Los orígenes como ciudad de la refundada Plasencia, hasta entonces aldea llamada Ambrosía (anteriormente utilizada como asentamiento romano...), se remontan al año 1186, cuando la Alfonso VIII decidió consolidar un punto fuerte por debajo de Castilla.
Las delimitaciones entre las actuales Castilla y León y Extremadura eran territorios dominados por los árabes, por lo que para evitar enfrentamientos en los que tenían pocas opciones los hispanos se vieron obligados a bordear las montañas y cruzar ríos, hasta llegar a la población más desarrollada al otro lado de la frontera tras varias semanas de duro trayecto. Con ello se pretendía incrementar su ejército, renovar planteamientos de guerra con nuevas técnicas y expandir los dominios cristianos con el fin de partir de ahí para continuar la reconquista hacia el Sur (Cáceres, reconquistada sobre 1230).
Entonces, una vez acomodado allí el rey castellano y expulsado a los árabes, fundó la ciudad de "Placentia" (de ahí el gentilicio) con el lema de “ut placeat deo et hominibus” (para agradar a Dios y los hombres), debido a la belleza paisajística, los manjares que allí se degustaban, el afable y acogedor carácter de los lugareños de diversidad cultural y también por la amplia capacidad para levantar monumentos, que él ya pensaba levantar y que finalmente cumplió. Sin embargo, las arremetidas almohades resurgieron poco después al asaltar la ciudad allá por el 1196, derrotándoles por segunda y última vez, lo que supuso la razón que le faltaba para construir una muralla de 71 torres (desaparecieron 50) y 5 puertas.
Supuestamente, el monarca falleció tras la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, en la que se originó la bandera placentina. Sin embargo, con el comienzo de la obra de la Catedral Vieja de Santa María (en ella figuraba el creado por Alfonso X El Sabio primer testimonio literario-pictórico de corridas de toros, ahora en El Escorial y llamado Cántigas de Santa María con el protagonismo de El Milagro del Toro de Plasencia), ya había consolidado en Plasencia la identidad cristiana y los caracteres de su tierra castellana.
Luego, tras denominarse como la ciudad de los fueros y alcanzar el nivel de realengo, Plasencia pasó a manos de los Zúñiga, reconocida como condado en 1444. Cerca de cuatro décadas después, recogieron el testigo los Reyes Católicos, quienes gracias al abastecimiento del comercio local y la 'plata' del Nuevo Mundo construyeron a partir del siglo XV, prologándose durante el XVI y XVII la mayoría de hospitales, conventos (el de San Vicente Ferrer acogió la primera Universidad existente en Extremadura, hoy día uno de los paradores más reconocidos de toda España, con sus escaleras voladas únicas en Europa), administraciones, palacios y demás casas señoriales. Allí residieron numerosos condes, duques, marqueses, importantes conquistadores o, incluso, monarcas como Felipe V, proclamando a La Isla, donde cazaba aves, como primer Parque Público en la historia de España, o Carlos V, quien impuso su escudo en la Catedral Nueva de la Asunción y se retiró en el Monasterio del comarcano pueblo de la Vera Cuacos de Yuste. Otros también dejaron su huella en la urbe extremeña; Felipe II entre otros, firmando en el Palacio de los Monroy el permiso a Valdivia para partir hacia las américas.
No obstante, Plasencia fue víctima de las consecuencias de la desamortización de Mendizabal, guerras, epidemias, la peste o el hambre que asolaron la ciudad a lo largo de los siglos XVIII y, sobre todo, XIX. Cincuenta años después se consiguió pasar página definitivamente tras alcanzar una progresiva recuperación y, gracias a factores como la llegada del ferrocarril en el año 1893 o el sector servicios (industria, turismo, comercio, hostelería…), además de las nuevas infraestructuras o postularse como área de influencia y punto de encuentro para importantes eventos, la ahora vanguardista Plasencia se alza de nuevo como una de las ciudades punteras del oeste español.
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