A lo largo de la historia, los jueces encargados de dirigir los partidos de futbol, han sido objeto de las iras de los hinchas enfebrecidos, que consideran que su equipo ha sido siempre desfavorecido con sus decisiones. Son insultados, reciben objetos arrojadizos y miles de veces han tenido que poner pies en polvorosa, para refugiarse en la caseta o huir de un pueblo escoltados por la guardia civil. Lo de ayer fue otra cosa. Creo que la virtud y la humanidad del cuerpo arbitral ha sido reivindicada por la actitud del trencilla que dirigió ayer un partido de futbol de primera división entre el Cádiz y el Barcelona. La noticia se ha propagado suficientemente por todos los medios, pero merece la pena recordarla ahora. Corría el minuto ochenta del partido cuando el árbitro observó un tumulto en el fondo norte del campo. Se trataba de un problema cardíaco sufrido por un espectador de unos setenta años de edad. La cosa era grave y merecía la atención de los servicios médicos. El árbitro no dudo en parar el juego y apremiar a los sanitarios a que acercaran los desfibriladores a aquella zona del campo para atender a la victima. Durante media hora un silencio profundo acompañó a los 20.000 espectadores y las tres docenas de jugadores y técnicos que, momentos antes, se habían desgañitado defendiendo su club. La escena fue estremecedora. Algún jugador rezaba en un extremo del campo, otros enjugaban alguna lágrima y todos mantenían una actitud angustiada. Finalmente el espectador, una vez estabilizado, fue trasladado al cercano hospital de Cádiz. Seguidamente se reanudó el juego. Que buena noticia la decisión de este árbitro llamado Del Cerro Grande. Ha hecho honor a su segundo apellido. Nos ha hecho olvidar aquellos funestos árbitros famosos por sus desatinos (Babakan y Guruceta entre otros). Ha reivindicado la profesión por su actitud decisiva para salvar la vida del espectador infartado. Y bravo por el maravilloso público del Carranza. (Me niego ha llamarle Nuevo Mirandilla; se han lucido con el nombrecito). Siempre ha sido extraordinario. He vivido con ellos muchos torneos Carranza, De futbol y cartuchos de pescado en la playa. De risas, desfijes de banda y pitidos de los trenes al pasar. De equipos sudamericanos llenos de figuras que después recalaron en equipos españoles. Los gaditanos, además de ser el pueblo con más gracia del mundo, han sabido demostrar que también son solidarios y respetuosos. Otra buena noticia.
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