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Me ceñiré a España porque es lo que nos toca más de cerca, aunque se esté padeciendo a nivel mundial. Estamos viviendo un momento un tanto convulso e incierto políticamente, ya que se remerora un pasado cuyo final terminó como todos sabemos, mejor dicho unos cuantos, ya que una gran mayoría no tienen ni idea de lo ocurrido debido al pésimo sistema educativo que llevamos sufriendo, y como dice el dicho, quien no conoce su historia está condenado a repetir los errores habidos.
He mostrado públicamente mis diferencias con algunas medidas que ha tomado el presidente del Gobierno Pedro Sánchez y con su política de alianzas en los últimos tiempos. Lo hice por convicción y lealtad y por esas mismas razones quiero expresarle ahora mi completo apoyo, mi solidaridad, mi afecto y mi agradecimiento.
Leído el título, pensará alguien que me dispongo a abordar la situación política española, y yerra en el diagnóstico. Porque entiende uno que ante lo crucial no debe desdeñarse lo importante, y considero que el tema que esta vez traigo a colación lo es, aunque acontezca en lo que siempre fue una ciudad provinciana, y que hoy se erige en capital autonómica, menudo cambio.
Como andaluz me enorgullezco del acuerdo que ha tomado el Gobierno de la Junta para que los niños puedan estudiar, entre otras muchas cosas que ha “borrado” el Gobierno central, el imperio español y el terrorismo de ETA. Lo ha hecho, naturalmente al amparo la ley y lógicamente para desmontar el embrollo interesado que Sánchez y sus aliados han formado para dar “aire” al nefasto independentismo imperante en la mal llamada progresía española.
Impensable, pero cierto. No me lo podía creer, pero PS me ha sorprendido. Es la 2ª vez que me sucede en sus años de figurón. Lo cierto es que no sé de qué hablaba (no soy masoka para escucharle), pero de pronto le oí solemne y enfático decir: “Este gobierno decide, actúa”. ¡Uuuaaauuuh!!
Aunque se trate de actuaciones aproximativas o rutinarias, el propio momento vital nos impele a un cierto grado de decisión; la mayor o menor actividad derivada de las respuestas nos adentra en otras fases de la comprensión. El interrogante propuesto hoy es habitual en las cuitas cotidianas. Viene a representar la orfandad permanente con respecto a las certezas y es definitoria de la vida humana.
Allá por los años 70 tuve la suerte de compartir amistad con dos personas excepcionales, desde el punto de vista humano, ético y religioso. Los dos tenían un mensaje común: “Las personas tienen la obligación de ser felices” y “La convivencia debe perseguir la felicidad en la sociedad”.
Como lo hizo en su día Alejandro Magno y repitió quince siglos después Hernán Cortés, este que os escribe, animado por los miembros de su familia, ha decidido “quemar las naves”. Quemar las naves significa tomar una decisión que no tiene vuelta atrás. Sin volver la espalda, para no caer en el error de la mujer de Lot. Todas las grandes decisiones traen consigo sus correspondientes dosis de sufrimiento y lágrimas.
No lo tenemos fácil, no. La práctica nos confunde los conceptos. La perspicacia genial de Goya nos recalcaba, los sueños de la razón producen monstruos; y en efecto, los desatinos son polifacéticos y abrumadores. En ese sentido insistía también la frase de Cervantes, la razón de la sinrazón enflaquece la razón. La huella quijotesca es muy elocuente.
Cuando pensé que el gobierno español había entrado en su fase de coherencia moderada, resulta que me vuelven a sorprender con la nueva estrategia de vigilancia y control frente a la covid, aprobada por la Comisión de Salud Pública. Que bien queda eso de Comisión de Salud Pública, ¿verdad? A saber quiénes la forman, pero esta vez no voy a decir que son estúpidos o que no piensan; no, esta vez lo han pensado muy bien, sobre todo para los empresarios y para la economía del país.
El cateto, embustero y plagiador que habita en La Moncloa se mantiene en “sus trece” de gobernar buscando sus propios intereses e ignorando cualquier otra consideración que pueda comprometer su intención de permanecer en el poder sine die, cueste lo que cueste. Tan es así que, si analizamos sus tomas de decisiones, se ve claramente que, en la mayoría de ellas, sigue esa “singular” tendencia.
En cada una de las decisiones perseguimos las mejores soluciones para ese momento o bien para unas futuras situaciones. Utilizamos para ello los recursos más inverosímiles pensando en la eficacia de su manejo. Su aplicación la orientamos en beneficio propio, de la gente allegada o quién sabrá precisarlo. Las aspiraciones son naturales, adaptadas al carácter del protagonista; en el intento de progresar desde el estado actual.
Entre la ignorancia y los descubrimientos encuentran su oportunidad las sorpresas ilustrativas. La complejidad envolvente nos aturde. Frente a la rutina conformista, con la observación atenta nos abrimos a los sucesivos hallazgos, en ocasiones transformados en sensaciones inesperadas y en todo un abanico de posibilidades. Veíamos algo, pero había muchísimo más detrás.
Uno suele presumir de sus percepciones de los eventos o comportamientos circundantes; con eso de a mí me lo van a decir. En cuanto a las referencias a los aconteceres lejanos, también escogemos los relatos con un sesgo peculiar. Pugnamos en torno a un impulso testimonial de primer orden, lo captado por este sujeto es considerado por el mismo como noticia primordial.
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