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España se la juega a la ruleta rusa

“La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros.” Anónimo
Miguel Massanet
sábado, 19 de diciembre de 2015, 23:29 h (CET)
A diferencia de lo que sucedía en anteriores ocasiones, en el caso de las elecciones que van a tener lugar este domingo 20 de Diciembre, existen circunstancias que las diferencian radicalmente, que las convierten en más decisivas y que pueden llegar a suponer un cambio radical en la política de alternancia de los dos partidos que tradicionalmente se han ido relevando en el gobierno de nuestra nación desde que España se convirtió en una democracia, bajo la concepción de Monarquía Constitucional: el PP y el PSOE.

Desde que, en noviembre del 2011, la grave situación de España obligó a los socialistas a acudir a las urnas, al verse incapaces de sacar adelanta a la nación; es evidente que la crisis, la especial situación en la que se encontraba el país al borde de la quiebra soberana, los sacrificios a los que debieron someterse los ciudadanos a causa de nuestra propias dificultades económicas ocasionadas, en parte, por la burbuja inmobiliaria que, unida a la crisis mundial que afectó a la mayoría de naciones con las que estábamos relacionados, las quiebras de empresas, los despidos consecuentes, el encarecimiento de la prima de riesgo y la dificultad para obtener financiación foránea; situaron al PP, que tuvo que tomar el relevo fuertemente apoyado desde las urnas, a renunciar a parte de sus propuestas preelectorales para dedicarse, casi exclusivamente, a la ingente tarea de intentar evitar que tuviéramos que ser rescatados por Europa y, acto seguido, empezar a aplicar las medidas, en ocasiones muy a contrapelo de la ciudadanía, para buscar reconciliarnos con una Europa que ya no se fiaba de nosotros y, al mismo tiempo, buscar, siguiendo los consejos que se nos daban desde Bruselas, el medio de reflotar aquella nave que hacía agua por los cuatro costados evitando que, en la maniobra, acabara por hundirse definitivamente.

En este trayecto es evidente y así lo denunciamos cuando hacía falta y era oportuno, que el señor Rajoy y su gobierno ha cometido equivocaciones, ha carecido de la necesaria fluidez informativa, se ha preocupado poco de empatizar con el pueblo, incluso con sus propios votantes y ha adoptado, con respeto al grave problema de la corrupción, una actitud equívoca que ha dado lugar a que, la oposición, que en muchos casos y especialmente en el PSOE, ha padecido del mismo mal, incluso con creces, sacara un importante provecho electoral explotando, hasta la saciedad, las posibilidades que tales hechos delictivos le brindaban de minar la credibilidad de sus adversarios políticos, los populares.

Sin embargo, si hacemos un balance general de esta legislatura, nadie podrá negar (salvo los empecinados en no reconocerlo o en buscarles peros y faltas, incluidos aquellos a los que lo único que les importa es destruir la estabilidad del país, como es el caso de Podemos o de los separatistas catalanes) que el gobierno de Rajoy ha conseguido lo que se podría calificar de un milagro en lo relativo a, en primer lugar, evitar que tuviéramos que ser rescatados por los temibles “hombres de negro” (BCE,FMI, y Comisión europea); en segundo lugar, en un tiempo record consiguió recuperar la confianza de nuestros inversores, de modo que de los más de seiscientos puntos básicos en los que estaba situada nuestra prima de riesgo, se ha conseguido rebajarlos a lo que en la actualidad apenas llegan a los 110; una proeza que ha permitido que los elevados intereses que teníamos que abonar por nuestra deuda pública hayamos conseguido reducirlos sustancialmente, hasta el punto que actualmente deuda emitida a determinados vencimientos tenga interés negativo. La economía está claramente mejorando, las perspectivas de crecimiento han pasado de proyectos a realidades y el paro, el garbanzo negro de la legislatura, hace ya meses que ha entrado en una nueva dinámica de reducción mediante con contrataciones nuevas, incremento de cotizantes a la Seguridad Social y mejora de las perspectivas de trabajo para nuestros jóvenes, uno de los mayores problemas que afectaban y afectan a nuestra nación.

En lugar de reconocerle esta labor al actual Gobierno es evidente que, como suele ocurrir cuando se abate una presa por un cazador, los buitres y las hienas se aglomeran en derredor de la captura con la intención de sacar provecho del trabajo del autor de la captura, sin que cuente para nada su nula colaboración en la cacería de la bestia. Así, gracias al afán de las cadenas televisivas en captar audiencia, aunque fuere a cualquier precio, han ido surgiendo de la nada grupos de agitadores, arribistas políticos, antisistemas y camarillas de presuntos intelectuales, formados, radicalizados y adoctrinados durante un tiempo en países tercermundistas, con los que han colaborado activamente para ayudar a consolidar sus dictaduras; consiguiendo, como es habitual en estas ocasiones, llevar a una nación rica, con abundantes recursos naturales, hasta situarla a mismo borde del abismo económico.

Esta ha sido la labor de Podemos, estos comunistas de nuevo cuño, seudo intelectuales e integrantes de este renacido comunismo bolivariano que tanto mal ha estado haciendo en Sudamérica y que, recientemente, empiezan a tener los primeros reveses, como ha ocurrido con la derrota del peronismo en Argentina, las recientes elecciones en Venezuela (donde la oposición ha tenido unos resultados determinantes contra el dirigente y dictador, señor Maduro) y el evidente acercamiento de la Cuba de los Castro a su vecino país, los EE.UU de América. Y aquí tenemos a los Iglesias, Errejón y Monedero, también salpicados por presunciones de corrupción, que están siendo investigados por la Justicia, que ahora se presentan ante los españoles como monjas ursulinas, presuntos redentores de una España que ellos pintan como si fuera la de 1936 ( dominada por el Frente Popular) mísera, caótica y en pleno caos económico y no una nación perfectamente desarrollada, potente económicamente, en condiciones de competir en los mercados mundiales y, en lo social, una de las naciones occidentales en las que mejor garantizadas están las prestaciones sociales, especialmente dotada de una protección sanitaria gratuita y excepcional ,que es ejemplo para el resto de países de la CE y de los mismos EE.UU , que ya quisieran para sí disponer de una cobertura sanitaria semejante.

En fin, señores, que nos la estamos jugando de verdad y no se trata de un truco inventado por el señor Rajoy para atraer el voto a su partido. Cualquier español que tenga la más mínima sensibilidad social, que sea consciente de lo que suponen nuestras buenas relaciones con el resto de la CE y que no quisiera acabar como Grecia, completamente supeditada al mandato de Bruselas y viéndose obligada a rebajar las pensiones y aplicar recortes, junto a los cuales lo ocurrido en España sólo han sido pequeñas rectificaciones sin importancia; está obligado a reflexionar antes de emitir su voto y, fuere cual fuere su ideario político, tener el pragmatismo de calcular lo que sucedería en una España dividida entre una serie de partidos, sujeta a los intereses partidistas, como sucedió en el Tripartit de Cataluña, y dispuesta a aplicar las mismas políticas que, en sus dos legislaturas, impuso el gobierno de Zapatero, que fueron las que nos llevaron directamente al borde del abismo y la quiebra soberana.

Es obvio que nadie puede desear que la pobreza, que desgraciadamente todavía afecta a demasiadas personas, se haga extensiva al resto de ciudadanos; no precisamente a los ricos, que tienen medios para emigrar si las cosas en nuestra nación se ponen feas, sino a la siempre perjudicada clase media, que siempre es a la que acaban perjudicando los “inventos” socializantes y los despilfarros de los impuestos, en los que acaban las promesas de quienes son fáciles en simular vender la pieza, pero muy lentos en entregarla a quienes la esperan para alimentarse de ella.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tememos que, mañana, puedan salir de las urnas alguna de las cinco balas del Cold con el que algunos juegan a la ruleta rusa, aquellos insensatos que, a cada golpe de gatillo, se juegan la propia vida sólo por la insensatez a la que arrastra la ignorancia o el afán auto destructivo. España precisa paz, orden, seguridad, progreso económico que genere puestos de trabajo y ayude a disminuir el desempleo y, sobre todo, volver a recobrar la confianza en nuestro prójimo, algo que, a causa de los intentos del nacionalismo catalán y las intrigas y soflamas de la izquierda extrema para enemistarnos unos con los otros, parece como si lo hubieran conseguido. Esperemos que la sensatez se imponga a la ceguedad de quienes lo único que desean es poner la bota marxista sobre nuestros cuellos.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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