El 20-N del 1975 murió, en la cama, donde mueren pocos tiranos, Francisco Franco Bahamonde, general rebelde que encabezó el golpe de Estado, convertido en guerra, miseria y sangre, en el mismo momento en que aquel 18 de Julio de 1935 un grupo de militares, la mayoría africanistas, se rebelaron contra el gobierno legal de la República. Dos años después, en junio, se celebraron las primeras elecciones después de la muerte del dictador, y en 1979 fueron los Ayuntamiento los que se renovaron mediante elecciones en cada municipio de España. Pero todavía quedaba un paso más para que aquella España franquista y dictatorial desapareciera bajo nuevas leyes emanadas del poder legislativo elegido democráticamente.
Los poderes públicos también debían buscar una pátina de legalidad a la institución monárquica, Franco había dejado en herencia un rey, Juan Carlos I, instaurando la saga de los Borbones. Suarez, presidente del Gobierno por aquellos días, no quiso convocar un referéndum para que los españoles decidieran entre Monarquía y República por miedo a que ganara la opción republicana, así que aprovecho la redacción de una nueva Constitución para, de matute, meter en ella a la Corona, y así, de una tacada, quedaba aprobada la Monarquía que Franco había instaurado. Aquellos eran tiempos nuevos y de esperanza, después de casi cuarenta años de dictadura el personal tenía ganas de cambiar las cosas, y eso hizo que el voto afirmativo fuera mayoritario a aquella Constitución, que sustituía a todas las leyes franquistas, aunque, como hemos visto con el pasar de los años, un cierto franquismo sociológico ha continuado en algunas de las instituciones del Estado.
Un 88,84 % de los ciudadanos del País Valencià votaron favorablemente la Constitución mientras Cataluña los superaba en fervor constitucionalista y votaban a favor un 90,46% de catalanes, Euskadi fue la CCAA. donde menos votos favorables tuvo la Constitución. Junto a las esperanzas también había miedo, y en los medios de comunicación se hizo una buena campaña en favor del SI. Pese a que se habían repartido millones de ejemplares de la Constitución muy pocos de los votantes habían abierto ese pequeño librito para conocer qué iban a votar. Unos por seguidismo, otros por miedo al pasado y otros convencidos de que con esa ley de leyes el país iría a mejor se acercaron a las urnas sin saber que aquella Constitución era prácticamente una ley de por vida, irreformable, como se ha demostrado a lo largo de 44 años en los que ni siquiera se ha podido modificar la prevalencia del varón sobre la mujer a la hora de la sucesión al cargo de rey y Jefe de Estado.
Cuando estudiaba Derecho, Diego Sevilla Andrés, el “catedro” de Derecho Político, ahora se llama Constitucional, explicaba que había Constituciones abiertas y cerradas, la nuestra, inexistente por aquellas calendas, ha resultado ser cerrada de manera inexorable porque los requisitos para su modificación son casi imposibles de alcanzar. La reforma de la Constitución española requiere tres quintas partes de votos favorables en el Congreso y en el Senado y un posterior referéndum de ratificación. Con las actuales fuerzas parlamentarias es casi imposible aspirar a una reforma constitucional para ponerla al día, tal y como lo hacen otras Constituciones. En 44 años sólo se ha reformado en dos ocasiones y siempre para acondicionar la legislación española a los dictados de la europea. En 1992 se reformó para que los ciudadanos residentes europeos puedan ser candidatos a las elecciones municipales. y en 2001 se hizo con prisas, por lectura única y nocturnidad para dar prevalencia al pago de la deuda con las instancias europeas.
Cuando alguien les diga que reformará la Constitución no lo crean, les está vendiendo humo. Seguiremos con un 155 para devolver al redil a quien quiera salirse de la fila, seguirá, siendo papel mojado los artículos que hablan de derecho al trabajo, a una vivienda y a un sueldo digno, y seguirán en peligro otros derechos fundamentales constitucionales por la aplicación de leyes como la conocida ley “mordaza”, seguirán incumpliendo la Constitución los togados de la Cúpula Judicial sin querer renovar el CGPJ, y todo seguirá “Atado y bien atado” como decía aquel viejo General de los sellos de Correos y las monedas de curso legal. La plena incapacidad de los políticos, especialmente los de la extrema derecha y la derecha extrema para llegar a acuerdos por el bien de los ciudadanos, está haciendo que la Constitución sea una jaula, si ustedes quieren de oro, pero jaula que coarta libertades. Y, sin embargo, algunos todavía seguimos queriendo cambiar el mundo.
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