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​11 de octubre: Día de la Patagonia

Es un territorio excepcional y abundante en recursos naturales y genuinamente rico, por el valor y la diversidad de su gente
Bruno Sabella
martes, 11 de octubre de 2022, 09:40 h (CET)

Se conmemora el Día Nacional de la Patagonia en Argentina. En este recorrido histórico me propongo responder algunas preguntas: ¿Cómo surgió la Patagonia y qué representa? ¿Cómo ocurrió el proceso de conquista del territorio patagónico? ¿Por qué es una región con una gran diversidad cultural?


1 Patagonia Simbolo Cerro Fitz Roy


Es difícil describir a la Patagonia. Pueblos originarios, colonizadores, exploradores, misioneros, inmigrantes. Glaciares, mar, montañas, ríos, lagos y arroyos.Tierras aptas para cultivos, extracción de minerales, pesca, energía eólica, bellezas naturales y destinos turísticos únicos en el planeta. La Patagonia argentina es un territorio excepcional y abundante en recursos naturales y genuinamente rico, por el valor y la diversidad de su gente. Un territorio reiteradamente referido, creado e interpretado, la Patagonia constituyeuno de los espacios geográficos y culturales más incansablemente escritos y vueltos a escribir por cronistas y escritores a lo largo de la historia.


“La Patagonia, esa tierra inhóspita y desolada, eternamente barrida por el viento, es la página en blanco en la que los hombres han escrito una historia hecha de sueños y adversidades, de utopías y fracasos. Las aventuras de intrépidos navegantes y conquistadores, de exploradores acechados por piratas y corsarios; los enfrentamientos entre indios y blancos; las peripecias de fugitivos de todas partes del mundo y de los abnegados colonos que llegaron en busca de tolerancia y prosperidad, dibujan sobre las desérticas mesetas un mapa de desafíos, sangre y quimeras”

“Barridos por el viento”, Roberto Hosne.


El 11 de octubre es el día Nacional de la Patagonia en Argentina. Fue declarado por el Congreso Nacional a través de la ley número 25.394, sancionada el 30 de noviembre de 2000 y promulgada el 3 de enero de 2001. Es una fecha especial en el país, la cual recuerda la creación del Gobierno del Territorio de la Patagonia el 11 de octubre de 1878. Por entonces el presidente Nicolás Avellaneda sancionó la Ley 954, creando dicha jurisdicción y estableciendo la sede de las autoridades en la localidad de Mercedes de Patagones, hoy ciudad de Viedma. “Desde el océano por el Este, hasta la Cordillera por el Oeste, y desde los ríos Negro y Neuquén por el Norte hasta el Cabo de Hornos por el Sur”.Seis años más tarde, en 1884, la Patagonia fue dividida en cinco gobernaciones: Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.


Transcurría el año 1903 cuando el Perito Francisco Moreno cedió a la Nación tres leguas cuadradas (unas 7.500 hectáreas) de su propiedad ubicadas en cercanías de Laguna Frías y Puerto Blest, al oeste del lago Nahuel Huapi, para que “sean consagradas como parque público natural”, según escribió en la carta de donación fechada el 6 de noviembre de ese año. Fueron estas tierras patagónicas las que dieron la idea original para los Parques Nacionales argentinos.Con el paso del tiempo la donación fue aceptada y ampliada en territorio, llegando a las 785.000 hectáreas. Así, el 8 de abril de 1922 se creó el Parque Nacional del Sur que en 1934 se transformaría en el Parque Nacional Nahuel Huapi.


¿Cómo surgió la Patagonia y qué representa?


“La Patagonia es el último paisaje de la mente. Al igual que Siberia y el Sahara, se ha convertido en una metáfora de la nada y la extremidad. Sus fronteras se han extendido más allá de los límites políticos de Argentina y Chile para abarcar una idea evocadora de lugar. Un vasto triángulo en el extremo sur del Nuevo Mundo, esta región de estepas áridas, picos altísimos y vientos feroces estaba poblada por pequeñas tribus de cazadores-recolectores y nómadas cuando Fernando de Magallanes tocó tierra en 1520. Un momento fatídico para los nativos, este fue el comienzo de una era de aventura y exploración”

“Patagonia: A Cultural History”, Chris Moss. 


2 Mapa Antiguo Patagonia


La Patagonia tiene un poblamiento inicial de una antigüedad aproximada de 13. 000 años y una colonización surgida de un proceso complejo que comienza a fines del Pleistoceno, cuando las grandes masas de hielo empiezan a retirarse y el clima se vuelve más favorable para la instalación humana. A partir de allí, se suceden distintas etapas en la historia sociocultural de la Patagonia, previa a la llegada de los europeos. 


La llegada a América de los primeros pueblos procedentes de Asia habría ocurrido hace 70.000 años. Por su parte los estudios arqueológicos realizados en las cuevas de la Patagonia meridional demuestran que ya había seres humanos en la región hace más de 10.000 años, y en las orillas del canal Beagle, hace más de 6.000 años. Por ejemplo, los yámanas o yaganes – yámana significa “gente” – ocuparon la margen norte del Canal Beagle desde aproximadamente el 4.000 a.C., y desde allí se extendieron hasta el mítico Cabo de Hornos. 


Los habitantes originarios ocuparon los territorios patagónicos desde tiempos ancestrales. En la provincia de Santa Cruz, la Cueva de las Manos, tiene unos 12 mil años. Los descendientes de los pueblos originarios no hablan de “tierras”, con su exclusivo sentido económico, sino que se refieren a “territorios”, con su valor de cultura, costumbres e historia. 


¿Qué representa la Patagonia? Todo depende desde qué lugar nos “imaginemos” a la Patagonia.  A lo largo de la historia, la región patagónica ha despertado un gran interés en exploradores, científicos, escritores y aventureros de todas partes del planeta. Es una región única en el mundo. No solamente por sus paisajes, su fauna y flora autóctona, sino también por sus historias, mitos y leyendas. La Patagonia representa muchas cosas en nuestro imaginario colectivo: viento, belleza, amplitud, soledad, desierto, naturaleza. Y la lista podría continuar. 


Al igual que América Latina, la Patagonia ingresa al relato occidental como una desmesura observada por ojos imperiales y dicha por la lengua colonial. Nos podemos remontar a las crónicas del italiano Antonio Pigafetta, el cronista de la expedición de Fernando de Magallanes, cuando en 1520 “descubrió” el estrecho que hoy lleva su nombre. Antonio Pigafetta, en su diario del 19 de mayo de 1520, inicia esta saga patagónica, ya que en las anotaciones correspondientes a ese día da cuenta su llegada a lo que hoy es Puerto San Julián, que él mismo fija en el 49º 30′ de latitud meridional. Allí conocerá al habitante del lugar a quien describe como un “hombre de figura gigantesca”, dando inicio a la leyenda del gigante patagón. Dice Pigafetta: “Este hombre era tan grande que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura” y dice, también, que es Magallanes quien le da a este pueblo el nombre de patagón.


La Patagonia se construye discursivamente como una distancia intersubjetiva, relativa e histórica. Podemos pensarla como un territorio, pero también como una comarca cultural, un domicilio existencial, una geografía imaginaria, una región geocultural, y un lugar de enunciación. 


El primer pueblo español de la Patagonia


En Cabo Vírgenes, en la provincia de Santa Cruz, se estableció el primer asentamiento de origen español en la Patagonia. En la actualidad, no hay restos visibles del asentamiento, sin embargo, un monolito conmemora el hecho histórico. Fue el explorador español Sarmiento de Gamboa, quien, en 1584, fundó la ciudad del Nombre de Jesús. En los últimos años, los restos arqueológicos del antiguo asentamiento han sido hallados y excavados. Se trata del cementerio de colonos españoles más austral y antiguo del territorio argentino. Es el mayor indicio hallado hasta el momento de la primera fundación española de la Patagonia.


Los expedicionarios llegaron a Cabo Vírgenes el 4 de febrero de 1584, fundando el asentamiento “Nombre de Jesús”, el once del mismo mes. En marzo del mismo año, Sarmiento de Gamboa fundó una segunda ciudad, “Rey Don Felipe”, dentro del estrecho de Magallanes, muy cerca de la actual ciudad de Punta Arenas en Chile. Un grupo de 338 personas llegaba a su destino para enfrentar la tierra patagónica. “Enfrentar” es la palabra exacta, pues se estableció una lucha contra el frío, el viento constante y la escasez de alimentos, a lo que se sumaban incidentes ocasionales con los indígenas.


Conocemos el desenlace de la tragedia por diversas fuentes, especialmente por el inglés Francis Pretty, que participó en el viaje alrededor del mundo de Thomas Cavendish, y por dos testimonios de un sobreviviente de la expedición, Tomé Hernández, que sería rescatado por Cavendish en enero de 1587. Restaban unos veinte pobladores cuando en un confuso incidente Cavendish rescató únicamente a Hernández. El resto de los colonos de la expedición fallecieron de frío e inanición. 


Tierra de exploradores 


“Todo aquí despierta nuestras emociones más profundas: a veces es la tristeza de sus llanuras; o el magnífico caos de sus montañas.” Ramón Lista.



Desde la llegada de Fernando de Magallanes en 1520 al estrecho que hoy lleva su nombre, cientos de exploradores de todo el mundo llegaron a la Patagonia. Muchos de ellos lo hicieron en busca de aventuras, inspirados por la remota “Terra Australis Incognita” (Tierra desconocida del sur), otros llegaron en busca de nuevos saberes y conocimientos. Desde que Occidente conoció la Patagonia, la región ha sido un territorio inquietante. El inmenso territorio atrajo las miradas de los europeos, quienes quedaban cautivados por las historias y leyendas de la Patagonia. 


La tierra de mesetas infinitas no solo atrajo a los aventureros románticos, sino también a los buscadores de oro, cazadores de lobos marinos y saqueadores de la tierra. Muchos fueron los europeos que navegaron por los mares del “fin del mundo”, entre los más destacados, se encuentran Alonso de Camargo en 1539, Juan Ladrillero en 1557, Francis Drake en 1578, Sarmiento de Gamboa en 1579, Thomas Cavendish en 1587, Ricardo Hawkins en 1494, Oliverio van Noort en 1599, y más adelante Bouganville, Dumont d’Urville, Malaspina, James Cook, Robert FitzRoy y muchos otros.


3 Indios Tehuelches de Patagonia


En 1870, en una caravana con los indios tehuelches, el explorador inglés George Musters recorrió 2.700 kilómetros desde la desembocadura del río Santa Cruz en la Patagonia austral, hasta Carmen de Patagones, en la desembocadura del río Negro, que marca el límite norte del territorio patagónico. Musters escribió el libro “At Home with the Patagonians” (Vida entre los Patagones), en donde relata todo el viaje a través de la Patagonia acompañando a los tehuelches. La travesía realizada por Musters hace más de un siglo hizo acreedor al viajero inglés de calificativos como “El Marco Polo de la Patagonia”, “The King of Patagonia” y “El Livingston sudamericano”. En homenaje a su legado, varios lugares de la geografía patagónica llevan su nombre.


Los exploradores de la Patagonia no fueron solamente europeos, sino que también muchos fueron argentinos. Cada uno de ellos dejó su huella en la Patagonia y muchos incluso dejaron plasmado en sus crónicas viajeras valiosas historias que nos transportan a otra época del sur. La dedicación de los exploradores argentinos no tiene límites, ningún sacrificio era demasiado grande para ellos. El amor por el territorio nacional los caracterizaba y los unía la inspiración de ir más allá de lo conocido.


Francisco Pascasio Moreno, más conocido como el “Perito Moreno”, fue el explorador argentino más emblemático de la Patagonia. No solamente fue un viajero y explorador, sino que también fue un hombre con un profundo amor y respeto por la tierra. Un defensor de la Soberanía Nacional y un auténtico patriota. Nació en Buenos Aires el 31 de mayo de 1852, hijo de Francisco Facundo Moreno Pisillac, un porteño patricio que acababa de regresar a la Capital, después de la Batalla de Caseros, tras haberse exiliado en Uruguay, a raíz de la dictadura de Juan Manuel de Rosas.


Por encargo de la Sociedad Científica Argentina exploró la Patagonia desde Carmen de Patagones, por el valle del río Negro y el Limay, hasta el lago Nahuel Huapi y la cordillera de los Andes. En julio de 1874, el Ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Carlos Tejedor encomendó a Moreno una nueva misión de exploración en la Bahía Grande de Santa Cruz, donde los chilenos habían levantado un caserío. A partir de ese momento, las misiones del perito Moreno tendrían por objeto tanto asegurar la soberanía argentina.


Gracias a la intervención del perito Moreno, Argentina obtuvo cuarenta y dos mil kilómetros cuadrados en disputa con Chile. Fue tan determinante su labor, que el propio Sir Thomas Holdich, el árbitro inglés, le dijo: “todo cuanto gane el pie argentino al oeste de la división continental se deberá enteramente a usted”. Su intervención fue crucial, también, para que los colonos galeses de la Patagonia aceptaran vivir bajo la soberanía argentina. Moreno también fue un notable impulsor del scoutismo en la Argentina y el artífice de la primera cumbre presidencial entre Argentina y Chile, que tuvo lugar, ya superado el conflicto fronterizo, el 15 de febrero de 1899, entre los presidentes Julio Argentino Roca y Federico Errázuriz Echaurren, en el estrecho de Magallanes.


Perito Moreno también reconoció el río Santa Cruz hasta sus fuentes, viaje en el cual descubrió el lago San Martín. Posteriormente retornó a la Patagonia y emprendió una nueva expedición por la zona de los lagos. Por sus conocimientos acerca de la región andina austral, fue designado perito de la comisión de límites entre la Argentina y Chile en 1902. Las valiosas colecciones científicas reunidas en sus viajes las donó para constituir el Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires, del cual fue nombrado director.


Sobre esta base se creó, en 1884, el Museo de La Plata, con nuevas colecciones donadas también por Moreno. Algunas de sus obras: Viaje a la Patagonia austral; Viaje a la región andina de la Patagonia; Apuntes preliminares sobre una excursión a los territorios de Neuquén, etc. Luchó denodadamente para concretar su sueño de un gran museo porque consideraba que era una esperanza importante para el futuro del país. Junto a otros hombres de su época, aspiraba a convertir a la ciudad de La Plata en el principal centro cultural y científico de la Argentina. Como otros hombres de su generación, estaba decidido al desarrollo de la ciencia en favor de la patria, y fue él quien decidió llamar a esta institución “Museo de La Plata”, entendiendo que esta nueva institución abarcaría todas las ramas de la Historia Natural.


La conquista de la Patagonia 


"… una vez realizada la gloriosa batida en la llanura, acampadas en triunfo nuestras tropas sobre la margen del río Negro, sin enemigos a retaguardia, aquellos campos se verán libres de salvajes, y las estancias argentinas y de ingleses, que se acercan a Choele Choel, prosperarán tranquilas y seguras, sirviendo de base a nuestros centros de población y trabajo".

“La Conquista de quince mil leguas”, Estanislao Zeballos. 


La disputa por el territorio en la Patagonia argentina se caracteriza por un patrón de ocupación y utilización de los recursos naturales. Esta “expropiación” de la tierra se materializó a través de diversas etapas de luchas y disputas con características diferentes, pero que lejos de haberse terminado, llegan hasta el presente. En el nombre de la “civilización”, el Estado argentino, utilizando diferentes estrategias fue acorralando a los pueblos originarios.


La ley 947 de 1878, llamada la “ley de Empréstito”, permitió al Estado argentino endeudarse para financiar las campañas militares, otorgando títulos públicos al capital privado, para finalmente devolver lo adelantado por medio de la cesión de las tierras conquistadas. El proceso de apropiación privada de los recursos y el territorio se puso en marcha, terminando con la tradicional forma comunal que tenían los pueblos originarios en relación al territorio. De esta manera se extendió la frontera de Argentina y el país ingresó al modelo de producción capitalista. “El agente de ocupación, si lo hubo, fue el ganado, y no el hombre”. El latifundio fue el amo y señor del patrón de asentamiento, apropiación y uso del territorio de la Patagonia.


A partir de la “Campaña del Desierto” de 1879, el patrón de ocupación y utilización del territorio está orientado hacia el beneficio y lucro privado a partir de la explotación de los recursos naturales. Se consolidó un nuevo bloque de poder en la Argentina. Su núcleo estaba en Buenos Aires, pero era parte de una nueva articulación a escala mundial, estrechamente ligada a la Revolución Industrial.


Desde los inicios del siglo XX, la ganadería extensiva en grandes extensiones primero, y la extracción de hidrocarburos después, son dos de los rubros clásicos del modo de ocupación y explotación de las tierras patagónicas. A medida que comenzaban a aumentar las necesidades exportadoras, fue necesaria una ampliación de los territorios dedicados a la ganadería. De esta manera, en la segunda mitad del siglo XIX al aumentar el mercado internacional la demanda de materias primas y alimentos, Argentina se insertó más decididamente en él, lo cual llevó a una ampliación de sus fronteras. En nombre de la “civilización” y “progreso”, se escondía el verdadero objetivo de ocupar y “conquistar” nuevas tierras para dedicarlas a la producción.


En las últimas décadas del siglo XIX se consolidó el imaginario de que la Patagonia era un territorio lejano, deshabitado y yermo. No es que este imaginario fuera novedoso; desde mucho antes la idea del “desierto” y lo que estaba “más allá de la frontera” eran conceptos habituales tanto en el período colonial, como en los años posteriores a 1810. Lo distintivo a partir del período con eje en 1880 es que esta categoría de “desierto” no fue una simple calificación de lo desconocido, sino una estrategia. No se trataba de un desierto interpretado como tal desde la ignorancia, ni por los datos disponibles: fue una elaboración discursiva, fundamentada en la necesidad de dar un sentido específico al territorio patagónico, a partir de los intereses del bloque dominante consolidado en Buenos Aires.


Este rol planteaba una nueva exigencia: expandir las fronteras. La producción primaria que requerían los mercados externos, en el marco de las provincias históricas, era demasiado limitada. Había una única alternativa: avanzar con ese fin hacia los territorios patagónicos. Pero el cumplimiento de esa empresa no era, por cierto, un proyecto sencillo, porque se trataba de la ocupación militar, la subordinación violenta o la expulsión de las poblaciones originarias, y finalmente la ejecución de un marco legal que permitiera repartir las tierras a los actores sociales funcionales al nuevo modelo económico mundial. A partir de esa necesidad se desarrolló la elaboración y la puesta en práctica de una operación discursiva, cuyo eje era el avance civilizador.


Toda guerra de invasión necesita que el invasor construya, previamente, su enemigo, de modo que cualquier acción se legitimara por la esencia inhumana del adversario. En el caso de la Patagonia, la invasión se legitimó construyendo un adversario que, fundamentalmente, no eran las personas, sino el espacio que lo habitaban: el desierto. Se trataba de conquistar ese desierto y, en tanto aliados del mismo, hacer algo con los grupos humanos que allí se encontraban. La “Campaña del Desierto” fue entonces la planificada creación de un enemigo, categorizado como “el desierto” por lo deshabitado, pero, paradójicamente, representado en los habitantes de ese desierto: los pueblos originarios.


Como saldo de la "Campaña del Desierto", miles de indígenas fueron asesinados, y miles fueron reducidos a la esclavitud, sin mencionar las enfermedades contraídas por el contacto con los blancos, que acentuaron la mortalidad de los indígenas sobrevivientes. Caminatas forzosas por más de mil kilómetros trasladando a los prisioneros, matanza de niños y mujeres, emplazamiento de campos de concentración alambrados, son sólo algunas de las atrocidades cometidas por el Estado argentino. Fue uno de los genocidios más atroces de la historia de América Latina.


Los gentilicios designan una cartografía simbólica determinada por el Estado, una topografía de la nación que introduce y actualiza, en diferentes contextos, una tensión histórica: la que se da entre la ciudadanía nacional y la regional. Así como la Patagonia ingresa tardíamente a la cartografía política del país como parte de su territorio nacional, sus habitantes también acceden tardíamente a sus derechos de ciudadanía y carecen de derechos políticos plenos hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando se produce la provincialización de los territorios, comienzan a sancionarse las respectivas constituciones y, en 1958, se realizan las primeras elecciones directas para gobernador.


Habitantes de la nación, convertidos tardíamente en ciudadanos, los patagónicos constituyen su identidad, como devenir, en el marco de un diseño de los espacios territoriales e imaginarios hegemonizado por autoridades políticas y discursivas históricamente centralistas, que esbozan las cartografías simbólicas, sus formas y fronteras imaginarias, desde una geometrización de los espacios ligada al poder del Estado y a sus políticas de estiramiento territorial y de captura de flujos de todo tipo.


El carácter transnacional del sur argentino y chileno puede constatarse, entre otros hechos, por las semejanzas en la cronología histórica y política fundante en la incorporación del territorio a los respectivos proyectos nacionales. Tal como señala con contundencia el escritor Julio Leite, “la colonización en la Patagonia no es centralmente española; la colonización del sur, de uno y otro lado de la frontera, fue la crueldad. Mientras que Julio Argentino Roca realizaba la Conquista del Desierto en Argentina, Cornelio Saavedra “pacificaba” la Araucanía en Chile”.


Efectivamente, las llamadas Campaña del Desierto y Pacificación de la Araucanía fueron las dos campañas militares paralelas que le permitieron a los Estados argentino y chileno apropiarse violentamente del espacio patagónico. Ambas, más que acontecimientos independientes, son parte de una trama social ligada al programa expansivo de una élite que desea tanto construir la ley del Estado, sus nuevos espacios jurídicos y su cuerpo ciudadano. Tanto la preexistencia de numerosos pueblos indígenas en la Patagonia como su minimización, silenciamiento y negación son hechos compartidos por la historiografía del sur argentino y chileno que comparte como región, según Julio Leite, “una geografía similar, una historia en común, lazos sanguíneos que nos unen y los mismos olvidos”, esos que demuestran que la memoria es un espacio de lucha política.


Al igual que América Latina, la Patagonia nace como frontera con una violencia doble de contacto intercultural y violencia etnocéntrica. Su escena inaugural puede leerse en Primer viaje en torno del globo, donde Antonio Pigafetta narra, por vez primera, la llegada de los europeos a la región en 1520, en la expedición de Fernando de Magallanes. El viajero y cronista italiano inaugura la idea del gigantismo de los indígenas patagónicos, asociados desde entonces tanto al nombre como a las extensiones del lugar, que de allí en más lleva, tal como señala el escritor Ernesto Livon-Grosman, “la doble marca de la exageración”.


Con la expedición magallánica, no solo comienza a desarrollarse una gramática de la mirada colonial respecto del lugar y sus habitantes, sino también una política de nominación, y consecuente invención y traducción de la región, para el consumo y control material y simbólico europeo, según sus modos de comprender y habitar el mundo. Luego de Pigafetta, son los historiadores de Indias, López de Gómara y Fernández de Oviedo, quienes se encargan de formular las legitimaciones discursivas para la subalternización de los habitantes del sur, a quienes nunca vieron y sobre quienes echarán a rodar la leyenda y forjarán un mito de salvajes, de gigantes y caníbales. Los efectos de verdad de estas imágenes, así como los dispositivos de enunciación que instalan predicaciones negativas y deformantes dela Patagonia, se inician con la narrativa fundacional europea, participan de su definición literaria y política y son retomados y reformulados para representar la región como una frontera interna a conquistar para el ingreso a la modernidad y la definición y organización del país como una nación civil.


De un modo complejo, el control territorial de la Patagonia se articula con otras lógicas e intereses sociales en el marco de un proyecto de construcción de una ciudadanía política pero también económica y cultural. Los pueblos preexistentes a los Estados nacionales fueron víctimas de un genocidio fundante, cuya violencia tuvo plurales efectos. Simbólicamente, sobresalen el silencio historiográfico y el discurso de la extinción que simplifica el proceso histórico de construcción del Estado nacional y colabora en la elusión de responsabilidades. Parte de ese discurso de silenciamiento y negación asocia los pueblos indígenas con el atraso, el exotismo, el anacronismo, la inferioridad y la desaparición.


Para David Viñas, autor del libro “Indios, ejército y frontera”, la Campaña del Desierto representa el “necesario cierre”, “el perfeccionamiento natural”, o la “ineludible culminación” de la conquista española en América. La campaña es en nuestro territorio la etapa superior de la llegada del hombre blanco a este continente, una suerte de completitud necesaria para sellar a fuego el proyecto liberal y terminar con ese Otro extraño, improductivo y no homogeneizado a las reglas del capital y del nuevo ordenamiento mundial que se tenía trazado para este confín del mundo. 


La tierra de los “gauchos” 


“Mi gloria es vivir tan libre como el pájaro en el cielo, no hago nido en este suelo”

Martín Fierro, José Hernández.


4 Gauchos de la Patagonia



Hablar de la Patagonia es hablar de los gauchos. Rechazados por la sociedad, se convirtieron en hombres rudos y libres que deambulaban a caballo en paisajes interminables. Se decía de ellos que no tenían padre ni madre sino las pampas. La figura del gaucho nace en la Pampa Oriental a mediados del siglo XVIII, exactamente en 1760, cuando se conoció por primera vez la palabra “gaucho”. El gaucho es una persona reservada al que no le gusta hablar mucho con desconocidos. No siempre tuvieron una buena reputación. Identificado como un salvaje aislado del mundo y de la sociedad, el guacho es un nómada a caballo que vive en soledad, antagonista de la convivencia social y la ley. En el siglo XVII, eran más propensos a ser ladrones de caballos o vagabundos. Antes de 1856, Argentina era un grupo de provincias en las que los gauchos vivían libremente, principalmente criando ganado en los vastos territorios de la pampa.


El amor por la música, la poesía y la naturaleza, también refleja el alma noble del gaucho. Con los años, el gaucho se convirtió en un personaje épico de la historia argentina. Según la tradición, el gaucho es honesto, no tiene que robar, ni utilizar la violencia, y tiene que conseguir sus cosas por su trabajo. Tiene que ser noble, tener valor y lealtad. Además, debe ser fiel a su tierra y a su clima, donde el viento siempre lo acompaña. La soledad del gaucho es legendaria y su coraje ejemplar. Hombres valientes a los que Domingo Faustino Sarmiento valora por el conocimiento íntimo que tenían de estas tierras australes que eran conocidas como “tierras sin hombres, tierras de nadie”. Podían seguir huellas de animales y encontrar refugio para pasar una noche. El gaucho se convirtió en un símbolo de la Patagonia. El gaucho representa la “libertad”. ¿Quién no ha soñado con estar a caballo en medio de la nada, solo, alejado de toda actividad humana, solamente acompañado por un compañero fiel, un caballo?



La diversidad cultural de la Patagonia


Desde mediados del siglo XX ocurrió un crecimiento demográfico acelerado en la Patagonia. Los pueblos pertenecen a distintas etnias, culturas y naciones que, en el presente, complejizan la definición identitaria de los patagónicos. El narrador Juan Carlos Moisés, señala que “la diversidad cultural es inmensa”. También acude a la enumeración para dar cuenta de una lista profusa y heterogénea de herencias culturales que crece exponencialmente en la Patagonia: “Ahí están los descendientes de los pueblos originarios como una forma de la resistencia, y los rasgos culturales de galeses, gringos, gallegos, asturianos, vascos, andaluces, catalanes, aragoneses, lituanos, italianos, alemanes, polacos, portugueses, árabes, chilenos, judíos, croatas, holandeses, bolivianos, etc., pero también de catamarqueños, puntanos, cordobeses, jujeños, porteños, y muchos más, y asimismo todos imbricados en el cuerpo social que se entrecruza y multiplica sin pausa”.


La multiplicidad cultural enriquece y problematiza la definición de la Patagonia como espacio de pertenencia y domicilio existencial. Para los inmigrantes, del interior del país o del exterior, “seres venidos de distintas provincias y países”, según la expresión del Julio Leite, la región es también plural no solo por sus diversos orígenes, sino también por los diferentes propósitos y coyunturas de sus desplazamientos territoriales.


El escritor Raúl Artola Destaca que  el crecimiento de la población en la Patagonia es un claro índice de la multiplicación de relaciones, negociaciones y conflictos que se dieron en la región, por ejemplo, para abrir una picada y luego construir caminos, físicos y simbólicos, entre mesetas, montes, mallines, cordillera y playas, entre “gallegos”, galeses, tehuelches, mapuches, selk'nam, chilenos, italianos, siriolibaneses, alemanes y sus descendientes, y un montón de etcéteras que, además, nutrieron y nutren al imaginario de esos protagonistas y donde, en primer lugar, está el reservorio de la cultura universal y nacional que latía y late en todos ellos.


Uno de los procesos migratorios más emblemáticos de la Patagonia fue la colonización galesa en la provincia de Chubut. Sometidos por los ingleses, los galeses dejaron su patria en busca de un lugar donde poder hablar su lengua libremente, practicar su fe, así como también mantener su cultura y sus tradiciones. Existe una gran admiración por la comunidad galesa en Chubut. No solamente por el legado cultural, sino también por la contribución en el plebiscito histórico de 1902.


5 Inmigración Galesa


Los pobladores galeses, en el marco de las disputas fronterizas con Chile, decidieron optar por la nacionalidad argentina por sobre la chilena. Los primeros colonos galeses llegaron a la Patagonia hace 157 años. El 28 de julio de 1865 llegó a las costas de la provincia un barco llamado “Mimosa”, el cual traía a los primeros pobladores galeses a la Patagonia. Después de más de cien años, el legado cultural continúa presente en Chubut.Se reconoce a los inmigrantes galeses como auténticos defensores de la Soberanía Nacional.


Cuando el Presidente Julio Argentino Roca visitó la comunidad en 1899 reconoció este hecho histórico y les dijo a los galeses: “Ustedes no solamente lucharon contra el clima duro y la naturaleza cruel, sino que también contra un enemigo mucho más poderoso, el cual es la soledad y la desolación. Solamente por eso se merecen la gratitud de nuestra Nación.” 


La política oficial de la Argentina desde 1860 fomentaba la radicación de inmigrantes europeos. Esta política se incrementó especialmente después de 1880, una vez finalizada la campaña militar de Julio Argentino Roca. Fue en aquel entonces cuando se dictaron las leyes 1532 de Territorios Nacionales y la Ley del Hogar de 1884 para fomentar la radicación de migrantes europeos. El Gobierno Nacional concedía pequeños lotes de tierras para la explotación agrícola, además de asegurarles la libertad de culto y asociación.


Uno de los procesos migratorios menos conocidos de Argentina ocurrió en la Patagonia también: la llegada de los colonos bóers provenientes de Sudáfrica. La llegada de los bóers tuvo lugar entre 1902 y 1907, cuando alrededor de 650 familias llegaron a la provincia Chubut, provenientes de Sudáfrica. La razón de la llegada a estas tierras lejanas se debió al conflicto con los colonizadores británicos en 1902, en el cual los bóers fueron derrotados. El resultado de la guerra Anglo-Bóer, la cual se extendió entre 1899 y 1902, fue la anexión a la corona británica de las repúblicas independientes de Orange y Transvaal.


El proceso migratorio de la colectividad de los bóers en Chubut se caracteriza por ser una migración planificada de grupos familiares que llegaron en tres oleadas. El primer grupo arribó en 1902 y estuvo formado por unas pocas familias. Los otros dos contingentes llegaron en 1903 y 1904, respectivamente. La historia de los bóers representa un auténtico ejemplo de la diversidad cultural y el crisol de razas de la Patagonia. Después de más de 100 años de la llegada de los bóers a Chubut, la comunidad sigue existiendo, así como también su legado cultural.


En este marco, las distintas migraciones y el crecimiento poblacional de la región patagónica en los últimos años, complejizan cualquier tipo de análisis que intente definir una identidad. Sin embargo, junto con el reconocimiento de esta dificultad, la diversidad cultural de la Patagonia es un factor favorable para el ejercicio de una mirada crítica y universal de la realidad.


2 Paisaje de la Patagonia


La población de la Patagonia se estima en unos 2,7 millones de habitantes, que en relación a la extensión territorial equivale a la tasa poblacional más baja de Argentina, poco más de dos personas por kilómetro cuadrado.Con una superficie de 1,7 millones de kilómetros cuadrados, la Patagonia abarca casi la mitad del país. En la actualidad, la Patagonia está atravesada por diversas problemáticas territoriales, que incluyen, desde el acaparamiento de tierras, el conflicto con los pueblos originarios (tehuelches, mapuches), la megaminería a cielo abierto, la explotación del gas y del petróleo, los emprendimientos turísticos y los conflictos con propietarios millonarios, generalmente extranjeros, que cierran el acceso a espacios públicos.



El escritor patagónico Julio Leite sostiene que “esta mixtura de culturas, este vivir al principio o al fin del mundo, este permanecer y mirar desde el extremo del embudo, nos hace tener una visión más universal”. La reflexión de Leite nos aporta una visión optimista de la Patagonia, tal vez después de todo, no sea solamente esa tierra olvidada, lejana y desolada, sino también, un lugar donde el crisol de razas y la diversidad cultural, promueven valores como el respeto, la solidaridad y el amor por la tierra.

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Saludos cordiales mis muy queridos lectores. En primer lugar, quiero desearos unas muy felices fiestas acompañados de vuestros seres queridos y mis mejores deseos para el año que se avecina. Hoy, les comparto una charla que tuve con la maravillosa artista Concha Eguidazu Jordano en la presentación de su primera obra en solitario “Renacer” en el espacio UCOCultura de la ciudad de Córdoba, España.

El plazo de inscripción de propuestas para la XXI edición de MADferia concluyó el pasado 2 diciembre con 1050 espectáculos presentados. En cuanto a géneros, el 54% de las propuestas recibidas es de teatro, el 22% de danza, el 11% de circo, el 4% de teatro musical, el 2% de performance, y un 7% de propuestas híbridas que no se enmarcan en ninguna de las categorías anteriores.

Con la misma ilusión y celo que el primer año, Luis Bolumar da estos días los últimos retoques a su exposición ‘Navidad con Arte. Regala Arte, regálate Arte’ que suma ya trece ediciones. Obras de pequeño formato que este año tienen como hilo conductor la alegría y un guiño a la música.

 
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