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​Cómo fue mi viaje a Barcelona entre antiespecistas y canciones de Blind Guardian

Pues no muy bien. Bueno, fue bonito pero luego feo
Ángel Padilla
jueves, 5 de enero de 2023, 12:12 h (CET)

Pues no muy bien. Bueno, fue bonito pero luego feo. Ahora cuento la cosa.


Todo comenzó con una comunicación (qué novedosa forma de empezar un relato). Pues como siempre comienza todo. Un e-mail de un compañero de lucha que no conocía y que no sé cómo se hizo con mi contacto, pero ocurre así de común. De cuando en cuando gente me escribe para pedirme algún poema para ser leído en tal o cual manifestación animalista, o para colaboraciones de cosas de cultura, también en alguna ocasión me cita la ley para un juicio por incendio de iglesia, pero eso lo contaré en otro relato, no puedo meter aquí todo. Y ese chico, que era muy majo, me invitó a unas jornadas antiespecistas donde ponentes hablarían de distintos aspectos del especismo y de lo contrario, en fin, en pro de los animales no humanos.


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Mi papel en ese encuentro sería leer mi poesía y hablar de ella durante unos veinte minutos. Me quedaba algo lejos pero acepté. Vi serio el asunto. Y necesario.


Fue en un mes del año 2022, ya no me acuerdo cuál mes. Mi tía me advirtió de que Barcelona está llena de separatistas, que al parecer son peores que los españoles. Barcelona es peligrosa, liaron una buena pintándose sangre falsa como si la policía les hubiera pegado y, por contra, ofendiendo y pegando ellos a los polis, incluso, se vio en la tele, llenaron de pegatinas un coche de las fuerzas de la ley y se subieron encima, como en una peli. Como me dijo mi tía que eso era todo cierto porque lo habían dicho en la tele, la creí y en un pequeño paseo por el campito que rodea mi casa, busqué el mejor palo, grueso y pesado, y con él en la maletita en que llevaba los libros viajé. En América como arma defensiva pueden tener pistola. Yo me agencié un buen palote. Ante un evento en que habría que decidir si moría el que me atacaba o yo, moriría el que me atacaba. En eso estaba yo de acuerdo con mi tía.


Llegó el día y el viaje fue bien en coche, escuché varios discos completos de grupos heavys, el Mirror Mirror de Blind Guardian me pusieron épico para aventurarme en esos lugares tan siniestros llenos de gente que quería romper España.


Yo no quería romper España. Yo deseo quemarla entera. Así que pensé que el verbo romper seguía siendo peligroso si venía de parte de fuera de mí, el palo iba en mi maletita en el asiento de atrás del coche, sonaban al llegar a Barna los Merciful Fate, el Melissa.


En un bar enfrente del sitio de las lecturas y las ponencias pedí un café solo y me metí al baño, me puse las cuerdas largas colgando de las muñecas, las muñequeras, las cadenas... y salí y terminé el café. Los concurrentes del bar, niños y mayores, disimulaban mal, me veían como a un loco. Pero para las lecturas poéticas he de arrancar un atuendo mayor que el que llevo de normal, que cause sorpresa y terror. La poesía es cosa seria, el activismo más.


Para llegar al edificio de la charla, hube de atravesar por entre un gentío que atestaba una calle con puestitos de perroflautas como yo, pero estos creo eran del feminismo, el color violeta en las camis y banderitas predominaba, bailaban chicas en uno de los puestos, una música alta sonaba desde unos altavoces, vendían chapas y camis y otras cosas. Pasé desapercibido entre las hermanas con las cadenas, las cuerdas y las pintas que me llevo.


Al subir al piso de las ponencias, ya estaban iniciadas, como el viaje era de tres horas, llegué casi justo a la hora del comienzo de la mía, no tuve otra, y mejor fue. Ahora comentaré por qué.


No diré quién organizó las charlas ni daré nombres, pues creo en que todo el mundo puede mejorar y que, si no se trata de malas personas, se puede repensar todo y evolucionar ideas erróneas (es por esto que escribo este artículo, mi crónica del viaje -enésimo, ya he ido otras veces a Barna para presentar libros y siempre, ineluctablemente, me he perdido, no entiendo sus calles ni nada de ella, Valencia es más visible vialmente, y comprensible, Madrid y Barcelona me hacen llorar de lo locas que son vialmente-).


Entré y me senté en la zona de la puerta del recinto de charlas, había gran público, llenadas todas las sillas, era bonito todo. Una enorme pantalla tras la mesa de ponencias para proyectar en ella cosas.

Saqué mi cadena gigante de dos metros y me la enganché a la cintura, hacía mucho ruido, así que lo hice con el mayor de los cuidados.


Cuando me presentó la coordinadora de las charlas, para ir a recitar, el arrastrar de mi cadena fue perfecto, el suelo era macizo y la cadena resonaba chirriante como yo quería, la cadena representa la esclavitud animal, de todos, al fin.


Leí cosas de La Bella Revolución. Comencé con el Mañana del libro "Camino". Hablé de mi visión sobre La Bella Revolución, la liberación completa de todos los animales cautivos. Tuve la boca sucia como siempre y entre explicación y explicación dije palabrotas, eso es bueno. Cada vez, y lo explico, me convierto, vuelvo, en más animal, que es lo que somos. No somos ciudadanos, joder. Somos bestias, somos libres.


Esto es lo malo, lo que me reventó tripajos: que luego me enteré de que hubo dos charlas que chirriaron y mucho para un encuentro antiespecista. Una, que escuché en parte, la de una mujer que decía que investigaba y hacía arte "goliendo" a los animales y las cosas. Proyectó un caballo de un santuario, creo era, y ella aparecía holiendo lentamente al caballo. Me pareció estúpido, incluso obsceno. Con lentitud la mujer se agachaba y olía al animal. La conferenciante explicaba que se genera una interacción, blablá.


De esa interacción que explicaban como "natural" se habló también en el concepto, luego me enteré porque esa conferencia no la escuché, de jinetas. Una de las charlas hablaba nada menos que de la monta buena. De que existen jinetes y jinetas que son buenos, y sensibles, y que los caballos que montan desean ser montados, se tumban las jinetas en el suelo a todo lo largo y los caballos o yeguas, con no sé qué gestos o movimientos que ellas perciben, les dicen: sí, móntame. Y aquí viene lo bueno: se genera en la monta un "co-ser", un híbrido maravilloso. Bueno, bueno. Eso lo leí con desarrollo en la explicación de cómo fueron las charlas que luego publicó el grupo en su página.


Hablé con la coordinadora de que no me parecía ni medio normal eso, que blanquear el concepto jinete y monta era descabellado y por supuesto especista. Se enfadó conmigo. No quiso ni escuchar mis reflexiones.


Y bueno, ese fue el viaje y la tontería, tontería peligrosa.


Siempre he tenido cuidado en averiguar bien a dónde voy. A veces en mis inicios me he encontrado con que iba a una mani antitaurina, pongamos, y si me iba a comer con peña se pedían hamburguesas. Qué despistado era al inicio. Ahora ya lo sé todo. Pero no! Me di cuenta con estas charlas que he de estar aún más atento. Lo animalista, te cuela el carnaquismo. Pero lo proclamado como antiespecista también puede tener trampa.


Al fin, uno dice ¿entonces no voy a ningún lugar? No es esa la cosa. Sigo yendo donde me llamen y pueda decir la palabra que creo querrían decir los animales esclavos y asesinados. Pero, eso sí, cuando veo algo que les afecta negativamente, lo digo y lo diré. Como he hecho en esta crónica. Y creo de la mejor y más aséptica forma.


No a la monta, no al abuso que siempre es el uso.


Le dije a mi tía que en Barcelona no me pegaron y me respondió: tuviste suerte. Eres demasiado confiado.


Pero yo tengo más miedo a los españoles, que tienen más cara de tontos que los de Cataluña, que creo es más cosmopolita su forma. Son más educados e incluso parece que actúen con más miedo, con más calma y demasiada -diría yo- educación. Sobre todo en comparación con los apañoles, que te cuentan una película entera, con su final incluido, escupiéndote en la cara y golpeándote el hombro cada cincuenta segundos.

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