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Con la sonrisa de Pablo Iglesias

Pedro de Hoyos
domingo, 24 de enero de 2016, 23:16 h (CET)
Tras tanto años observando la política española uno termina por llegar a convencerse de que el problema de España somos los españoles. Llevamos siglos intentando destruirnos y seremos responsables de lo que pase. O irresponsables.

Las exclusivas que repetidamente ofrece Antena 3 sobre el viaje a Venezuela de políticos españoles, de su participación en seminarios para dividir España o en homenajes a ETA, todo ello subvencionado por el dictadorzuelo del chandal barriobajero, no influirán en los votantes de Podemos. Que la financiación de este partido parezca, de momento no se puede afirmar definitivamente, proceder de Irán tampoco causará el menor daño a sus votantes. A los españoles no les importa.

Las contradicciones que supone ser financiado por potencias extranjeras, incluso por regímenes contrarios a los DDHH como el de Irán, y querer regir la democracia española no causarán mella alguna entre quienes con fe ciega han decidido ponernos en manos de neocomunistas. Los conocidos “éxitos” del comunismo en la historia de la humanidad, tampoco. Ellos, envueltos en su verdad, pasarán por encima de toda la información contraria a sus intereses desdeñándola, despreciándola, considerándola engaños propios de fascistas. Todo el que no piense como ellos es fascista, claro.

Pero debemos recordar que hasta estos precipicios tan peligrosos nos han traído la ceguera de Zapatero con la crisis que negó repetidamente y la de Rajoy con la corrupción de su partido a la que ignoró con insistencia. A unos y a otros sus respectivos votantes les han reelegido machaconamente, despreciando el peligro hacia el que nos iban llevando. En el que estamos.

Ambos grandes partidos son los grandes responsables de la ingobernabilidad de España, de que estemos a punto de caer en manos de antidemócratas, de bolivarianos de cartilla de racionamiento, de demagogos chulescos, de barriobajeros institucionalizados. La verborrea grandilocuente del presidente Zapatero, un zote que puede ser superado en insolvencia por Pedro Sánchez, que negaba la crisis en nombre del obrero al que desahuciaba, impidió tomar a tiempo las medidas contra una crisis que se hizo demasiado grande. A pesar de ello en las siguientes elecciones hordas de votantes corrían a renovar su confianza en el PSOE, especialmente en Andalucía, donde la corrupción institucionalizada no impresionaba a los electores. ¿No somos los españoles un problema para España?

¿Y de los votantes del PP qué defensa se puede hacer? La corrupción ha rodeado al PP desde que es PP, era ya conocida en la Comunidad Valenciana y más allá antes de convertirse en masiva con el caso Gürtel. La ferocidad del latrocinio no impide a millones de españoles renovar periódicamente ante las urnas su fidelidad ante el PP.

“Pase lo que pase” parece ser el lema del votante español que repite una y otra vez su deseo de acabar con España. Y volverá a hacerlo a la primera oportunidad que le den aunque para ello tenga que votar a quienes están apoyando a ETA y están, si como todo indica lo están, premiados y pagados por conocidos demócratas que encarcelan a la oposición, o ahorcan a homosexuales. Con la sonrisa de Pablo Iglesias por bandera. A los españoles no nos importa España.

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Francisco Paesa, estafador y espía, protagonizó en los años 90 uno de los episodios más estrambóticos relacionados con la corrupción durante la etapa del gobierno de Felipe González. Después de una vida dedicada a negocios con el solo objeto de timar incluso a dirigentes más allá de nuestras fronteras y al espionaje internacional, se involucró en uno de los casos más escandalosos de la época, como fue el del entonces Director General de la Guardia Civil, Luis Roldán.

Tal vez todo se reduce a que estamos viviendo tiempos de incuria, definida en el diccionario como abandono o falta de cuidado. Es decir, dejadez. Nuestro vocabulario se va simplificando, se acorta en variedad y nos faltan palabras para conceptuar lo que está ocurriendo; igual por ello no somos capaces de remediarlo.

La dejación de sus funciones y la cobardía política de Mazón al no decretar el cierre total de actividades en la Comunidad Valenciana a pesar de declarar la AEMET la alerta roja para la zona, le habría convertido en cómplice indirecto de la devastadora DANA.

 
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