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Mal que nos pese, los tiempos modernos están siendo propicios para todo tipo de vasallaje, el más denigrante sin duda es la de ser esclavo de uno mismo, así como aquel que se impone como obediencia sin autonomía. Las últimas estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), así lo refrendan, haciendo referencia a situaciones de explotación de las que una persona no puede escapar debido a amenazas, violencia, coerción, engaño o abuso de poder.
El caso Lobato - o caso Fiscal General, Moncloa, PSOE, Lobato- es de esos fallos en la matriz que demuestran que los partidos políticos son mafias que se aúpan al poder del Estado para controlar un territorio, campar a sus anchas y hacer lo que sea, delitos incluidos, con tal de destruir a su enemigo -otra mafia que opta a sustituirla- y mantener ese poder.
Ana trabajaba en una gran empresa desde hacía cinco años. Su carrera era prometedora, y su esfuerzo había sido reconocido con varias promociones. Pero todo cambió cuando llegó un nuevo jefe de departamento. Lo que comenzó como comentarios aparentemente inofensivos sobre su forma de vestir, pronto se convirtió en insinuaciones incómodas, invitaciones insistentes y, finalmente, amenazas veladas cuando Ana rechazó sus avances.
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