Según diferentes estadísticas, uno de cada seis adultos tiene algún grado de pérdida auditiva, la mayor parte de ellas son mayores de 50, aunque se observa una tendencia creciente en la población más joven. A pesar de ello, una de cada cinco personas afirma que esperaría a que la pérdida auditiva fuese un problema para ponerse un audífono, según el estudio ‘La importancia de la audición: escuchar para cambiar el mundo’, promovido por Oticon, líder tecnológico en el desarrollo de audífonos. Con motivo del Día Internacional de las Personas con Sordera, que tiene lugar el 25 de septiembre, su equipo de audiólogos recuerda que es importante prestar atención a las señales de pérdida auditiva y visitar a un profesional de la audición para que haga una valoración y determine la mejor solución a seguir.
A pesar de que, según la OMS, la pérdida auditiva afecta a más de 400 millones de personas en el mundo con necesidad de ayuda en su rehabilitación, todavía es necesario concienciar sobre la importancia del uso de audífonos. “Debemos tener presente que lo más importante es no perderse nada, el poder seguir conversaciones y asistir a conciertos o al teatro, por poner algunos ejemplos. A pesar de que nuestros oídos tengan dificultades para oír o entender, es importante dar a conocer que existen soluciones que ayudan en caso de pérdida auditiva como los audífonos e, incluso, que son capaces de hacer que el cerebro trabaje de forma más efectiva, ya que estas soluciones pueden proporcionar toda la información sonora a su alcance gracias a Brainhearing”, explica Jose Luis Blanco, jefe de Audiología de Oticon. Según el estudio de Oticon, un 2,9% de los jóvenes entre 18 y 24 años no se pondría un audífono en ningún caso.
En cuanto a las cualidades de los audífonos determinantes para decidir llevarlos, lo que más valoran los encuestados por Oticon es que sean cómodos y efectivos en el 66% de los casos. “A día de hoy existen soluciones personalizadas e individualizadas que se adaptan a las necesidades de cada persona y a su día a día, como a la participación en actividades y espectáculos o al seguimiento de conversaciones a través del ordenador o el teléfono”, afirma Blanco.
Una vez realizadas las pruebas audiológicas y determinado el grado de pérdida auditiva, el audioprotesista preguntará sobre el estilo de vida y las preferencias de diseño para ofrecer la mejor solución que se adapte a la audición de cada persona y que además ayuden al cerebro a recibir toda la información sonora. En este sentido, el 64% de los encuestados priorizaría la calidad del sonido si tuviera que ponerse un audífono, el 15,7% priorizaría el precio. “Esto va un poco en contra de la falsa creencia que existe en torno a los audífonos de que son dispositivos caros e inalcanzables. Al final lo que una persona valora en ellos es que ofrezcan una buena calidad de sonido para oír y entender lo mejor posible”, sostiene Blanco. En cuanto a los accesorios y aportaciones tecnológicas de los audífonos, lo que más tendrían en cuenta los encuestados es que pudiera gestionarse desde un Smartphone a través de una app, poder realizar llamadas manos libres o conectarse a través de una tecnología que ya conocen, tipo Bluetooth.
Poner solución a la pérdida auditiva
Hay que tener en cuenta que una pérdida auditiva no tratada puede hacer que el cerebro no funcione como debería al no tener acceso completo a toda la escena sonora. “Esto puede derivar en una serie de consecuencias como el aislamiento social y la depresión, en un equilibrio deficiente y mayor riesgo de caídas, en un deterioro cognitivo acelerado o, incluso, en demencia o Alzheimer”, comenta Blanco. Por ello, es importante prestar atención a las señales de pérdida auditiva y consultar con un profesional en caso de presentar alguno de ellos de forma persistente:
- Cuando estamos en la calle y nos cuesta reconocer de dónde proceden los sonidos.
- Cuando sentimos que las personas de nuestro entorno murmuran o hablan bajo.
- Si tenemos más cansancio de lo normal después del trabajo.
- Tenemos dificultad para recordar las conversaciones.
- Tenemos problemas para reconocer las voces, sobre todo en reuniones.
- Si tenemos que subir el volumen del televisor, la radio o el teléfono.
- Cuando nos tienen que repetir lo que nos dicen.
- Si tenemos que fijarnos mucho en los labios de la persona que nos habla.
- Cuando dejamos de escuchar sonidos cotidianos como el piar de los pájaros, el tic tac del reloj o los pasos de alguien cercano.
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