Para muchos de los luchadores y luchadoras, antes y ahora, por las libertades, decir «Via Laietana» es suficiente para que les vengan a la memoria terribles historias de terror, donde durante años, muchos años, demasiados años, los funcionarios de policía usaban métodos no demasiados ortodoxos en su trato con los detenidos. Seguramente en otras ciudades de la piel de toro también han existido otras «vías laietanas», pero ahora un libro: «Torturades», editado por Comanegra y escrito por Gemma Pasqual i Escrivá, nos muestra el maltrato que 22 mujeres, de toda clase y condición, sufrieron a manos de policías de la Brigada Político Social durante su estancia en esa casa de los horrores sede de la «Jefatura» de la policía en Barcelona.
Aún ahora algunas y algunos de los que fueron ferozmente torturados en ese siniestro edificio no se atreven a pasar por delante, y muchos, además de las secuelas físicas, producto del mal trato, también sufren secuelas psicológicas al no poder olvidar las torturas a las que fueron sometidos entre aquellas paredes que, metafóricamente, manan sangre por los cuatro lados.
«Torturades» es un libro duro, pero necesario, porque no podemos olvidar la historia, una historia que nos escondieron mientras estas 22 mujeres, y muchos hombres, eran torturados por unos funcionarios que, de personas sencillas e, incluso, buenos padres de familia en la intimidad, se convertían en un grupo de sádicos una vez atravesaban el portal de aquella casa del miedo. Carla Valls i Duran escribe en el prólogo «Estas páginas son un acto contra el olvido», y eso es lo que son los testimonios de estas mujeres a las que Gemma Pasqual ha dado voz con este libro donde, seguro que en las conversaciones de la autora con las protagonistas, más de una vez habrán aparecido lágrimas de rabia al recordar que sus torturadores siguieron ejerciendo su maldito trabajo, algunos incluso fueron premiados con medallas pensionadas, en tiempos de democracia. A una de las torturadas uno de los policías le dijo que ellos, aunque cambiara el régimen político, seguirían haciendo su trabajo porque son necesarios. Desgraciadamente tenía razón, la Transición fue un «bluf» en el que no se pidieron responsabilidades a militares, jueces y policía.
Con la victoria franquista, generalmente, eran comunistas y anarquistas quienes habitualmente caían en las garras de la BPS, entrenada por Paul Winzer, oficial de la Gestapo y miembro del partido nazi. Con el tiempo, como demuestra «Torturades», también pasarían por manos de los torturadores otras gentes: homosexuales, gitanos o inmigrantes. Y desde el principio el independentismo siempre ha estado fijo en el punto de mira de aquella policía que hacía caso omiso de la Declaración de los Derechos Humanos que prohíbe la tortura y de la Convención contra la Tortura ratificada por España en 1987. Leyendo el libro se hace presente que las paredes de este edificio no sólo han sido testigos mudos de las fechorías de la policía del franquismo sino también de los funcionarios policiales de esta democracia «imperfecta» como dijo de ella The Economist. Gemma Pasqual i Escrivá con «Torturades» nos ha mostrado una parte de la historia de nuestro País, una historia que no se enseña en las escuelas, como tantas otras. Una historia que demuestra que antes y ahora el Estado utiliza métodos para darnos miedo, para hacer que nos quedemos en casa callados, que obedezcamos, porque sí nos sublevamos podemos acabar en una «vía laietana» cualquiera de la mano de la «ley mordaza».
El libro es duro, pero necesario, nos hace falta gente, como Gemma y las 22 mujeres del libro, que, con valentía, nos muestran la dura realidad y nos empujan a no olvidar la memoria colectiva. Lo mejor que se puede hacer con el templo del horror de Via Laietana es hacer de él un museo para recordar lo que nunca debió suceder.
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