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Opinión
Etiquetas | Isabel II | fallecimiento | Reina de Inglaterra | Vida | Ejemplar

Una Reina querida por su pueblo

La vida de Isabel II es un espejo donde hoy puede mirarse nuestro Rey
Jorge Hernández Mollar
sábado, 10 de septiembre de 2022, 08:59 h (CET)

El fallecimiento de la Reina Isabel II de Inglaterra, justo a los ocho días del de Mijaíl Gorbachov, ha originado una conmoción mundial después de haber permanecido siete décadas al frente de la Corona y de la Iglesia anglicana. Biógrafos, periodistas, televisiones, redes sociales describen con detalle los rasgos más características de su personalidad y todos los avatares familiares, políticos o sociales que ha tenido que afrontar a lo largo de su nada fácil reinado.


Sin embargo, conviene resaltar en este momento de exaltaciónde la figura de la Reina de Inglaterra cuál ha sido nuestra contribución al desarrollo de los pueblos y naciones en el mundo. Los españoles con la Corona al frente dejamos en Iberoamérica, a diferencia de la colonización británica (British Commonwealth of Nations), una obra de expansión de España: instituciones, cultura, lengua y naciones. Por esta razón la Constitución de 1812 hablaba de españoles de ambos continentes y no de  colonizadores. Colonización de la que aún sufrimos un vergonzoso vestigio en suelo europeo como es  Gibraltar y que ningún monarca británico ha sido capaz de restituir a España.


Al margen de este borrón en nuestras relaciones, como bien señala el editorialista de un diario de tradición monárquica, a la Reina Isabel de Inglaterra “…siempre le resultó muy difícil de conciliar todos los intereses en juego: mantener a salvo la dignidad de la institución y no alejarla emocionalmente de la sociedad británica”. Todo un ejemplo de saber hacer y profesionalidad  desde su relevante papel como cabeza visible de una gran Nación. Para los españoles no es  aventurado hacer un paralelismo de las dificultades con las que hoy se encuentra nuestro Rey Felipe VI  para defender la dignidad y estabilidad de nuestra monarquía parlamentaria al igual que durante siete décadas lo hizo su “querida tía Lilibeth”.



Hoy, desde el propio gobierno se afrenta y agrede a la monarquía constitucional proclamando un día si y el otro también su republicanismo o intentando deteriorar el prestigio y la dignidad del reinado de Felipe VI sobre la figura de su padre el Rey Juan Carlos.Si a todo esto se le añade el grave enfrentamiento  entre el poder judicial y el legislativo a raíz de la renovación de los órganos judiciales, creo que el pueblo español necesitaría volver a escuchar unas valientes palabrascomo aquellas del 3 de Octubre, en las que hizo una llamada a “los legítimos poderes del Estado para asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones”y que produjeron un gran alivio y esperanza entre los españoles.


Es por eso que la vida de Isabel II como ejemplo de serenidad, rectitud moral y amor a su país es un espejo donde hoy puede mirarse nuestro Rey para afrontar los difíciles momentos por lo que atraviesa España y su reinado.

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En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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