Jesse James, el Robin Hood de los pistoleros, tuvo sobre su cabeza una recompensa de cien mil dólares. El único pistolero que robaba bancos y compartía ganancias con los pobres. Los cazarrecompensas se movían en California, Colorado, Oklahoma y Kansas. Y la historia no ha quedado así. Mientras América se prepara para llegar a Marte y descubrir la cura del cáncer, Trump ha vuelto con los cazarrecompensas. Dinero para los pistoleros. Con pistola Colt 45 o sin ella. Sólo tienen que denunciar a los migrantes que hayan visto viviendo en territorio estadounidense. Bien sea en Nuevo México, Nueva York o Wyoming. En cualquier estado de Norteamérica. La extensión de la cacería es amplia. Buscan migrantes de América del sur. Los que hacen el trabajo que los americanos no quieren hacer. Migrantes de Haití. De este modo el país que quiere dominar el mundo y parte de Marte vuelve a ser el lejano Oeste. Hoy no tan lejano ya. Donde el precio de una persona es su recompensa. Ni siquiera en Hawaii te puedes echar al sol. Cualquier día en los titulares de sus noticias saldrá el primer astronauta que pisa Marte y el último hondureño cazado en Texas.
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