"Me preguntaron qué pensaba del ilustre Mozart y de sus pecados. Respondí que habría renunciado con gusto a todas mis virtudes por los pecados de Mozart”, Félix Mendelsohn.
Al volver de un día completo disfrutado de una visita a mi pueblo, me he encontrado con un correo en casa. Es semejante a otros años cuando se aproximan las grandes fiestas de final de diciembre, cuando suelen preguntarme algún joven periodista de aquí y allá en prácticas, sobre qué libro recomendaría como regalo. Dicha pregunta es tan embarazosa como cuando hacen esta otra de: ¿Cuál es su poeta preferido?, son tantos los buenos poetas, inmensos los buenos libros.
Regalar en fiestas tan importante significa buscar un objeto de cierta valía o peso y por supuesto nada barato y corriente. Entonces, con un libro no se puede ser menos. Sin embargo, yo siempre busco más el contenido que el continente, es decir, la calidad al brillo de la portada. Bien es verdad que existen libros con envolvente contenido, y deslumbrante de exterior, quiero decir maravillosamente editados, para que los “ricos nuevos” los coloquen en el salón comedor en lugar preferente. Estos ricachones que cuando la posguerra se le llamaban “ricos nuevos” y ahora, a mí me gusta llamarles ricos de oscuros maletines y presuntuosa ignorancia.
Hoy, para este rito agradable de finales de año, he decidido recomendar un libro que es una verdadera joya por su contenido y que está editado en una cuidada colección de Alba Editorial. La traducción es obra de Miguel Sáenz también autor del prólogo, excelente, traductor de autores de lengua alemana entre los que se encuentran el alemán Günter Grass y el austriaco Thomas Bernhard. Del primero polémico narrador sobre el tiempo vivido en la Alemania dividida tenemos actualmente un título reciente en las librerías. Del segundo, autor no menos crítico e implacable azotador de su sociedad vienesa como no señalar entre sus muchas obras “Maestros antiguos”.
El título de esta breve narración es el mismo que lleva esta crónica: “Mozart camino de Praga” el autor es Eduard Mörike, (1804-1875) el mayor lírico escritor alemán después de Goethe, por encima de Heine y Hölderlin afirman prestigiosas firmas. La edición que yo conocí del Mozart de Mörike se editó por primera vez es de 1990, lo que quiere decir que esta joya literaria y lírica de unas ciento cincuenta páginas, que abre el interesante prólogo del traductor y dos cartas del autor a modo de apéndice, muy esclarecedoras, con que esta nueva edición ha ganando en riqueza al sumarse a la obra la inclusión de los cincuentas y tres poemas se debe al compositor Hugo Wol, quien seleccionó la música inventando el Lid moderno.
Son sorpresas e interés que suelen ocurrir con libros de exquisito contenido en estas nuevas ediciones, que es lo que sucede para bien del lector que se acerque a Mörike. Quiénes deben sentirse interesados con este título rico contenido ampliado y en una edición no de lujo pero espléndida son los melómanos mozartnianos que existen en España, pues en ella pueden encontrar el placer de la lectura con la música del genial compositor de fondo.
Y es cierto que Mozart viaja a Praga para poner allí en escena su ópera Don Juan. Y Constanza, su mujer, sueña con el pago acordado, quitar algunas deudas y tomar un respiro, ¡cosa harta difícil teniendo al lado a un genio como Mozart! Ah, si los mozartnianos descubrieran esta joya, la maravilla de la prosa alemana que el propio autor explica" Mi propósito en este relato era trazar un pequeño retrato moral de Mozart (el primero de su clase que yo sepa), en el que, con ayuda de peripecias libremente inventadas, pudieran apreciarse sobre todo, de forma viva y concentrada, sus rasgos más amables” Y Mörike lo logra. No sé si será muy cursi decir que es una narración dulce, como fue ese genio posesivo del que disfrutó Mozart la palpitación y deseos de vivir, de quien nada fue suyo, tal vez porque lo tenía todo al ser un genio.
Porque hasta cuando corta una naranja en un jardín privado, las naranjas son fruto preferido por los países del norte en Navidad, mientras la pela con su cuchillo ya parece estar componiendo música y el olor de la fruta se va convirtiendo en melodía, claro que aquí es el escritor quien instala la armonía, las notas. De aquí que esta narración se ha comparado con una sinfonía. Es el triunfo literario del narrador enamorado de la magia. La ficción se convierte ante el lector en realidad, música literaria.
Es el poema que Eduard Mörike le dedica:
“Un abeto reverdece, / quién sabe donde, / también florece un rosal / ¿lo sabe alguien? / Han sido leídos ya, / piénsalo, alma, / para arraigar en tu tumba / y allí quedarse / Dos potros negros que pastan / en la pradera, / y regresan a la ciudad, / saltando alegres. / Caminarán lentamente / con su cadáver, / tal vez, tal vez antes ya / de que sus cascos / desgasten las herraduras / que ahora relucen.
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