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Una cuestión de teclas

Pulsar las teclas oportunas es fundamental
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 28 de abril de 2023, 11:22 h (CET)

Es muy popular aquella expresión de considerar a una persona teclosa; aunque en realidad apenas prestamos atención a donde residan esas teclas, su estructura y funcionalidad. Es una manera de referirnos a esos puntos de contacto con la SENSIBILIDAD del individuo. Es un asunto de interés, al tratarse de seres humanos, contar con esos puntos sensibles resulta primordial. Como en tantas otras características, con la simple detección de su presencia iniciamos su valoración; después se sucederán conexiones con múltiples orientaciones, decisiones y comportamientos variados. Acercarnos a su funcionamiento repercutirá en la convivencia.


Quién no lo percibe cada día en los diversos encuentros; muchas son las teclas funcionantes en una persona concreta, que las conozcamos o no, será otro discurso. Empezamos por la dificultad para delimitarlas, sus actuaciones son un tanto evanescentes, aunque de notables repercusiones. Su potencia parece ilimitada, pero la intensidad de sus efectos es muy variable. Estamos ante un concepto RESBALADIZO capaz de intervenir en los entresijos de la personalidad con mucha energía. En tanto le prestemos mayor atención, percibiremos nuevos matices de su prestancia, ampliando las opciones de involucrarnos en esa relación; adherirnos a sus condiciones o desdeñar sus aportaciones.


Sorprendidos o reafirmados en las sensaciones previas, las reacciones suelen notarse, aunque en esto de los matices humanos es muy corriente la imprecisión. Las pulsaciones INVOLUNTARIAS no son raras, sin darnos cuenta, por error o por ignorancia; no obstante, comprobamos con frecuencia que pueden desencadenar activaciones indeseadas. Por fortuna en la mayoría de las ocasiones suelen pasar casi desapercibidas por su poca significancia. El no haberlas ideado, no impide el dejarnos expuestos a reacciones desencadenadas en el receptor. La involuntariedad está relacionada muchas veces con haberse equivocado de tecla y es que el manejo de estos mecanismos es de gran complejidad.


Las denominadas como activaciones VOLUNTARIAS reunirán una serie de requisitos para ser efectivas y en la dirección prevista. Empiezan con la dificultad de conocer a fondo el conjunto de factores implicados en el funcionamiento propio; el acierto en la decisión tomada adquiere por lo tanto un cierto tinte azaroso, aventurado. Ocurre algo similar con las conexiones ambientales, multiplican hasta el infinito las posibles influencias modificadoras; la navegación entre tanto oleaje nunca tendrá altos niveles de seguridad. Aún falta por considerar otra complejidad similar constituida por las cualidades y voluntad de quien vaya a ser el receptor; es decir, toda una odisea cargada de sensaciones fascinantes.


Una de estas clavijas detectadas en las relaciones con los demás se centra en la respuesta surgida ante las disposiciones ajenas; si se barajan con interés antes de actuar, si las contradecimos sin apenas pensar en ellas, o de manera ingenua les seguimos la corriente sin escrúpulos. Gira en torno al grado de OBEDIENCIA ofrecido cuando nos afectan las disposiciones foráneas. Dicha obediencia puede ser argumentada por convicciones previas, aunque también suelen ser reveladoras de la inconsistencia de dicha persona en muchas ocasiones. Dicho de otra forma, observando a quien dirige un sujeto su obediencia, saldrá a relucir gran parte de su personalidad o servidumbres improcedentes.


Si ya vamos incluyendo intuiciones, experiencias previas, afectos y algo de sabiduría a la hora de pulsar esas áreas de sensibilidad, las maniobras cobran un realce humano inusitado y progresivo; nada despreciable cuando estamos asediados por técnicas inverosímiles y apresurados requerimientos. Sin estos aditamentos, apenas estaríamos haciendo referencias a reflejos biológicos. Al introducir las cualidades en el proceso, asumimos la importancia de la CALIDAD en los procederes, sin ella, el esquema se desvirtúa; la mejor calidad de esas actuaciones alienta la condición humana gratificante. No obstante, se prevé el combate con la serie de defectos, incapacidades y limitaciones generales.


En el análisis de este tipo de actuaciones solemos mirar hacia fuera. Tratando de apreciar si hemos conseguido determinados efectos que buscábamos, sorprendidos si nos encontramos con resultados insospechados en una especie de serendipia; así como tomando nota de aquellas respuestas de diverso género por parte de los receptores del impulso, con toda la amalgama de factores involucrados. Sin embargo, con un poco más de atención, también se revelan las características del pulsador, las PROPIAS expresiones, y con ellas salen a flote matices importantes. Por lo tanto, estamos ante un reflejo bidireccional de interesantes propiedades, profundizar en ellas se convierte en un reto apasionante.


Aunque sólo se trate de un automatismo repetitivo, sin mayores cuitas reflexivas, nos vamos adaptando a los modismos de estas reacciones entre las curiosas afinidades de las personas, sin apenas darnos cuenta. Como resortes surgen determinadas expresiones enérgicas por parte de cualquiera de los implicados. Las habrá de magnitudes minúsculas, hasta de las provocadoras de notables cambios en diferentes ámbitos individuales y colectivos. No cabe duda, dicho APRENDIZAJE pasará a formar una parte sustancial de las vivencias personales. En la medida del automatismo sobre las percepciones conscientes, no sólo se perderá una parte importante de la experiencia existencial, sino del control de los comportamientos.


En toda esta madeja de impulsos, conexiones y reacciones, es comprensible que surjan muestrarios de lo más variopinto, representativos de la vida corriente, pero también de las rarezas situadas en las grandes esferas sociales o de las peor calificadas. Repudiables o no, deseadas o insospechadas, queda bastante claro, nos acercan a ciertas realidades que sin ellas no hubiéramos detectado. Alcanzamos DESCUBRIMIENTOS entrañables debido a la cercanía de las relaciones establecidas. Siempre con la tríada inseparable de nuestra condición, abriéndonos los ojos hacia respuestas absurdas, insatisfactorias e incluso repudiables; o bien, apreciando reacciones saludables, y al fin, haciéndonos ver también lo que somos.


De qué nos servirían las sensibilidades y aprendizajes si no los utilizáramos para llevar a cabo una vida con mayor número de satisfacciones. De ahí deducimos la importancia de la DISYUNTIVA crucial; dilucidar la calidad y consistencia de las teclas para orientarnos en su aplicación; aquellas arraigadas en términos absurdos frente a las involucradas con las mejores esencias personales.

Como una especie de colofón ilustrativo, empezaremos a considerarlas como elementos básicos en su aplicación a las PROYECCIONES pergeñadas para cada una de las actividades y su estrecha relación con la vida comunitaria. No se trata de la única ayuda en este sentido, pero tampoco conviene desdeñarla, puesto que no vamos sobrados de ellas. Enfocarnos hacia los absurdos vociferantes empobrece nuestra condición.

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