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Etiquetas | Perú | OEA | ​Pedro Castillo | Golpismo | Movilizaciones

​No confiar en la OEA

Solo las masas movilizadas pueden derrotar el golpismo
Isaac Bigio
jueves, 20 de octubre de 2022, 09:48 h (CET)

A fin de salvarse ante un inminente golpe congresal-fiscal-municipal, Castillo apelaba a la OEA y a su Carta Democrática. Esta entidad que siempre ha sido una extensión de Washington, en cierta medida, ya ha logrado haber hecho un golpe previo. Este ha consistido en haber logrado que Castillo rompa con sus "palabras de maestro" y siga haciendo que el Perú permanezca en el modelo neoliberal y en el marco de la fuji-constitución y también como el país con más bases militares de EEUU en la América al sur de la línea ecuatorial.


Por eso, Castillo ha aceptado todas las políticas monetaristas del FMI, se niega a realizar una sola nacionalización o aplicar controles de precios, nunca cuestiona a EEUU, participa en los ejercicios navales de guerra más grande del mundo con y detrás del Pentágono (buscando intimidar a Rusia y China), mantiene a sus FFAA bajo la órbita de las de Norteamérica y ha hecho que el Perú fuese el único país importante en no haber cuestionado la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua en la última cumbre de las Américas.


La OEA es la organización que más golpe ha patrocinado o avalado en el hemisferio. Los peores tiranos que ha tenido Latinoamérica (Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua, los Duvalier en Haití, las juntas brasilera y uruguaya, Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Bànzer en Bolivia, Morales B. y Fujimori en Perú, etc.) han sido parte de esta. La OEA ha apuntalado o dejado pasar sangrientos golpes militares (como el de Chile, 1973) y varios de corte parlamentario (Honduras, Paraguay y Brasil). Además, Luis Almagro ha incentivado en 2019 abiertamente el derrocamiento de Evo Morales en Bolivia y de Nicolás Maduro en Venezuela.


A fin de mantenerse en Palacio, Castillo ha aplicado un autogolpe como el que la OEA le reclama. Eso lo ha llevado a desfasarse de todas sus promesas radicales y de sus símbolos plebeyos (como el sombrero o el traje andino) y abrazar el saco, la corbata y el establishment pro-norteamericano.

Mientras más la ultraderecha le amenaza, Castillo más desafila su machete, al punto que este hoy corta poco o nada.


Castillo pide la intervención de la OEA, pero esta no sancionará a los golpistas. Más bien, le seguirá demandando a Castillo que siga claudicando ante las presiones de la derecha. Sin embargo, aunque el maestro rural se ponga el terno de un gran "empresario", él seguirá siendo despreciado por la elite como si fuera un "proletario".


Los fujimoristas y sus socios nunca han querido a Castillo, no porque él fuese socialista o comunista (que nunca lo ha sido), sino porque no quieren que nadie les obligue a pagar sus deudas al fisco, les controle tantas políticas contra los trabajadores y el medio ambiente, y no proteja a varios de los suyos de la Justicia.


Se podrá decir que Castillo está rodeado de corruptos y hasta que él mismo es deshonesto. Sin embargo, él y su gente serían ladrones de pollos comparados con verdaderos gánsteres que han amasado miles de millones con burlas al fisco y robos descomunales, además de haberse manchado las manos con masacres.


Castillo podrá seguir aplicando varios de los mismos modelos económicos y de las prácticas corruptos del establishment, pero quienes quieren sacarlo lo que pretenden es ir hacia una dictadura que se imponga con sangre y fuego, la misma que quisiera exonerar a varios corruptos de ir a la cárcel.


La única manera de luchar contra el golpe es con movilizaciones amplias, unitarias y masivas. Al inicio del milenio se derrotó a la fuji-dictadura con la marcha de los 4 suyas, en diciembre 1,5 millones de bolivianos marcharon tumbándose un golpe en gestación y la Asamblea Nacional de los Pueblos llegó a plantear paros y bloqueos, los cuales, si se efectuase, podrían ser claves.


Si hoy el Perú cuenta con una democracia civil fue gracias a los paros nacionales de julio 1977 y mayo 1978. Son estos la mejor forma de hacer que los trabajadores y el pueblo impongan sus derechos contra los golpistas. 

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