El hemisferio norte está experimentando temperaturas máximas sin precedentes que han causado muertos, heridos y desplazamientos de población. Partes de China, Europa y Estados Unidos no solo están batiendo récords de altas temperaturas, sino que también están superando la marca de días consecutivos de calor potencialmente mortal. La ciudad estadounidense de Phoenix, en Arizona, registró 20 días ininterrumpidos con temperaturas máximas superiores a 43 grados Celsius. Lluvias torrenciales y tifones asolan ciudades y localidades en regiones tan distantes entre sí como India, Nueva Inglaterra y el sur de China, con la consecuencia de graves inundaciones y destrozos. Los voraces incendios forestales que afectan a Canadá están cubriendo el este de Estados Unidos con una densa capa de humo que puede causar daños respiratorios a largo plazo.
El secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, Petteri Taalas, declaró el miércoles: “Las condiciones climáticas extremas —cada vez más frecuentes debido al aumento de la temperatura global— están impactando de manera significativa la salud humana, los ecosistemas, la economía y la agricultura, así como también el suministro de energía y agua”. Taalas añadió: “Tenemos que redoblar los esfuerzos para ayudar a la sociedad a adaptarse a lo que desgraciadamente se está convirtiendo en la nueva normalidad”.
Cuando Taalas dice “ayudar a la sociedad” no se refiere a la población de ningún país en particular, sino a la de todo el planeta. Solo una respuesta global será efectiva para abordar la crisis climática y esta debe centrarse en una rápida transición de los combustibles fósiles a las energías renovables. Esta transición va a ser costosa, pero el costo de no hacer nada sería mucho mayor. La pregunta es: ¿quién se va a hacer cargo de pagar?
En las negociaciones anuales de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, conocidas como COP —Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático—, se ha reconocido desde hace tiempo que los países ricos tienen una mayor responsabilidad en la crisis climática que los países en vías de desarrollo. En el lenguaje a menudo complejo de las COP, este concepto se denomina “responsabilidades comunes pero diferenciadas”. Este enfoque reconoce que países como Estados Unidos y los de Europa occidental se enriquecieron mediante la quema sin control de combustibles fósiles durante más de un siglo, mientras que los países pobres del Sur Global han contribuido de forma insignificante a los niveles de carbono en la atmósfera. Sin embargo, muchos de estos países son justamente los que ahora están enfrentando los efectos más graves del cambio climático.
En la COP15, que se celebró en la ciudad de Copenhague en 2009, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y la secretaria de Estado, Hillary Clinton, anunciaron con bombos y platillos que se crearía un fondo de 100.000 millones de dólares por año para 2020, para ayudar a los países más pobres a adaptarse al cambio climático y mitigar su impacto.
En mayo de 2023, mientras el grupo de países ricos que integran el G7 se reunía en Hiroshima, el director ejecutivo interino de la organización Oxfam Internacional, Amitabh Behar, dijo a Democracy Now!: “Los países del G7 les deben en conjunto más de 13,3 billones de dólares a los países de bajos y medianos ingresos. Esa es una cifra enorme. […] Alguien tiene que asumir la responsabilidad por los graves y crecientes daños que se están produciendo a causa de la crisis climática, sobre todo en el Sur [Global]. Está bastante claro, informe tras informe, que los países del G7 son significativamente responsables de las emisiones [de gases de efecto invernadero]. En este momento, [estos países] deben 8,7 billones de dólares por pérdidas y daños. Deberían asumir [esa deuda], pero es algo que no está sucediendo”.
El concepto al que se refiere Behar como “pérdidas y daños” es utilizado en las COP para describir los impactos devastadores que el cambio climático está causando en las comunidades más vulnerables de todo el mundo. En la COP27, que se llevó a cabo en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij en 2022, los países miembros acordaron establecer un mecanismo voluntario para proporcionar aportes financieros por “pérdidas y daños” a los países afectados.
El término “pérdidas y daños” se enmarca en un concepto más amplio utilizado por los activistas por la justicia climática, denominado “reparaciones climáticas”, que busca que los países contaminantes asuman su responsabilidad y ofrezcan compensaciones por los daños causados. En una reciente audiencia que celebró el subcomité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, el presidente del subcomité, el republicano Brian Mast, interrogó particularmente sobre este tema al enviado especial de la Casa Blanca para Asuntos Climáticos, John Kerry: Mast: “¿Planea comprometer a Estados Unidos a pagar compensaciones económicas por el cambio climático? Es decir, ¿tenemos que pagar a otro país porque haya sufrido una inundación, un huracán, un tifón o un incendio forestal?”. Kerry: “No, bajo ninguna circunstancia”. Mast: “Muy bien. Me alegra oírle decir eso”.
A pesar de que discreparon en casi todos los demás temas tratados, tanto Kerry como los miembros republicanos del subcomité estuvieron totalmente de acuerdo en ese punto clave: Estados Unidos no está dispuesto a asumir ninguna responsabilidad por su rol como el mayor emisor histórico de gases de efecto invernadero a nivel mundial.
La serie de catástrofes que azota actualmente el hemisferio norte muestra —como indica de forma inequívoca la ciencia— que el rápido agravamiento de la crisis climática está provocando que estos fenómenos meteorológicos sean cada vez más frecuentes e intensos.
Jeff Goodell es periodista de la revista Rolling Stone y autor de un nuevo libro titulado “The heat will kill you first: life and death on a scorched planet” (El calor te matará primero: vida y muerte en un planeta en llamas). En conversación con Democracy Now!, Goodell expresó: “No hemos tomado conciencia, ni por asomo, de la magnitud y el alcance de la crisis a la que nos enfrentamos”. Goodell ampliaba de esa manera lo que escribió en un ensayo que publicó recientemente en el periódico The New York Times: “Todos los seres vivos, desde los humanos hasta los colibríes, comparten un destino común. Si la temperatura a la que están acostumbrados sube demasiado rápido, morirán”.
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