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Tan sólo falta la alcaldesa de España

Caída en picado de Rita Barberà
Rafa Esteve-Casanova
martes, 16 de febrero de 2016, 00:11 h (CET)
Recuerdo que en la boda de la que fue alcaldesa de Zaragoza y hoy senadora, Luisa Fernanda Rudi, el que fuera ministro franquista y mandatario máximo del Partido Popular, Fraga Iribarne, en un momento de euforia, seguramente tras los brindis y el “que se besen los novios”, alzó de nuevo su copa brindando mientras, como siempre, a borbotones de su boca salía la frase de “ya sólo nos falta Rita”. Fraga Iribarne se refería a que entre la muchachada casadera del PP Rita era una de las solteras a la que había que buscarle marido, pero don Manuel, tan aficionado a tener casados y atados por el himeneo conyugal a sus leales, se quedó con las ganas de poder asistir a la boda de la que fue tildada por sus pares como “Alcaldesa de España”, Rita le sigue faltando al PP en el álbum de bodorrios de la muchachada de la gaviota mientras también sigue faltando su ficha entre los imputados, ahora investigados, por tanto trapicheo como se ha llevado a cabo en tierras valencianas durante el mandato de los herederos de Manuel Fraga Iribarne que es como decir de los herederos del franquismo más recalcitrante.

El viejo refrán “de casta le viene al galgo” viene que ni pintando para aplicarlo a Rita Barberá, especialmente en su vertiente política. La que durante más de veinte año ha gobernado la ciudad de Valencia como si de su cortijo particular se tratara es periodista e hija de periodista, pero su padre, José Barberá Armelles, que llegó a València junto con las tropas invasoras del ejército franquista, naturalmente fue un perfecto representante de esa derecha recalcitrante, fachendosa y triunfalista que tanto se ha dado en tierras valencianas en las dos últimas décadas. Y, siguiendo con el refranero la hija casi hace bueno al padre, “de tal palo tal astilla” pero en este caso la “astilla”, Rita Barberá, no se ha pulido políticamente con el paso de los años y sigue siendo la misma, con unos pocos años más, que al poco de morir Franco fundó la Alianza Popular valenciana para, poco a poco, ir subiendo escalones en su ascenso al trono más alto de la ciudad, al que llegó en 1991 gracias al llamado “pacto del pollo” en el que el PP y Unión Valenciana, se repartieron la alcaldía de Valencia y la presidencia del parlamento valenciano. Aquel año Rita no ganó las elecciones, pero dejo en la cuneta y la oposición a Clementina Rodenas, vencedora en votos y número de ediles, y llegó al más alto sillón municipal de la mano de González Lizondo y su UV que, en poco tiempo seria fagocitada por la muchachada de la gaviota a cambio de cuatro prebendas.

Desde aquel verano del 1991 al verano del pasado año Rita Barberá ha dirigido la ciudad considerando a los valencianos como súbditos en lugar de cómo ciudadanos. Ha paseado la vara municipal y sus regalados bolsos Louis Vuitton por procesiones y mercados, a lo largo de estos años ha estado insultando la inteligencia de muchos valencianos enarbolando, cuando lo creía necesario, la bandera del llamado por la derecha “peligro catalán” asegurando que ella impedía que los vecinos del norte llegarán a Valencia y se llevaran desde el Micalet de la Seu al Virgo de Visanteta. Siempre tuvo a su alrededor un buen número de palmeros que le lanzaban lisonjas y piropos cuando se dignaba pisar las calles de la ciudad.

Acostumbrada a ganar no supo digerir la derrota en las pasadas elecciones municipales y pasó de pasearse en Ferrari por un circuito de Formula-1 que ha costado decenas de millones a los valencianos a, cariacontecida, espetar a sus leales aquel “qué hostia, qué hostia” que ya se ha hecho célebre. Ahora, con la mierda que tapaban las mullidas alfombras del Ayuntamiento al aire libre, los valencianos ven, vemos, que todo aquel mundo maravilloso que nos ofrecía Rita Barberá y sus secuaces tan sólo era oropel y puro cartón piedra fallero. Las miserias del PP han quedado al descubierto y la justicia trabaja a destajo para esclarecer cómo, cuándo y por qué los ediles del PP en el Ayuntamiento de Valencia con su alcaldesa al frente se han dedicado al golfo negocio de estafar a los valencianos y dejarles sin servicios mientras ellos iban llenando sus bolsillos o pagando las campañas electorales de su partido con dinero público. A eso, sencillamente, se le llama despojar, afanar, mangar, birlar, robar, sustraer, sisar, y cuantos sinónimos del choriceo quieran ustedes añadir.

Es imposible que en este complot para llenarse los bolsillos con dinero público tramado en el grupo municipal del Ayuntamiento de la capital del País Valencià la máxima responsable del mismo, Rita Barberá Nolla, permaneciera en el limbo y fuera desconocedora de lo que sus conmilitones llevaban a cabo. No me lo creo. Ahora en el Ayuntamiento de Valencia hay un grupo político con todos sus miembros, incluidos algunos asesores, implicados en diversos delitos y, como cuando el buque se hunde las ratas son las primeras en abandonarlo, ya han comenzado a aparecer disidencias y en un “sálvese quien pueda” que resulta trágico y, a la vez, hilarante se ha iniciado el turno de delaciones apuntando todos a la diana de Rita Barberá.

Ya sólo falta que caiga la antigua “alcaldesa de España” como la llamaba Rajoy, que ahora ya no pone la mano en el fuego por ella, la tiene quemada de tanto hacerlo defendiendo a más de un chorizo de su partido. Rita Barberá debe conocer muchos secretos de la cúpula del PP, de lo contrario no se entiende el que ese mismo Rajoy que saca pecho presumiendo de lo que no tiene, la honradez de su partido, la haya blindado en el Senado en lugar de pedirle su acta de senadora. No encuentro diferencias entre las organizaciones criminales de Sicilia o Nápoles y la manera de actuar del PP en tierras valencianas. La fruta está madura, y o la recogen o la dejan caer, pero hagan lo que hagan los valencianos no volverán a ver los millones de euros que esta pandilla se han llevado en sus bolsillos. Durante las dos ominosas décadas de mando en plaza de Rita Barberá tuve vetada la entrada a los eventos que se celebraban en el Ayuntamiento, ahora ya puedo entrar a la que durante años considere mi casa y la de todos los valencianos.

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