Las enfermedades cardiovasculares (ECV) siguen siendo, a pesar de la Covid-19, la principal causa de muerte en nuestro país: uno de cada cuatro fallecimientos es debido a la ECV, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Particularmente, la afección conocida como aterosclerosis o acumulación de lípidos a lo largo del tiempo en la pared de las arterias, es responsable del 85% de las muertes relacionadas con las enfermedades circulatorias. La aterosclerosis aparece como resultado de la acumulación de grasa, calcio y sobre todo de colesterol. Así, la hipercolesterolemia o colesterol alto es la principal causa de aterosclerosis y su descontrol en sangre puede contribuir al desarrollo de hasta el 60% de los infartos o anginas de pecho y el 40% de los ictus.
Pese a esto, la hipercolesterolemia es una enfermedad silente que, a pesar de afectar al 50,5% de la población adulta según indica el estudio ENRICA, no provoca ningún síntoma. Incluso cuando ya se ha diagnosticado, a diferencia de la hipertensión, sus síntomas son invisibles, hasta que se produce un evento isquémico, por ejemplo. En este sentido, una encuesta realizada por Cardioalianza -entidad estatal que agrupa a 18 organizaciones de pacientes cardiovasculares- a pacientes que habían sufrido un evento cardiovascular puso de manifiesto que 1 de cada 10 participantes desconocía si presentaba un nivel alto de colesterol LDL en la sangre.
El colesterol es una sustancia grasa (lípido) que transporta la sangre y que está presente en todas las células del organismo. El colesterol se transporta en sangre unido a otras moléculas, formando las llamadas lipoproteínas, entre las que destacan dos: las lipoproteínas de baja densidad (LDL o Low density lipoproteins), y las lipoproteínas de alta densidad (HDL o High density lipoproteins). Tal y como explican desde Cardioalianza, las HDL son las encargadas de recoger el colesterol no utilizado y devolverlo al hígado para su almacenamiento o excreción a través de la bilis, por ello se las denominan “colesterol bueno”. Por su lado, las LDL son las encargadas de transportar el colesterol desde el hígado a todas las células del organismo y reciben el nombre de “colesterol malo” porque su acumulación en sangre de manera persistente puede producir placas de ateroma en la pared de las arterias (aterosclerosis).
En palabras de Maite San Saturnino, la presidenta de Cardioalianza, conocer el nivel de colesterol total constituye un marcador útil para el cribado del riesgo cardiovascular en la población: “Está demostrado que las personas con niveles de colesterol total en sangre de 240 mg/dl tienen el doble de riesgo de sufrir un infarto de miocardio que aquellas con cifras de 200 mg/dl. Así, si los niveles superan 200 mg/dl se aconseja la realización de un estudio más profundo para medir las distintas fracciones de colesterol”, explica.
Falta de control y de concienciación
Desde Cardioalianza señalan dos principales problemas de la hipercolesterolemia: por una parte, la falta de concienciación por parte de la sociedad sobre el riesgo asociado a tenerla; y, por otra, que un alto porcentaje de pacientes con muy alto y alto riesgo cardiovascular no están bien controlados. Respecto a esto último, a pesar de que el tratamiento con fármacos hipolipemiantes (resinas, estatinas, ezetimiba, iPCSK9) en pacientes con ECV establecida disminuye los episodios cardiovasculares mayores y la mortalidad, más del 80% de los pacientes europeos con enfermedad cardiovascular establecida no cumple con los objetivos de colesterol recomendados en las guías clínicas, según los resultados del estudio DA VINCI.
Aparte, el estudio IMPROVE-IT reveló que solo un 37% de los pacientes tratados tras un síndrome coronario agudo alcanzan las cifras objetivo de colesterol LDL. En este sentido, para la presidenta de Cardioalianza, “no puede ser que haya pacientes que, a pesar de estar bajo tratamiento y seguimiento médico, no alcancen los niveles óptimos de colesterol LDL que marcan las guías de práctica clínica. Como pacientes, instamos a la administración que dote tanto a los profesionales sanitarios como a los propios pacientes de las herramientas necesarias para garantizar un buen control del colesterol”.
Ante estos datos, el Dr. Xavier Garcia-Moll, jefe de Hospitalización del Servicio de Cardiología en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, destaca que, “todas las especialidades médicas que tratamos estos pacientes debemos ir al unísono, con objetivos comunes, para reducir el impacto del colesterol elevado, mejorar expectativa de vida y calidad de vida.”
Para mejorar el control de la hipercolesterolemia, desde la entidad representante de los pacientes cardiovasculares de nuestro país requieren:
- Promover estrategias de hábitos de vida saludables en la infancia, que den valor a la necesidad de adoptar una dieta saludable rica en fruta y verduras, así como la práctica regular de ejercicio, para prevenir la aparición de factores de riesgo cardiovascular en la etapa adulta.
- Educar en salud, integrando la prevención en todos los ámbitos (de sanidad, sociales, laboral, del deporte, de educación, etc.). Además de impulsar la creación de campañas y estrategias que promocionen la prevención cardiovascular en general y, en específico, de la hipercolesterolemia.
- Asegurar y facilitar herramientas para la mejora de la coordinación entre todos los agentes involucrados en el manejo del paciente con hipercolesterolemia: tanto profesionales sanitarios (atención primaria y hospitalaria) como los propios pacientes, como corresponsables del cuidado de su propia salud.
- Extender el uso de pautas y terapias farmacológicas que consiguen esta reducción notable en los niveles de LDL como serían las estatinas, su asociación con los inhibidores de la absorción de colesterol y los inhibidores de la proteína convertasa subtilisina/kesina tipo 9 (PCSK9). Los pacientes tienen el derecho de recibir el mejor tratamiento posible.
A este respecto, Maite San Saturnino apunta que “las entidades de pacientes jugamos un rol muy importante como agentes sociales y colaboradores de la Administración y de los profesionales sanitarios en la prevención, que es el pilar principal que hay que abordar para el control de las ECV”.
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