartas nos hubieran apartado, como hicieron el primer día que estuvimos allí con las pancartas en el suelo. Si lo hubiéramos hecho de forma "pacífica" el árbol no existiría. Eso lo tenemos claro todos los que hemos conformado este movimiento. Porque, si no hubiéramos ganado tiempo con las horas clave que ganamos, al árbol lo hubieran destruido del todo.
»La gente se mueve un poco por el morbo. Es inusual ver a tres personas subidas a un árbol tan grande, que es el ficus, que no es un naranjo. Yo estoy en paz con ello; que mucha gente se haya movido e interesado por ello. No es lo mismo ciento cincuenta personas con pancartas abajo, que las mismas y otras tantas -como al final ocurrió- subidas en el árbol.
»Las entrevistas en los medios han resultado algo desasosegantes, pero me he sentido bien por ser parte clave en una historia tan bonita. Lo he vivido con cierto estrés. Soy una persona anónima, que no tiene ninguna experiencia en hacer este tipo de cosas. Gracias a nuestra determinación, el pobre árbol todavía sigue allí. Por eso estamos muy contentos y satisfechos con el trabajo hecho entre todos.»
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