La lluvia romántica que hace bailar a Fred Astaire en los años treinta, en blanco y negro, y a Gene Kelly y Stanley Donen, en los años cincuenta en tecnicolor, no siempre es tan romántica. Por ejemplo, se dice de este último actor que no llevó una buena relación con sus compañeras actrices, o sea que la lluvia se convirtió en lluvia ácida mientras cantaban y bailaban al ritmo del agua caída.
La lluvia meteórica tiene su encanto, siempre que como se dice no te caiga encima ni te mojes, aunque no siempre es así. No hay nada más que ver y notar la reacción de un bebé descubriendo por primera vez la lluvia en un patio, en un parque o en la calle, chapoteando en una experiencia insólita, y riendo, y llorando, riendo por no llorar, por aquello de que es la primera vez que se moja el chiquillo y descubre el agua gravitatoria. Los espectadores del video andamos en vilo, con ganas de agarrar al pequeño y tirar de él para protegerlo con un paraguas o tolla gigante, mientras sus padres ríen la gracia de su infante.
La lluvia nos recuerda siempre a la música, al ritmo de las gotas, a los chorros de agua pegando contra las piedras del pavimento1, piedras que brillan por momentos de forma diferente a cuando están secas y en ellas se hacen dibujos creativos también muy diferentes con sus reguerillos del agua que caen sin cesar.
Varias han sido las canciones que sobre la lluvia se han escrito, muchas de ellas con éxito como la de la cantautora Gigliola Cinquetti titulada precisamente así, “La lluvia”. A lo largo del tiempo, han ido apareciendo canciones sobre la lluvia como por ejemplo “La lluvia nunca vuelve hacia arriba” de Pedro Guerra, o “La gata bajo la lluvia” de Rocío Dúrcal. El agua que cae con más o menos fuerza se adueña de metáforas y se adentra en el corazón como “Lluvia al corazón” de Maná; o una lluvia que simplemente cae y nos moja un poco más como la de la canción "Lluvia cae” de Enrique Iglesias. A veces nos llegan otros ritmos que nos quieren confundir y en lugar de empaparnos de agua lo quieren hacer con café, mucho café como riqueza algo más sólida. “Ojalá que llueva café en el campo”. “Tiene que llover a cántaros” será otra de letras espectacular que nos hace bailar al ritmo del agua, tras alguna sequía.
Pero por muy romántica y metafórica que sea la lluvia, nos hace daño, destroza las cosechas y los alimentos aunque también los haga crecer. A veces, la lluvia se cree que mayea en marzo y le da por recogerse en forma de nube silenciosa e inexistentes; otras veces, se cree lluvia de marzo en pleno verano y descarga a lo bestia con un ritmo de tambor enloquecido a golpe de tormenta. Son tormentas de verano, pero es de todo tiempo y a veces se acompaña de libros, en las Ferias del Libro y da suerte a la literatura, es la pluvia más dulce.
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