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Los trastornos mentales y el bullying están entre las principales causas del fracaso escolar

Pérdida de peso o desmotivación son algunas de las señales que indican que un menor puede tener un trastorno mental que influye en su rendimiento escolar
Redacción
martes, 24 de enero de 2023, 11:43 h (CET)

Existen diversos motivos relacionados con el fracaso escolar. Entre las principales causas destacan los factores personales, familiares, educativos, los trastornos mentales y de aprendizaje y el bullying. El fracaso y abandono escolar hacen que el menor tenga una confianza muy baja en sí mismo y sus capacidades, provocando, en algunas situaciones, que se acerque a malas influencias o conductas delictivas. 


Con motivo del Día Internacional de la Educación, que se celebra el 24 de enero, los expertos del programa RECURRA-GINSO han querido reflexionar sobre la relación que hay entre la salud infanto-juvenil y el fracaso escolar y ofrecer pautas a padres, madres y profesores para actuar antes de que la salud mental repercuta sobre el rendimiento escolar de los menores.


Todos los trastornos mentales influyen directamente sobre el rendimiento académico de los menores. No obstante, existen ciertos factores que hacen que su impacto sea mayor. Entre los trastornos que más pueden influir sobre el desempeño escolar se encuentran: los trastornos comportamentales, como el déficit de atención y la hiperactividad o el comportamiento disocial o negativista desafiante; los trastornos de aprendizaje, que aparecen cuando el menor tiene dificultad en una o más áreas de estudio; o los trastornos en el estado de ánimo, como la depresión, ansiedad o bipolaridad. “Los niños y adolescentes pasan gran parte de su jornada diaria en el centro escolar, donde entran en juego las relaciones sociales, la exigencia, constantes comparaciones con el grupo de iguales, la autonomía del menor, expectativas propias y de los padres y profesores… Es muy poco probable que estas circunstancias no repercutan directamente en el menor, y por tanto, en su rendimiento académico”, explica Beatriz Urra, subdirectora clínica del Hospital de Día Retiro RECURRA-GINSO.


En la actualidad, existen numerosos recursos que ayudan y apoyan a los más jóvenes, no solamente desde la familia o la escuela, sino también profesionales sanitarios como pediatras, psicólogos o psiquiatras que realizan intervenciones puntuales con un enfoque psicoeducativo o terapias más intensivas y contenedoras en Hospitales de Día o Centros Terapéuticos. En este sentido, el recién inaugurado Hospital de Día Retiro RECURRA-GINSO en Madrid pone el foco en este tipo de dificultades para actuar a tiempo y dotar al menor y su familia de herramientas que harán que los jóvenes se sientan entendidos y acompañados, a la vez que se le ofrecen recursos para afrontar el fracaso escolar.


Entre las señales que indican que un menor puede tener un trastorno mental que esté influyendo en su rendimiento escolar cobran especial importancia los cambio notables en el sueño, el peso o patrones cotidianos; la pérdida de interés en actividades o temas que previamente le agradaba realizar; cambios en el estado de ánimo o comportamientos diferentes a los que acostumbra tener; retraimiento, aislamiento o ganas de estar solo; miedos o frustraciones; autoestima baja, desmotivación o bajo interés en la escuela; obsesión o interés en un tema concreto; silencio ante sus preocupaciones; hábitos y rutinas que nunca antes había realizado; consumo de alcohol, drogas u otras sustancias, o autolesiones.


El papel de los padres y madres


No es posible proteger a los niños y adolescentes de todo lo que está a su alrededor, incluido algunos trastornos mentales o de conducta. Sin embargo, existen ciertas actuaciones que los padres pueden llevar a cabo para que la repercusión de estos factores en el menor se minimicen:


Establecer una figura de apego segura. Los padres pueden dar confianza a sus hijos a través de muestras de afecto, cercanía y escucha constantes, estableciendo límites claros y normas y fomentando la responsabilidad del menor.


Cuidar y prestar atención al modelo parental. Los menores observan e imitan constantemente a sus figuras parentales, por ello, es necesario prestar atención a los modelos de parentalidad que ofrecen los padres en la convivencia diaria.


Crear sentimiento de pertenencia. Cuando un menor se siente vinculado en el entorno familiar o escolar se sentirá más seguro para comunicar aquello que le pasa y buscar apoyo en este círculo.


Gestionar y regular las motivaciones con las que los padres viven la educación de sus hijos. Involucrarse en la educación de los hijos y no condicionarles en sus elecciones formativas fomentarían la autonomía y seguridad en los menores a la hora de tomar decisiones.


Desarrollar hábitos de vida y ocio saludables. Los padres pueden promover actividades deportivas y formativas en el tiempo libre de sus hijos, sin saturarlos ni llenarles la agenda de actividades, puesto que es necesario que los niños aprendan a aburrirse, teniendo tiempo libre para jugar, descansar y dedicar espacio para ellos mismos.


Impulsar la capacidad para resistir y superar las adversidades que la vida trae consigo. En la vida aparecen muchos momentos difíciles a los que hay que hacer frente, es por eso que los padres pueden fomentar la resiliencia y enseñar herramientas a sus hijos para afrontar y potenciar la confianza en sí mismos.


Buscar espacios y tiempos para poder desconectar de la rutina diaria. Dejar volar la imaginación mediante actividades, espacios y talleres fomentarán las risas, la fantasía y creatividad en los hijos. Asimismo, jugar desde la ternura, aparcar las pantallas y relacionarse con gente distinta, harán que el menor salga de su zona de confort y sepa reírse de sí mismo.


El papel de los profesores


Los docentes también pueden emplear ciertas herramientas para detectar y prevenir trastornos mentales que afecten al rendimiento escolar de sus alumnos, algunas de ellas son: favorecer una buena convivencia escolar, donde el ambiente sea lo más relajado posible y existan canales de comunicación que faciliten a los alumnos el poder expresar sus necesidades e inquietudes; crear un buen clima educativo, donde prime la integración y se detecten y prevengan aquellas posibles dificultades que existan, favoreciendo la cohesión grupal; realizar cambios en las instalaciones educativas, cuidando el entorno donde estudian y conviven los alumnos, y actualizar los materiales y espacios a las necesidades de los menores; y fomentar la relación entre padres y profesores, donde ambas partes contribuyan a la enseñanza de los mismos valores, actitudes y dinámicas relacionales entre los menores. “Es imprescindible que los centros educativos potencien espacios de tutorías y formación del profesorado para que puedan adquirir y desarrollar las competencias emocionales del alumnado. Asimismo, incorporar en los colegios la figura del psicólogo educativo u orientador contribuirá a que el fracaso escolar disminuya”, añade Beatriz Urra.

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