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Obligación de los católicos de responder a los ataques que sufren

No hay firmeza en nuestras convicciones, ni decimos lo que pensamos la mayoría de las veces. En otras, es peor, no pensamos lo que decimos
Manuel Villegas
miércoles, 19 de abril de 2023, 09:24 h (CET)

Bienaventurados cuando os maldijeren y os persiguieren y dijeren todo mal contra vosotros, mintiendo por mi causa, (Mateo 5:11-12). No nos extrañen, pues las persecuciones y los castigos. Jesús dijo: “Yo estaré con vosotros hasta el final de los siglos”. Esa es nuestra confianza. Vosotros sois la Sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida ¿con qué la salarán? (Mateo 5,13-16).


“Vosotros sois la Luz del Mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino para colocarla en lo más ato de la casa para que ilumine toda ella. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos”(Mateo 5,13-16).

        

¿Hay lugar a dudas? ¿Se puede ofrecer alguna otra interpretación que no sea la de la obligatoriedad que tenemos los cristianos de iluminar al mundo? No pudo dejarlo más claro Aquél que amó a los hombres hasta el máximo sacrificio, dar la vida por ellos.


¿Dudaremos acaso que lo dicho más arriba define lo que ha de ser un cristiano, y el mandato que nos da Jesús para que la Tierra no esté a oscuras por nuestra causa? Son tan claras sus palabras, tan manifiesta la obligación que nos impone que, si no la cumplimos es por dejadez, cobardía o desinterés en su precepto.

         

En Apocalipsis, 3:5-19, San Juan pone en boca del Padre Eterno estas palabras: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frio o caliente! Pero, por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.

         

Este es el pecado del que adolecemos los católicos, la indiferencia, la apatía, el relativismo de considerar que todo da igual, que todo es lo mismo, que no hay bien ni mal. El convencimiento absoluto de que todo es relativo, de que cada uno no se siente responsable de lo que hagan los demás.

         

Martin Luther King decía: “nuestras vidas empiezan a acabarse el día que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan”. Cierto que cada cual es reo de sus actos. Pero posiblemente, si viese en el otro el ejemplo que ha de dar, por ser la luz del mundo, quizá sus acciones no merecerían castigo.

         

Nadie se salva solo, se salva en racimo. Al ser los cristianos la sal de la Tierra todo el que la contenga formará un uno con dicha sal, será un totum indivisibile.

         

El Papa Francisco nos dice que hay una cadena en la transmisión de la fe por el Bautismo, cada uno de nosotros somos un anillo de esa cadena.

         

El famoso dicho que se le atribuye a Groucho Marx: “Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Es lo que impera y se impone hoy día. Se cambia de opinión como de calcetines o camisa, en un “quítame allá esas pajas”. Nuestro Presidente es un vivo ejemplo de ello.

         

No se mantiene el criterio adoptado. No hay firmeza en nuestras convicciones, ni decimos lo que pensamos la mayoría de las veces. En otras, es peor, no pensamos lo que decimos.

         

También son evangélicas las palabras: “Los hijos de las tinieblas son más astutos que los de la Luz”. Por desgracia, hace más de dos mil años que se dijeron y aún siguen vigentes como el primer día. La corrupción campa por doquier. Hay que ver cómo se las ingenian los malvados, los hijos de las tinieblas, para hacerse con el dinero. ¡Claro hay quien dijo que el dinero público no era de nadie! Si no tiene dueño es del primero que se lo encuentra. No importan los medios que se usen para apoderarse de él, extorsiones, compra de voluntades, secuestros, tráfico de personas, de órganos. Que se perjudica una persona honrada y cumplidora, ¡Allá ella, que espabile! ¡Estamos en un mundo en el que o engañas o eres engañado!

         

Alguien preguntará: ¿Qué puedo hacer yo? ¿Cómo lucho contra estos gigantes? Posiblemente solo sean molinos de viento, que en cuanto uno, que busca la verdad se enfrenta con ellos, caen como torres de naipes. ¡Claro que se puede luchar! Primero peleando contra el conformismo, luchando contra tantos vendedores de humo. No siendo un papanatas (La religión más extendida en el Mundo es el Papanatismo) no aceptando nada de lo que nos digan sin someterlo a un análisis para depurar lo falso de lo verdadero. Hay que tener un espíritu crítico que separe el grano de la paja y denuncie a quien quiso vender paja por grano.

         

Defendiendo a machamartillo los principios inamovibles basados en la Biblia y en los pilares que han constituido y conformado nuestra civilización cristiana por más de dos mil años.

         

¿Dónde se puede llevar a cabo esa tarea? En los círculos más cercanos. En la familia, entre los amigos. Mientras tomamos una cerveza en el bar y oímos una falacia. Siempre que quiera darnos latón por oro.

         

Siempre hay tiempo si se tienen ganas para ello. Posiblemente, falte valor.

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