El silencio comprado -hasta ahora- por los malhechores que figuran en el título que antecede, parece que toma otros derroteros más acordes con la Justicia. Sin embargo, y para no caer en el justo regocijo de su posible castigo (que no llegará nunca), ya adelanto que se habla para después de 2023 cuando se puedan sentar en el banquillo estos “angelitos catalanes”, de los que excluirán a los progenitores de esta saga de supuestos criminales; a Marta Ferrusola (madre superiora) por padecer la enfermedad de Alzheimer y a Jorge Pujol por tener 92 años de edad. Hay que recordar que la Fiscalía Anticorrupción, en mayo de 2021, pidió penas de 92 años de cárcel para esta familia, de las que 29 años correspondían al primogénito de los Pujolines, acusados todos de “formar parte de una supuesta asociación ilícita que se habría enriquecido durante decenios con actividades corruptas”.
La pura realidad es que esta gentuza, según Maragall, por la influencia de Pujol, desde 1990 hasta 2014 defraudaron a las administraciones públicas y empresas privadas por las adjudicaciones irregulares que les otorgaban de las que percibían de un 3 a un 5%. Por esta razón, este verdadero clan del latrocinio, debería haber sido juzgado hace mucho tiempo por robar al Estado, pero la connivencia de muchos catalanes de “su cuerda” y de “otras cuerdas”, junto a la inoperancia (por miedo) de los distintos gobiernos centrales y, digámoslo sin ambages, por la lentitud (intencionada o no) de la Justicia, más de treinta años nos contemplan en los que los demás españoles, con la boca abierta por la sorpresa, hemos contemplado cómo Pujol decía que España robaba a los catalanes cuando ha sido todo lo contrario.
Al tiempo que esto sucedía, Pujol fomentó el separatismo sembrando ideas políticas contrarias a nuestra nación, que han causado los daños irreparables que todos conocemos a la convivencia entre españoles que surgió con la Constitución de 1978, que Cataluña acepto masivamente.
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