Más de 3 millones de españoles tienen algún tipo de problema en los huesos, según apuntan desde la Asociación Española con la Osteoporosis y la Artrosis (AECOSAR). El deporte, junto a una dieta sana, completa y equilibrada, juega un papel fundamental en el cuidado osteoarticular, especialmente si se practica al aire libre. La actividad física provoca contracción muscular que favorece el depósito de calcio en el hueso y mejora la circulación sanguínea, lo que aporta más nutrientes al hueso.
Hay que tener en cuenta que hacer deporte en espacios naturales conlleva una constante necesidad de adaptarse al entorno. Realizar cambios de dirección, de nivel o de ritmo, ya sea por la irregularidad del terreno o por otros motivos, ayuda a que se ejerciten todos los músculos y articulaciones, fortaleciendo especialmente las rodillas, los tobillos y los músculos de la cadera.
Tanto los huesos como los músculos son tejidos vivos que responden al ejercicio y se fortalecen, así que las personas que practican algún tipo de actividad física con regularidad alcanzan una mayor densidad ósea, un nivel más alto de consistencia y fuerza de los huesos. A partir de los 30 años, la densidad ósea empieza a disminuir lentamente, llegando a hacerlo de forma más rápida a medida que envejecemos o, en el caso de las mujeres, cuando llegan a la menopausia.
Es por eso que, realizar deporte con frecuencia, además de prevenir la pérdida ósea, también nos ayudará a mantener la fuerza muscular, la coordinación y el equilibrio, lo que a su vez ayudará a prevenir caídas y fracturas a medida que envejecemos. También puede ayudar a reducir el riesgo de padecer enfermedades tan comunes como la osteoporosis, cuya aparición provoca que los huesos se debiliten y sean más propensos a fracturarse.
Además, para mantener una correcta salud ósea, es necesaria una ingesta de 1.000 mg de calcio y 600 UI de vitamina D diaria en adultos. Esta vitamina se considera esencial puesto que favorece la absorción del calcio y juega un papel importante en los sistemas nervioso, muscular e inmunitario.
La manera más sencilla de conseguir la ingesta adecuada de vitamina D en primavera y verano es con la exposición al sol, puesto que la piel la produce, y sólo es necesario que nos dé el sol en la cara alrededor de 10 minutos al día. Y en caso de que sea difícil obtenerla, podemos ayudarnos de suplementos alimenticios, siempre y cuando no haya ninguna contraindicación médica.
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