Durante su gobierno, Zapatero declaró en el Parlamento que “muchos de los objetivos y de las grandes aspiraciones de la II República están plenamente vigentes”, y que “es un buen recordatorio para saber que la España de hoy mira a la España de la II República con reconocimientos y con satisfacción y orgullo por ver lo que hemos sabido hacer entre todos en esta etapa constitucional”.
Si a esto se le añade el velado anuncio que hizo en sede parlamentaria, el ex Ministro de Justicia y hoy Magistrado del Tribunal Constitucional, Juan Carlos Campos, a una pregunta de una diputada de ERC: “Estamos en una crisis constituyente que tenemos que abordar entre todos”, no es difícil comprender el por qué de la velocidad de crucero, a la que el presidente Conde- Pumpido somete al remozado Tribunal, para “fabricar” sentencias acordes con las directrices marcadas por el Presidente Sánchez, desnaturalizando su verdadera función constitucional.
En un tiempo récord han resuelto, para bochorno de la anterior composición mayoritariamente conservadora del Tribunal, el recurso que interpusieron los diputados del PP sobre la ley del aborto ¡hace trece años! y ahora rechazan el recurso de Vox contra la Ley Celaá que ataca directamente a las enseñanzas concertadas, a la enseñanza religiosa o al modelo de formación diferenciada. En definitiva una interpretación ideológica y sectaria del Art 27 de la Constitución. y una vuelta de tuerca más contra la libertad de los padres para educar a sus hijos.
Estamos ante un cambio de régimen. El propio Zapatero enlazaba la legitimidad de su Gobierno con la II República y no reconocía la transición del 78 y por lo tanto es fácil deducir que para la izquierda, la Constitución que la ampara adolece de un déficit democrático y debería ser reformada en profundidad o abrir un período constituyente. La generación del 78 podemos haber cometido errores sin duda, pero todos los que participamos en esa apasionante aventura de transitar de una dictadura a una democracia, lo hicimos desde el espíritu de diálogo y consenso que permitió el entendimiento y la reconstrucción política de una España invertebrada como la definía Ortega y Gasset.
En la España de hoy se está reproduciendo la segunda de las razones que el filósofo señalaba: “la esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás”.
Reformar la Constitución desde el propio Tribunal que solo debe interpretarla y hacerlo, además, en la dirección del autócrata que nos gobierna, es regresar peligrosamente al mismo pasado que el poeta Antonio Machado reflejaba en sus dramáticos versos: “ Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza entre una España que muere y otra que bosteza. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.
Es hora ya que la España que bosteza despierte, aun estamos a tiempo de “rescatar” la Constitución…
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