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El Vaticano y su afán de dominar el mundo

Vida Universal
martes, 19 de enero de 2016, 00:03 h (CET)
No muchos católicos saben del trasfondo que existe en los dogmas de la propia iglesia a la que pertenecen. Por ejemplo en el artículo de fe obligatorio y considerado infalible de la Iglesia católica se puede leer lo siguiente: «La santa Iglesia de Roma cree firmemente, declara y proclama que nadie fuera de la Iglesia católica, ni pagano, ni judío, ni no creyente o una persona que se ha apartado de la unidad, puede participar de la vida eterna, sino que caerá en el fuego eterno, que está preparado para el demonio y sus ángeles, si antes de morir no se adhiere a ella». (Neuner-Roos «La fe de la Iglesia», nota marginal N° 381)

En otra cita leemos: «Someterse al Papa de Roma es absolutamente necesario para la salvación de toda persona. Esto lo declaramos, afirmamos, determinamos y proclamamos nosotros». (Neuner y Roos «La fe de la Iglesia», nota marginal N° 430). Otra cita a tener en cuenta es: «Nosotros determinamos que la Santa Sede apostólica y el obispo de Roma tienen la primacía sobre todo el orbe».

Tan solo con estas tres normas queda patente que antes de que un Papa haga bellos discursos por ejemplo sobre el camino ecuménico conjunto que podrían recorrer la iglesia católica y la luterana, el Vaticano tendría que anular las condenas infernales citadas, o hablar claramente a la gente, es decir reconocer que sentencias como las citadas son fallos eclesiásticos susceptibles de ser cambiados.

Estimado lector todo esto es ocultado al pueblo llano, incluso por el Papa Francisco quien aparenta cercanía y afabilidad. La exigencia del Vaticano es y fue siempre la misma: someter a todas las religiones a la dirección religiosa de la Iglesia católica romana, es decir todas las personas, no importa a qué religión pertenezca, tendrían que prestar obediencia al Papa, a los cardenales y obispos de cada época. Pero obedecerles a ellos significa someterse a las leyes del Vaticano, a sus dogmas y proclamaciones de fe, que presentan una constitución ecuménica que determina la primacía y soberanía del Papa.

En este conglomerado dogmático de leyes propias que nada tienen que ver con las sencillas enseñanzas de Jesús de Nazaret, los Papas son los sumos representantes del edificio dogmático y de las proclamaciones de enseñanza de la Iglesia católica. De forma explícita y sin rodeos ellos aspiran a la religión mundial, al domino del mundo, lo que significa que quien no reconozca y cumpla sus leyes, en base a los invariables dogmas obligatorios, debe ser erradicado.

El edificio doctrinal del Vaticano está en total oposición a la ley de amor a Dios y al prójimo que enseñó Jesús de Nazaret, por lo que no puede conectarse con las leyes del Reino de Dios. Los dogmas, que son los fundamentos de la institución vaticana, son leyes despiadadas y brutales, que oprimen a los seres humanos y a las almas, los condenan y les imponen eternos castigos infernales, pues sin compasión alguna maldicen, expulsan y condenan a todos los que no se sometan a la doctrina de las leyes vaticanas.

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