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¿Camino de Adrianópolis?

“El hombre no puede ser malo, más que engañado o no conociendo sus verdaderos intereses” Alcalá Galiano
Juan López Benito
martes, 29 de marzo de 2016, 09:19 h (CET)
“Después de la terrible Ilíada de los nuestros en el Danubio (la encrucijada de los visigodos), fuego y espadas invadieron Tracia y la Iliria; nuestras armas desaparecieron como sombras: ningún emperador presidía el Estado y no había montañas que pareciesen bastantes altas, y no había ríos bastantes profundos para prevenir que los bárbaros llegaran en multitud sobre ellos para destruirnos. Entonces… Teodosio… primero se atrevió a reparar estos hechos, que la fuerza de los romanos ahora no se apoya en el metal, ni en los petos y escudos, ni en incontables masas de hombres, sino en la Razón… ¿Te lamentas de que su raza no haya sido exterminada?… Me pregunto : ¿Qué es mejor de las dos cosas , que Tracia se llenase de cadáveres o de CULTIVADORES y de campos; que caminásemos a través de una espectral desolación o a través de tierras bien cultivadas?” Discurso de Temistio (383 d. C.) ensalzando al emperador Teodosio por su política conciliadora con los godos

La misma controversia se repite casi dos milenios después. Las erráticas políticas de inmigración llevadas a cabo por numerosos estados en Europa, o el proceder desconcertante de nuestros líderes en la cuestión de los refugiados, están conduciendo a muchos ciudadanos a plantearse una serie de interrogantes: ¿Realmente está en peligro la identidad de los europeos? ¿Es tal y como expresase Temistio siglos atrás, el apaciguamiento la mejor vía para fortalecer y enriquecer a la Unión Europea, o es una muestra más de debilidad e improvisación de nuestros gobiernos? El debate está más vivo que nunca.

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En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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