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España, en funciones

Habrá que esperar su momento; que llegará
Luis del Palacio
viernes, 4 de marzo de 2016, 08:21 h (CET)
El miércoles asistimos a una apasionante sesión plenaria del Parlamento, en la que los representantes de los partidos que el pasado 20 de diciembre no obtuvieron mayoría para gobernar, defendieron sus posturas (unos) y sus imposturas (otros).

Por orden de intervención, Mariano Rajoy respondió en primer lugar al discurso de investidura que el candidato del PSOE había pronunciado el día anterior.

Siempre se ha dicho que el actual Presidente en funciones del Gobierno es tan hábil orador como mediocre político, y aquí demostró una vez más su capacidad como sofista, tratando de embrollar y tergiversar una situación que él mismo ha producido. Me refiero a su intento de atribuir el impás político y gubernamental de los últimos meses a su contrincante directo. Maestro del retruécano y los juegos de palabras, Rajoy no consiguió explicar satisfactoriamente el porqué de su renuncia ante el Rey a intentar formar gobierno, un punto débil que aprovechó Sánchez para hacer gala de su responsabilidad cuando el Jefe del Estado, ante la segunda negativa del lider del PP, le invitó a tratar de recabar los apoyos necesarios para conseguir una mayoría suficiente en la Cámara. Sería injusto negarle a Sánchez el valor de enfrentarse a una durísima sesión parlamentaria, a sabiendas de que era prácticamente imposible obtener los votos precisos para salir investido. Hizo lo que buenamente pudo, y no lo hizo tan mal como algunos hubieran deseado. Mantuvo el tipo con dignidad, que no es poco.

Pero sin duda, el momento más esperado, por el morbo que suscita el atrabiliario personaje, fue cuando le tocó el turno de palabra a Pablo Iglesias (Y como esto no es una crónica, sino un artículo de opinión, he puesto el adjetivo “atrabiliario” por delante. Y añado otro: histriónico) Parece mentira que un “discurso” de casi cuarenta minutos, expresado en un tono mitinesco, demagógico, irrespetuoso hacia todos, y especialmente hacia Pedro Sánchez y su partido, con quienes a punto estuvo de concretar una alianza, pueda recibir el beneplácito de cientos de miles de seguidores abducidos por el canto de sirenas (más bien el coro de las brujas de McBeth) que entonó el dirigente de Podemos. Su “motto” es la revancha, la lucha de clases y el odio. En fin, todo un ejemplo de que la democracia funciona plenamente cuando garantiza la presencia, dentro de su órgano de mayor expresión, en el que se legisla y se debate el futuro de la nación, de un grupo de extremistas deseosos de conculcar la Constitución y el propio sistema democrático que los acoge... por el simple hecho de que bueron elegidos en las urnas.

Y dejo para el final la intervención de Albert Rivera.

Si hay un lider emergente en la política nacional, este es el dirigente de Ciudadanos. Su discurso no sólo fue mesurado, brillante a veces, sino, y sobre todo, esperanzador. Fue el único capaz de transmitir algo tan importante como la ilusión; algo que parecía definitivamente desterrado del horizonte político: Rivera se destaca como acaso el único político de importancia dispuesto a dar carpetazo definitivo al “guerracivilismo” de algunos y al apolillado modo de hacer de otros; dispuesto a enfrentarse a los graves problemas sociales y económicos de España con proyectos concretos y viables, que no sean flor de un día ni “ocurrencias vendibles” a un electorado incauto. Albert Rivera destacó con luz propia; con sentido del humor, juventud y ganas de construir.

Habrá que esperar su momento; que llegará.

España se halla entretanto “en funciones”, que es una forma como otra cualquiera de referirse a un motor que funciona a tres cilindros y que dificilmente logrará remontar ninguna cuesta.

Esperemos que de aquí a junio sean pocos los repechos.

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