Lejos de casa, en el Cádiz de 1965, Ramón (Eloy Azorín), Alfonso (Roberto Hoyas) y Nicolás (Iñaki Font) comparten un chalet alquilado con el compromiso de aprobar el curso en la facultad de Medicina. Alfonso y Nicolás rompen la disciplina cuando aparecen Vicky (Emma Suárez) y Marian (Chusa Barbero), dos bailarinas que no tardan en acomodarse en la casa para huir de su mísera pensión. Con ellas llega una rara sensación de libertad y fiesta, y Ramón, aturdido por la presencia femenina, busca refugio en el padre Esparza (Josu Ormetxe), que le presenta a una chica de buena familia (Pilar López de Ayala) con la que intenta una relación formal. Pero Ramón sólo consigue que en su cabeza gane terreno la obsesión por Vicky, quien también se siente atraída por él. La disputa por las chicas perturba las relaciones entre los chicos y, por influencia de ellos, las jóvenes se enfrentan a Maruja (Mónica Cano), la dueña del ballet en el que trabajan. Cuando llega el final del curso, nadie es lo que era: ellos tienen la vocación en el aire y ellas no saben cómo ganarse la vida, pero juntos han aprendido a defenderse ante la adversidad.
Magnífica, elocuente y reveladora película española “Besos para todos” magistralmente dirigida por Jaime Chávarri y filmada en 1999, mismo film que nos remite a la ciudad de Cádiz en la España Franquista del año de 1965, en la que los jóvenes estudiantes universitarios de la escuela de Medicina pretenden aprobar un curso, que alejados de su familia alquilan una pensión para encontrarse con la inédita libertad del amor puro y leal de estudiante, conocen en un cabaret (el PAY-PAY) a unas simpáticas señoras de la vida galante que son invitadas a vivir en esa pensión de estudiantes de clase media a cambio de abandonar una vida miserable.
Estas benditas mujeres, hoy llamadas sexoservidoras, se constituyen en la válvula de escape y refugio de la represión sexual, remasterizada en los traumas, complejos y frustraciones de una sociedad decadente y puritana del franquismo que mimetizada en la alta moralidad religiosa, esconde sus miserias, por ello pronto la rebeldía, el amor y la lealtad estudiantil empata e identifica con estas mujeres que ofrecen amor auténtico más allá de la renta de un cuerpo con la cosificación instrumentada de la trata de blancas que esclaviza y explota a estas mujeres para goce privado de los clientes y plusvalía para su matrona, encuentran su lugar común de la primavera porteña, aunque la relación estudiante y cabaretera no sea para siempre, pero si deja huella como una explosión artística y despertar cultural con un canto libertario no solo por la liberación femenina sino por la emancipación sexual de estas generaciones de jóvenes que fueron parte protagónica de esa historia para fincar en esta comedia toda una concepción comunitaria de la práctica libre del sexo sin tabúes, más allá de la perspectiva contemporánea de la política de igualdad de género que en este siglo XXI pretende con el Movimiento Me too convertirse en una cruzada inquisitorial como bandera de un “feminismo radical que se ha vuelto enemigo de la literatura”, parafraseando a Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura 2010.
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