En esta etapa tan compleja que hemos iniciado en nuestro país, no debemos perder de vista a referentes intelectuales, y un referente es José Martí, intelectual de gran altura cubano. El que para muchos es solo el iniciador del modernismo literario en Hispanoamérica, asociado siempre a Rubén Darío, el cual lo consideraba el padre espiritual de este movimiento, no es mucho menos solo eso.
Este movimiento no es que carezca de importancia, ya que se desligaron de la tutela literaria españolacolonial, y sentaron las bases de lo que será la gran literatura hispanoamericana del siglo XX, con su perpetua búsqueda de formas nuevas para expresar la compleja realidad de los distintos países del gran continente americano.
Pero José Martí es mucho más que es un intelectual de enorme altura, gran orador, hábil y prolífico escritor. Dedicó su vida a la liberación de su pueblo bajo los ejes de la libertad individual y colectiva, justicia, solidos principios, valores morales y sociales, dignidad, respeto e igualdad, lo que, desde su infancia mantuvo siempre una radical repulsa a cualquier violación de los Derechos Humanos, en especial a todo lo que atentara contra la dignidad humana.
José Martí consideraba que, para ser libres, la educación del pueblo era fundamental, pues ésta les ayudaría a aprender ser libres y aprender que la solidaridad es una garantía para la libertad, luchó por impulsar la revolución democrática y popular hacia la independencia de Cuba, Puerto Rico y las Antillas, así como por la libertad y reivindicación de derechos de los esclavos, trabajadores y de todos aquellos cuya dignidad fuera vulnerada, y que a día de hoy se repite, pero en el Siglo XXI.
Martí señalaba que, para defender los derechos, incluyendo la libertad, era necesario conocerlos y vivirlos. Asimismo, consideraba de fundamental importancia a la libertad de conciencia y la de expresión. La temprana sensibilidad social y política de Martí dio lugar a que asumiera, durante toda su vida, posturas reivindicadoras de los derechos de esclavos, indígenas, obreros, campesinos y, en general, de todos aquellos cuya dignidad humana les era vulnerada, faceta que exalta el libro José Martí en su universo, una antología de su ingente obra narrativa, poética, periodística y epistolar, que recomiendo encarecidamente a quien no haya tenido el placer de leerlo.
Martí, nacido en La Habana de padres españoles, pasó parte de su infancia en Valencia, participó en la vida social del país y en los debates políticos entre monárquicos y republicanos. De España pasó a París, de allí a Nueva York y finalmente se reunió en Veracruz con su familia.
Manifestó que guardaba a España la verdadera lealtad que le debemos, la de la lengua, sentenció en otro escrito la Premio Nobel chilena Gabriela Mistral. Otro Nobel, Juan Ramón Jiménez, destacó lo mucho que debían al cubano Unamuno y Rubén Darío, y lo mucho que hicieron por que se le conociera en España.
La temprana sensibilidad social y política de Martí dio lugar a que asumiera, durante toda su vida, posturas reivindicadoras de los derechos de esclavos, indígenas, obreros, campesinos y, en general, de todos aquellos cuya dignidad humana les era vulnerada, algo que a día de hoy hace mucha falta en nuestra sociedad. ¡Et voilà!
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