Como andaluz me enorgullezco del acuerdo que ha tomado el Gobierno de la Junta para que los niños puedan estudiar, entre otras muchas cosas que ha “borrado” el Gobierno central, el imperio español y el terrorismo de ETA. Lo ha hecho, naturalmente al amparo la ley y lógicamente para desmontar el embrollo interesado que Sánchez y sus aliados han formado para dar “aire” al nefasto independentismo imperante en la mal llamada progresía española.
Lo que acaba de hacer el Gobierno de la Junta de Andalucía responde al verdadero ideal que deberían defender todos los gobernantes del mundo: decir la verdad siempre, sin poner frenos a parte de lo sucedido a lo largo de la historia para distorsionarla con fines espurios. Porque todo el mundo -con sentido común- sabe que en la historia de la humanidad, lo mismo que en la vida de las personas y de las instituciones políticas, sociales, económicas y hasta recreativas, ha habido tantas luces como sombras y el conocimiento veraz de todas ellas es lo que nos sirve para formarnos una opinión lo más ajustada a la realidad.
Hay que procurar por todos los medios concienciar a todo el mundo (y especialmente a los jóvenes) a luchar contra la mentira y contra los embusteros y distorsionadores; en ello nos va el futuro ideal que deseamos para una vida feliz y pacífica. Creo que la decisión de nuestra Junta de Andalucía debería seguir transitando por este camino que, precisamente, coincide con lo que se dice en la bíblica frase “la verdad os hará libres” (Juan 8, 31-42). Si aspiramos a vivir en libertad, ¡huyamos de la mentira, y alcanzaremos la felicidad!
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