He recibido una comunicación cuyo título es el que encabeza este escrito. Si esa aseveración se hubiese enunciado como un silogismo, hubiese sido, más o menos, así: El aborto es un crimen. Los católicos rechazan a quienes lo admiten, es así que el P.P. admite y está de acuerdo con el aborto, y yo soy católico, luego rechazo al P.P. Pero donde yo encuentro un fallo en este silogismo es que enuncia que, por ser católico, hay que rechazar al aborto, sin tener en cuenta que no es conditio sine qua non ser católico para no estar de acuerdo en admitir el aborto. El aborto, al privar la vida de un ser humano, ya es un crimen. La palabra crimen, según la 3ª acepción de nuestro DIRAE, es: Acción voluntarias de matar o herir gravemente a alguien, por lo que, si alguna persona priva de la vida a un ser humano, está perpetrando un crimen. Los crímenes son rechazados y castigados en los países civilizados, es así que el aborto es un crimen, luego debe ser castigado, o cuando menos repudiado por estos. Se me podrá argüir que ha habido civilizaciones que han admitido el crimen. Ciertamente, pero han sido primitivas y aberrantes, como los fenicios con sus ofrendas de seres humanos al dios Moloch o Baal o las que practicaban los pueblos precolombinos, como los mayas, los aztecas, los incas, los chichimecas y otros más con cruentos sacrificios que, tras ofrecer el corazón aún palpitante al dios, practicaban el canibalismo consumiendo el cuerpo del sacrificado. El aborto no es un ritual en el que se ofrezca la muerte de un ser humano a un dios sanguinario y sediento de sangre, es simplemente un asesinato puro y duro en el que perece la criatura más indefensa de la Tierra, pues no tiene capacidad de defenderse, y que elimina una vida humana. Está en el candelero admitir si el aborto es un derecho fundamental de la mujer, o simplemente que esta lo puede hacer porque es dueña de su cuerpo, y en virtud de ello pude hacer con él lo que le plazca. Enorme e inadmisible falacia. El feto no forma ni constituye parte del cuerpo de esta. Es un nuevo ser humano que se está formando en el útero de ella. No es una verruga o un lobanillo cuya extirpación no acarrea perjuicio alguno para quien lo destruye, sí, en cambio, un ser humano que se encuentra en estado de gestación y, cuando transcurra el tiempo que señala la Naturaleza, eclosionará con toda la grandeza y posibilidades ulteriores de una persona. Por tanto, no se puede mantener la falsedad de que, cuando una mujer aborta, es por ser dueña de su cuerpo, y puede disponer de él. El cuerpo de la mujer, desde el momento de la concepción, ya no es un ser autónomo para que esta pueda decidir sobre sí misma. Lleva dentro una nueva vida que, aunque dependa de ella hasta el momento del parto, no le pertenece y, por ello no puede ejercer violencia sobre la criatura que porta.
Sé que este ejemplo puede parecer un poco pedestre pero la criatura en el vientre de la madre es un huésped al que no se puede matar como no mataríamos a quien acogiésemos y alimentaría en nuestra casa durante un periodo de tiempo.
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