Estamos acostumbrados a que el socialcomunismo ponga el foco en horteradas que tapen y distraigan de los muchos y graves problemas de España; unos problemas que son culpa exclusiva de la nefasta gestión del Ejecutivo. Recuerden algunas de las bufonadas del mentiroso, Pedro Sánchez: la estupidez de eliminar la corbata; la cuestión inútil de los escaparates; la memez de la espada de Bolívar; la mentira de las ayudas al campo y a los afectados por incendios, riadas y el volcán de La Palma, por citar algunos.
Sin duda son el origen del desprecio que se ha granjeado entre la ciudadanía y que se traduce en sus visitas para estar «cerca de la calle» engalanadas con improperios varios, insultos de grueso calibre y muestras del rechazo que genera. Un rechazo al que se contrapone la cercanía demostrada por otros políticos, como Díaz Ayuso o Cayetana Álvarez de Toledo; incluso, el propio Feijóo que, presente en la Feria Agropecuaria de Salamanca, se vio rodeado en todo momento de aplausos, parabienes y saludos afectuosos. ¡Alberto Núñez tiene ganada la calle, y seguramente Moncloa, porque nunca hubo quinta mayoría absoluta mala! ¡Ojo, si piensan que lo dicho es porque éste que escribe es cercano o próximo al PP, van de glúteos y cuesta arriba! La única certeza es que lo presencie «in situ» y ante tal evidencia no hay nada que objetar.
Tanto Sánchez como sus «drones» del Consejo de ministros son mentirosos genéticos y carroñeros de la deficiente convivencia, sin que falten doctorados y doctorandos en corrupción e ignorancia; entre las ministras se ve en el día a día y entre los ministros se aprecia lo bien que bufonean en sus intervenciones: todos siguen la consigna de insultar a Ayuso y Feijóo, tal y como lo ha ordenado el psicópata de Moncloa; perfectamente explicada tal psicopatía y sus fases por la ínclita socialista, Rosa Díez. Para tener pruebas de cómo la mentira del Ejecutivo es genética, no hay más que escuchar las meteduras de patas, torpezas e insultos de la vocinglera «portavoza», señora Rodríguez. Hasta su mirada le delata como reina del mentidero socialista y gente de poco fiar.
Otra que tal baila es la «ministra tucán». Ni siquiera sabía qué eran los ERTE cuando llegó al Ministerio y tampoco los supo explicar por su torpeza, a pesar de que Fátima Báñez le había dejado hechos todos los deberes y, gracias a ella, no ha subido el paro inicialmente, aunque después se hayan destruido miles de empleos.Aquel día fue el hazmerreír de España entera y desde entonces nadie le ha tomado en serio tras su nefasta gestión y sus amenazas a la ciudadanía que trabaja y madruga. Esa amenaza se ha extendido ahora a la patronal que, dicho sea, en serio, ni sé cómo la escuchan porque sus planteamientos comunistas son vuelta atrás en décadas y resultado de la indigencia intelectual de la propia vicepresidenta segunda y ministra circense del vulgar socialcomunismo.
¡Hay que ser tonto, muy tonto, para «topar el precio de los alimentos básicos!» Claro que, hablando en plata, jamás en su vida ha tenido referentes dignos, ni en el sindicato, ni en el trabajo, ni en su política en las «mareas» gallegas y ni siquiera en su ámbito laboral. Eso sí, lo de falsificar másteres y títulos que no cursó ya lo llevaba aprendido del Parlamento gallego donde, en más de una ocasión, Núñez Feijóo le arrastró brutalmente contra las tablas.Y si alguien no entiende el sentido figurado, pues que deje de leer este artículo.
Tengo la impresión de que con el tiempo solo ha aprendido la ministra a engordar a los perros y, ya se sabe, si el perro engorda no ladra, ni se mueve. Si no se mueve un perro, ¿se va a mover un sindicalista de la siniestra sectaria y clasista? A ver si empiezan a devolver la parte de los ERE que les corresponde porque dudo que lleguen a devolver lo gastado en lupanares andaluces por parte de algún sindicalista.
Si por algo más destaca el presidente felón es por los muchos asesores que tiene en el Gabinete de presidencia y en todos los ministerios, la mayoría de ellos sin la formación adecuada, pero con ansias de funcionarizarse o vivir del «pancismo» que emana del erario público.¿Le sorprende a alguien la sarta de irregularidades y contradicciones en que incurren el presidente y sus acólitos del Consejo de ministros? No por casualidad se conoce al Ejecutivo como la «macrogranja» donde se limitan a engordarbichos inservibles por adocenados.
A la izquierda le pega mucho eso de «consejos vendo y para mí no tengo». Mientras Pedro Sánchez «El mentiroso» exige dañinos recortes a la ciudadanía, hasta en la electricidad y en el aire acondicionado, él no se priva de nada:Falcon, fiestas privadas, Puma, festivales en el avión presidencial, boda del «cuñao», además de inútiles desplazamientos para hacerse la foto y un largo etcétera. Y todo, claro está, a costa delangustiado y sufrido ciudadano.
Nunca un presidente, no grato para la ciudadanía, había derrochado tanto para resaltar su inútil chulería, su despreciable narcisismo y para afianzar sus habituales torpezas. Pero su despilfarro acabará conociéndose tan pronto como su esperpéntico final lo ponga en su sitio, que no es otro que la calle, esa misma a la que quiere llegar escudándose en la sombra del rey Felipe VI, Díaz Ayuso o Núñez Feijóo.
El colmo del engaño, el fraude y la mentira que le caracteriza se ha puesto de manifiesto en la reunión de Sánchez con su gente en la Moncloa (50 ciudadanos afines al PSOE y alguno repetido). No se eligió a nadie al azar. Todos eran conocidos y algunos altos cargos socialistas. Fue un esperpento típico de cualquier dictador, al más puro estilo Maduro, Petro, Cristina Fernández, Daniel Ortega o los Castro. Una auténtica vergüenza democrática que le hace merecedor de mayor desprecio aún por parte del pueblo.
Volvió a mentir como lo hace en su campaña «fake» de acercarse a la calle y a la ciudadanía. Ya verán cómo el próximo fin de semana nos vuelve a mentir y en su «vuelta a la calle» la ciudanía reiterará el recuerdo a su madre de forma permanente. No hay más que esperar para comprobarlo. La ciudadanía ya se ha organizado para recibirle en la calle como se merece. Al tiempo.
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