Por encima del mal y de la Muerte
Flota del arte la divina esencia Y eterna en el mundo la presencia Del que en belleza la vedad convierte. (Manuel Machado)
Siendo muy niño, me llevaron desde mi pueblo a conocer el Parque de María Luisa y sacarme una foto “al minuto” dando de comer arvejanas a las palomas. Pocos deben de ser los niñas y niños que no han paseado alguna vez por ese parque sevillano toda luz, música y color, visitar la glorieta del poeta de las rimas.
El verde es gala y ornato del bosque en la primavera. Entre sus siete colores brillantes el iris lo ostenta. Las esmeraldas son verdes, verde el color del que espera y las ondas del Océano y el laurel de los poetas. (Gustavo Adolfo Bécquer)
Y tras saludarlo, ir cruzándolo despacio, contemplando su armónica belleza hasta llegar a la Plaza de América donde las palomas reciben con sus vuelos al paseante y Cervantes recrea a su Don Quijote y Sancho en azulejos de Triana. Esta es la razón, mi recuerdo de niño entre palomas que dedico a Lora, mientras rememoro mi viaje en la Carreta de Córdoba a Sevilla en una mañana de domingo a pasear bajo su arboleda centenaria, rosales y música de agua, las ranitas cantando. Larga verónica es este coqueto parque para quienes aman los colores, la poesía, el agua y la luz, que entretiene con su música las glorietas.
Yo soñé entre vuelos de palomas ser el guardián de tus glorietas y poder componer a todas horas, luces y sombras, brisa de colores murmullo de Sevilla, sus rumores.
El Parque de María Luisa y su entorno es un juego entre jardín coqueto y arquitectura, el revuelo de una verónica de ojos verdes que esbelta lenta va envolviendo todo el espacio, como quien abre un abanico. El Parque en sí es eso, un abanico abierto que abaniquea la Giralda que siempre lo está contemplando mientras bebe su aire. Es edén para paseante sin prisas, deseoso de contemplar este juego armónico hecho poesía con el que saborear y paladear el tiempo detenido.
Tiempo, olvido de la prisa, esa enemiga número uno de nuestra sociedad. La belleza conjunta arquitectura y botánica del parque, puede ser políticamente incorrecta por el simple hecho de que el espectador contemplativo se siente invitado a soñar, pudiendo igualmente optar en la poderosa razón de enfrentarlo a la maquinaria artificial del presente con el posible resultado cuyas consecuencias pueden ser eso que señalaba al principio: “políticamente incorrecto” Por eso me considero obligado a advertirlo.
No trato de refugiarme en aquello de todo tiempo pasado fue mejor que el presente, nada más lejos de mí pensar y actuar, mas reconozco y advierto al posible visitante, incluso aunque sea sevillano, que este Parque de María Luisa y la arquitectura que lo exorna no es una mera inspiración, es fruto de una larga meditación creativa consciente del riesgo, del juicio histórico y el pundonor creador heredado. Porque en él pasado y la modernidad envuelta en la belleza.
Se puede asegurar que la Exposición Iberoamericana del 29 no fue un triunfo, la fecha no pudo ser menos idónea. Resultó un fracaso económico, pero sobrevivió la belleza sencilla de una armonía lírica. Por eso este Parque y el entorno que lo aísla y protege es como otra Catedral, semejante a otro Alcázar, es Sevilla en esa larga cambiada que esta increíble ciudad sabe dibujar para que su encanto cuando todo está por los suelos, agarrado al tópico de su pasado, al que todavía desafiante mire el presente con burla entre el desdén y el temor a ser abatido, y agarrándose al tópico exclame: “Lo mejor del mundo”. No olvidemos que Sevilla sin tópicos, no sería Sevilla, sería una ciudad cualquiera. Se lo dice un sevillano que no ejerce como tal.
Uno contempla ahora estas glorietas: monarquía, dictadura, destellos de democracia, libertinaje, mediocridad, gamberrismo. Como sobreviven desoladas intentado contener algo de su pasada belleza, tan lastimadas, como sumidas en el mayor de los desapegos. Y piensas: cruel y desaprensivo, no fue el pasado mejor que el presente; no, pero la belleza, cada día está más ultrajada fruto de desapreció del hombre, de su ignorancia enloquecida. La democracia mal entendida retrocede ante el libertinaje y el mal gusto. La palabra pierde sus valores, se esconde en los más recónditos reductos para eludir los eructos del mal gusto y la mediocridad, promocionada desde todos los estamentos con poder. La poesía ha sido raptada por la publicidad. En nuestro Parque, volvemos a soñar bajo este bosque de árboles que el azul del cielo saluda desde lo alto.
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