Por fin parece que se hará justicia y mi villano favorito, Eduardo Zaplana, será condenado a unos cuantos años de prisión por haber esquilmado las finanzas del País Valencià mientras ocupaba el cargo de Presidente de la Comunitat Valenciana, donde, durante años, él y sus cómplices se dedicaron al compadreo y la rapiña de los bienes públicos con la complacencia de los valencianos que, a pesar del latrocinio de un PP que fue toda una semblanza de la cueva de Alí Babá y sus tropecientos ladrones, les siguió y, según las últimas encuestas, les seguirá votando al grito de “vivan las caenas” para evitar, según ellos, que los catalanes se lleven de València la paella, el Micalet y el Virgo de Visanteta.
La Justicia española es lenta, lo de segura lo pongo en duda, y después de décadas en las que Zaplana y el resto de acusados, la flor y nata del PP valenciano, han desaparecido de las páginas de política para pasar a las de tribunales, tal vez dentro de un par de años Zaplana y sus mariachis se paseen por los pasillos de Picassent donde ahora cumplen pena algunos de sus correligionarios que les recibirán con los brazos abiertos. Tal vez la dirección de la prisión de Picassent considere oportuno abrir una sala de la misma con el nombre de alguno de los afamados políticos del PP valenciano. Sala Zaplana, Sala Blasco, Sala Olivas, Sala Fabra, Sala Cotino? Hay donde elegir.
A mi ilustre villano favorito le conocí hace años en Valencia. Caminaba yo un día por la calle de Avellanas y a las puertas de donde entonces se ubicaban los despachos de UCD mi colega Ximo Pérez Santamaría me presentó a un joven del que se decía que tenía un futuro prometedor. Zaplana, vestido de vendedor de unos grandes almacenes, me pareció un joven con aspiraciones políticas, y tanto que ya tenía estas aspiraciones. Viví en directo desde el Ayuntamiento de València la detención de su amigo y concejal de la ciudad por el PP Boro Palop, a quien había declarado su interés por beneficiarse de la política porque estaba sin un “duro” y aspiraba a comprarse un coche con 16 válvulas. Conversaciones en las que el ansia por enriquecerse iba pareja con el deseo de hacerlo pronto sin importar el método para hacerlo.
El asalto, previa compra de la voluntad de una concejal socialista, a la alcaldía de Benidorm le sirvió de trampolín para llegar a la Presidencia de la Generalitat Valenciana substituyendo al socialista Lerma que, con sus renuncias, puso la Generalitat a los pies de los caballos de la más rancia derecha valenciana. Su megalomania le llevó a construir en Alacant una Ciudad del Cinema que nunca funcionó y en Benidorm, el ojito derecho de su familia, los Barceló, un parque temático, Terra Mítica, en medio de un erial donde a una de las avenidas le dieron el nombre de “Eduardo Zaplana Hernández-Soro”. Al Norte, en Castelló, uno de los suyos: Carlos Fabra, ordenó la construcción de un aeropuerto para que la gente paseara por sus pistas porqué los aviones no llegaban. Eso si, el día de la inauguración pudo preguntar a su nieto “te gusta el aeropuerto del abuelito?”, todo un detalle mientras su hija, desde el escaño del Congreso, decía a los parados que “se jodieran”, todo un gesto de niña de casa bien.
Qué tropa la del PP valenciano. Por muy bien vestidos que vayan siempre les asoma la punta del cañón del trabuco entre los pliegues de la americana, muchas veces regalada para pagar favores, o no? Camps. Estos han sacado tajada hasta de la visita del PP, privatizaron los hospitales y las ITV mientras mantenían la enseñanza pública bajo mínimos y en barracones que con cuatro gotas de lluvia se inundaban. Por no hablar del maltrato continuo, desde la ignorancia y la mala fe, de la cultura y la lengua del País Valencià.
Tardó, pero igual que a todo puerco le llega su San Martín, también a los políticos corruptos les llega su metafórico San Martín en forma de juicio. Coincidiendo con la fiesta del 9 d’Octubre la jueza del juzgado número 8 de los de Valencia ha ordenado la apertura de juicio oral contra Eduardo Zaplana para quien la fiscalía pide 19 años de cárcel por organización criminal, blanqueo, cohecho y prevaricación además de una multa de 40 millones de euros, por haber manipulado fraudulentamente la concesión del Plan Eólico y las ITV para obtener comisiones que, posteriormente, depositaban en cuentas en paraísos fiscales.
Junto con Zaplana también están imputados José Luís Olivas, efímero President de la Generalitat, y dos familiares de Cotino, el que fue President de les Corts valencianas, a los que el fiscal pide entre seis y catorce años de prisión.
La venganza, en este caso la Justicia, es un plato que se sirve frio. Hasta 2024, seguramente, no se verá el juicio contra esta tropa. Estaremos atentos aunque no confiamos mucho en que devuelvan todo lo robado. Por cierto en muchos de estos casos de corrupción noto a faltar la imputación y condena de los empresarios corruptos, porque sin corruptores no habría corruptos.
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