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Pormenores expresivos

Compromiso, franqueza y sencillez..., quizá fuera suficiente
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 18 de febrero de 2022, 09:06 h (CET)

En cada una de las decisiones perseguimos las mejores soluciones para ese momento o bien para unas futuras situaciones. Utilizamos para ello los recursos más inverosímiles pensando en la eficacia de su manejo. Su aplicación la orientamos en beneficio propio, de la gente allegada o quién sabrá precisarlo. Las aspiraciones son naturales, adaptadas al carácter del protagonista; en el intento de progresar desde el estado actual. Ahora bien, imbuidos de dichas pretensiones, intentamos vivir de la mejor manera posible, así lo afirmamos con reiteración. Sin embargo, se trata de una imprecisión. Ese posible…, es IMPOSIBLE. Nunca reuniremos al conjunto de las posibilidades para la culminación absoluta y feliz.


Quizá por eso, mantenemos esa constante tribulación de los insatisfechos. De lo que vemos a lo deseado, de lo que tenemos a las variadas posibilidades; el trecho adquiere verdaderas dimensiones gigantescas. De aquello detectado por los sentidos corporales con su maquinaria PERCEPTIVA al resumen de la asimilación efectuada por el estado consciente de cada persona; van resultados dispares de compleja explicación. Ante el fogonazo y el estampido de un disparo, habrá de todo, gente afirmando la visión en primer lugar del destello luminoso, mientras otros dirán haber oído primero el ruido. El ambiente, los intereses, las emociones, favorecen esas diferencias incoherentes, sin base real, evidenciadas en numerosos estudios.


La rueda de los nuevos conocimientos gira con un ritmo variable, pero incesante; a veces trepidante, incluye fases menos activas. Aunque nunca se le agotan las novedades, es la condición humana. Con frecuencia estamos demasiado engreídos en torno a los saberes adquiridos, funcionamos como si hubiéramos superado las metas. Podemos observarlo en las prácticas de una PSICOLOGÍA simplista. Cuando se pretenden dar respuestas contundentes referidas a determinadas conductas, sea en el campo de la delincuencia, deportivo u otras esferas de la vida. Mucha ambición es esa de llegar al fondo de la libertad decisoria del individuo con independencia de las estructuras conocidas; las rendijas inexplicadas son evidentes.


En cierto modo ocurre algo parecido en otras áreas de la actividad social. Es muy llamativo en este sentido ese comportamiento habitual de JUDICIALIZAR cualquier actividad, como si este fuera el rango valorativo indiscutible. En él se escudan la política, la sanidad, la educación, el trato de las conductas violentas. Se entiende el ánimo regulador como atenuante de las inconveniencias. Sin embargo, de eso a convertir su dictamen en la entidad responsable final del buen funcionamiento y de las correcciones necesarias, va un abismo. Se requieren aportaciones cualitativas de otro orden desde entidades distintas, elección de la educación pertinente, la coherencia del compromiso ciudadano y la franqueza dialéctica imprescindible.


Releía estos días la conocida anécdota referida por el astronauta tras observar la Tierra desde el espacio, le parecía una canica frente al resto del Universo, además añadía su impresión sobre la política internacional, le parecía mezquina desde aquella perspectiva. En esas expresiones se detecta la AMBIGÜEDAD de las apreciaciones subjetivas, que siendo reales pasan a consolidar conclusiones irracionales. Porque la inmensa complejidad terrestre jamás será equiparable a una bolita inerte, si salvamos la anécdota graciosa. En cuanto a las políticas desarrolladas vistas desde la lejanía, silencia los pormenores cotidianos con sus numerosos condicionantes irrenunciables. Cada asunto requiere su trato ajustado.


Es interesante cuando menos la comprobación de esa enorme diferencia entre el talante de quienes trabajan y avanzan en sus conocimientos con naturalidad y sin aspavientos; confrontado con el de aquellos centrados en el alarde de sus supuestos saberes. Es indudable esa doble posibilidad para quienes profundizan en determinados asuntos. Esta distinción se pone de manifiesto ante la magnitud de determinados eventos (Pandemia, volcanes, algaradas). A ese reto se enfrentan los EXPERTOS. Llama la atención una desproporción manifiesta. La proliferación de expertos ante un hecho inusitado; pone de relieve a su vez la escasa presencia de los supuestos entendidos a la hora de establecer las actitudes preventivas.


Aunque no debieran, los comportamientos con estos estilos son relativamente habituales, incluyen a profesionales de distintas actividades y, no lo olvidemos, a la ciudadanía como tal implicada de lleno en cuanto nos sucede. Las opiniones se imponen sobre los argumentos razonados (Vacunas, riesgos, estudios geológicos), con el consiguiente desbarajuste relacionado con la considerada como información del público en general. Con esas trazas, no será de extrañar la DESORIENTACIÓN práctica en cualquier sector, en ausencia de la mínima dialéctica integradora. Surge una auténtica barbarilandia brujuleante; construcciones en áreas volcánicas, negaciones de lo evidente, irresponsabilidad en conductas preventivas, demagogia de los gestores…


Sin pasar de observadores corrientitos, notaremos uno de los pormenores quisquillosos con extendidas repercusiones; desde la intimidad a cruentas conflagraciones. Insisto en la gran facilidad para emitir explicaciones basadas en lógicas enrevesadas, convertidas en ilógicas al transmitir incoherencias de mucho calado. En los sectores cercanos a las RELIGIONES detectamos esa proliferación de intentos explicativos con las carencias propias del intelecto humano. Con la curiosa actitud olvidadiza con respecto a la otra cualidad bien relacionada con la presencia humana, la implicación de las personas. Explicar lo inexplicable no augura nada satisfactorio; por el contrario, la implicación responsable resulta primordial para cualquier empeño.


Si olvidamos detalles como estos, pasamos de remar con tiento, a hundir la barca. Plagados de teorías inundadas de razonamientos, actuamos tras decisiones frenéticas, en un abandono progresivo de las ponderaciones cautelosas. Caemos en el percance habitual del ensimismamiento, como si olvidáramos la obligada pertenencia comunitaria. Como decía, si al remar, por intenso que sea, le falta el suficiente tiento; se sucederán los episodios turbulentos previsibles, llámense corrupción, desmanes, desigualdades abusivas, agresividad o simple imbecilidad, en un muestrario nefasto. Porque habremos convertido aquello que denominábamos como Ética en una deleznable PATÉTICA realidad bien ramificada en la sociedad.


Las urdimbres o estructuras necesarias para la mínima convivencia comunitaria en ambientes gratificantes, por su propia condición, nunca dependerán de una única singularidad. El aislamiento contumaz, ni es posible en su totalidad, ni resulta comprensible. Las motivaciones nos abocan a la CONVERSACIÓN en términos de dialéctica abierta, para contrastar los pensamientos con aires existenciales.


Estamos ante la actitud de los presumidos, porque estamos en todo, conectados al inmenso conjunto, pero sin olvidar la entidad de las partículas, esenciales para que exista la totalidad. Un tanto zubirianos, partimos de la realidad básica, como humildes PARTICIPANTES, hacia un posible encuentro con las luces orientativas; y eso, amenazados por los nubarrones de procedencias inusitadas.

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