El último día o día de cierre es una prueba para los dedos tontos a los que se les pide tramitar todo más rápido que de costumbre. Esto trae consecuencias. La fecha de transcripción pasa de ser 2022 a 20922, y tan tremendo salto al futuro deja una partida de anticipos a cobrar dentro de 20000 años, y una espera inconsolable por gente que sabe que no recibirá lo que espera aunque su vida sea muy larga y su espera muy paciente.
También puede darse el caso que mi dedo índice baile en el último momento y marque por error un 1022, con lo cual estaré pagando mucho dinero en una moneda que entonces aún no se habrá inventado. O hablaré de liquidaciones a gente muy susceptible que puede intentar liquidarme primero, ya que vive en la Alta Edad Media y dispone de hachas, espadas y mazas a tutiplén.
O una milésima de segundo antes de rozar la tecla, el pensamiento irá hacia ti y aquella tarde, y marcaré un 2012 varado en Tierra de nadie, donde este dinero no será necesario pues la entidad que lo ha solicitado entonces pensaba en letras y no en números, al igual que entonces yo pensaba en minutos que pasarán tan lentos como un Sol de agosto, tan pausados y a la vez inclementes como el primer día de una condena, la de no saber a que atenerme contigo, mis dedos y esos pensamientos que no cierran ni por liquidación.
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