Los entuertos son naturales, no estamos ubicados en parajes idílicos; en el curso de las actividades de cada momento abundan las contradicciones. Aunque los humanos somos gente engreída, no damos abasto en cuanto a las disposiciones resolutivas. Con la sin par introducción de novedades tecnológicas, no conseguimos neutralizar las severas complicaciones que tantos sufrimientos nos provocan. A diario comprobamos el añadido de los inconvenientes provocados por las actuaciones humanas, sobrepasan el concepto del error, en especial por la reiteración; se convierten en actitudes VICIADAS por los muchos saberes involucrados en su gestación. Si no se trata de ignorancia, debe ser algo más; interesa descubrirlo cuanto antes.
Hasta la gente menos preparada detecta con prontitud la dislocación de ciertos procedimientos al confrontarlos con las declaraciones de sus promotores; los más complejos exigen mayores conocimientos para detectarlos, pero en ambos casos suman sus efectos contraproducentes. Una de las tendencias erróneas radica en el empecinamiento de mantener los proyectos sin concederle la prestancia suficiente a los efectos secundarios, quizá por haberle dado más valor a los procesos emprendidos que a las propias personas. De esa manera se cierran en falso los problemas con la huida hacia novedades futuras. Así se originan una serie de BUCLES alejados de los sentimientos y necesidades de las personas, incrementando los desajustes.
Si echamos una mirada a la más elemental biología encontraremos peligrosos bucles irracionales en pleno funcionamiento; además, los estudiosos nos recalcan sus importantes perjuicios para la salud. Los cambios irregulares de los turnos de trabajo y a distintas horas, se correlacionan con enfermedades relevantes. Los horarios escolares no siempre tienen en cuenta la conveniente adaptación al organismo de los jóvenes. Los trasnochadores por obligación u ocio y los dormilones diurnos, tampoco son muy fieles a las necesidades orgánicas. Los RITMOS de la biología delimitan unos esquemas cuyo cumplimiento colabora con el estado de salud. Despreciando sus orientaciones se trabaja en contra del bienestar.
Algo similar ocurre con los individuos, los cuerpos y sus órganos vitales; lo comprobamos simplemente al prestar atención al resto de peculiaridades biológicas, cronológicas, adaptaciones, centradas en la condición de sus características FUNCIONALES; es decir, sus mecanismos naturales para desenvolverse en las actividades habituales. También en esto somos muy proclives a contravenir las reglas fisiológicas. No entenderían esos órganos el excesivo aporte de alcohol, grasas, caprichos; como tampoco la ingestión de dietas extenuantes. Las exageraciones continuadas suponen grados viciosos progresivos de consecuencias inmediatas o traicioneras, sorprendiendo con la tragedia de estos engaños consentidos.
Por muchas teorías, criterios, leyes e instrucciones, emitidos en las diversas épocas, no desaparecen ciertas actitudes perniciosas, que parecen adheridas a las mismas raíces vitales. No se comportan como el depósito de un lastre venido de fuera, por su arraigo nos inducen a valorarlos como elementos constitutivos de la especie. En los diferentes sectores de las actividades sociales, se visualiza radiante el bucle pernicioso de saltarnos ese manido concepto de la IMPLICACIÓN con responsabilidades. En cuanto las secuelas asoman sus inconvenientes, silenciamos con presteza la involucración en sus causas. Vecinos del mismo pueblo con la trama terrorista, gobernantes con los efectos de sus decisiones, con una inmensa retahíla de testimonios lo demuestran.
Las agrupaciones sociales se aprecian como abotargadas, convertidas en un magma de explicaciones aparentes, pero desprovistas de la fluidez necesaria para su bienestar. Esa compleja realidad cruje, lejos de dirigirse a la búsqueda de los mejores funcionamientos, se desentiende de la orientación deseable, como si se tratara de un elemento accesorio. Emergen a todo trance posiciones enérgicas lanzadas por sus espirales particulares hacia rumbos desconocidos. Se encierran en unos AISLAMIENTOS radicales a la hora de tomar decisiones, sin atender a otros razonamientos y por lo tanto, sin compartir experiencias. Resulta descabellado su engreimiento por antinatural, descoloca a los propios actuantes.
La cerrazón anterior, empeñada por esos caminos de los posicionamientos unilaterales no es la única en la panoplia de los errores. Aunque resulte paradójico, también observamos comportamientos viciados con aparente signo contrario, con un cierto aire de multitudes. Sin embargo, esas barahúndas vociferantes e irreflexivas se presentan como cargadas de razón, pero sin ahondar en los razonamientos previos; por lo tanto, acaban en GENTÍOS aislantes, porque diluyen las posibles consideraciones de sus integrantes, los arrastran al son de lo multitudinario. La algarabía resultante no disimula la soledad de los participantes, este bucle y el anterior se refuerzan, provocan el allanamiento pernicioso de las mentalidades.
Sin saber cómo, o bien haciendo como que no lo sabemos, nos deslizamos por pendientes insatisfactorias con una reiteración deplorable; escudados en las atareadas ocupaciones de una vida incordiante, pero en no pocas ocasiones carentes de motivaciones justificadas. Como digo, bien por la rutina o por las obligaciones nos enredamos en los proyectos. Mientras se acumulan actividades, vamos introduciendo a numerosas personas en el tétrico laberinto de la SOLEDAD, alejados de los posibles alivios. La marginación comienza por pequeñas diferencias, desinterés por las penalidades ajenas y continua esa cruda realidad con la reclusión residencial cuando arrecian las edades provectas.
En los ambientes actuales, por muchos alardes que se muestren en favor de la diversidad, esta encuentra fervorosos opositores en la práctica. Los demonios varían, suelen ser culturales, políticos e incluso individuales; en todas las esferas surgen por doquier iniciativas dominantes frente a los brotes diferenciados. En contra de los alardes, somos muy propensos al intento de HOMOGENEIZACIÓN, sea de una persona o de un grupo. Allá donde observamos algún empoderamiento, emergen fieros los impedimentos para posibles alternativas. Y el pueblo homogéneo, las mentalidades uniformes, abocan a trayectorias infaustas. Lo tenemos muy claro, pero con una tozudez impropia recaemos a diario.
Ya no hace falta insistir en el carácter inaccesible de la verdad absoluta para cualquier humano menesteroso. Las limitaciones y carencias para ello son evidentes. Por eso extraña el desdén manifiesto a eso de ponernos a indagar en común sobre las posibles VERDADES parciales de un momento concreto con el esfuerzo pertinente. Asistimos por el contrario a la proliferación de mequetrefes intolerantes y desorientados.
Como colofón de estos reiterados despropósitos, añado otro muy en boga, destacable sobre todo en estos tiempos con las enormes facilidades para acceder a los conocimientos. Es muy deplorable el deslizamiento de tantas personas por el tobogán de la CREDULIDAD, cuya explicación escapa de los argumentos disponibles. Quizá la denominación de este desliz exija calificativos rayanos en la estupidez.
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