La entrada del mes de abril nos recuerda que el día 8 se celebra el Día Internacional del Pueblo Gitano día elegido porque recuerda el Primer Congreso Mundial romaní/gitano celebrado en Londres el 8 de abril de 1971 en el que se instituyó la bandera y el himno gitano compuesto por Jarko Jovanovic.
Aunque como sociedad debemos recordar el 30 de julio de 1749, hace ahora 274 años, en el que se ensayó en España un exterminio. Le llamaron "la solución definitiva “La Gran Redada”en un proceso de continuidad de un plan establecido y continuista, dirigido por Zenón de Somodevilla y Bengoechea conocido como Marqués de la Ensenada y ministro de Fernando VI, de la dinastía borbónica.
Uno de los episodios más oscuros de la Comunidad Gitana en España y de la Historia de España en general, ya que entre 9.000 y 12.000 mujeres, hombres, ancianos y niños fueron apresados, sacados de sus hogares, detenidos y separados por sexos embargados y subastados sus bienes, para sufragar los gastos de su traslado a prisión. Se les condujo a los lugares de reclusión provistos para emprender un "exterminio" biológico e "impedir la generación", es decir, aislarlos para que no se reprodujesen, en el que, bajo órdenes directas al ejército, la prisión debe ser en un mismo día y a una misma hora.
La redada cogió desprevenidas a las personas, y en su mayoría fueron detenidas en los primeros días sin apenas resistencia. Incluso se llegó a dar el caso de muchas de ellas, conscientes de no haber cometido delito alguno, se presentaron voluntariamente ante las autoridades con sus papeles.
Este proyecto amparado en un procedimiento legal, bajo las órdenes de Fernando VI, que debía afectar a los «vagos y maleantes»- se cebó, paradójicamente, con los gitanos más integrados, avecindados desde generaciones y, en su mayoría, con oficio reconocido. Éstos, a diferencia de los gitanos nómadas, estaban censados y controlados desde 1745, por lo que fue más fácil su captura.
Quedaban 16 años de penurias y padecimientos, incrementados por la incomprensión, y siglos de profunda brecha entre ambas comunidades [gitanos y no gitanos] y acentuó la pobreza y la marginalidad de una colectividad étnica, algo que quedaría marcado en el imaginario colectivo de una sociedad.
Los tiempos que corren nos obligan a volver a conocer nuestra historia cercana, para reflexionar sobre la violencia circular que salta de un pueblo a otro, de un inocente a otro inocente mudándose de pueblos, naciones etnias, y no para reafirmarse en la manipulación como defensa de que jamás volverá a ocurrir. En todos hay un denominador común, la pasividad del que mira, del que pretende que no sabe nada.
Por lo que un día como este, el 8 de abril, debe ser de respeto, homenaje y, de aprendizaje, de que quien mata, no solo mata a una víctima.
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